LOS REFUGIADOS Y LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Los Juegos Olímpicos suelen ser un reflejo del momento por el que pasa el mundo en el momento en que se realizan. A lo largo de las décadas la competencia, de una u otra manera, fue escenario de las tensiones mundiales y de los conflictos políticos. En esta ocasión, el drama de los refugiados ocupa un espacio central en Río de Janeiro.
Por primera vez en los Juegos Olímpicos hay una delegación formal de atletas refugiados que participan en la competencia. El grupo está integrado por 10 deportistas de Sudán del Sur, Siria, Congo y Etiopía; algunos provienen de países que les dieron asilo, mientras que otros de campos de refugiados.
A ellos los une el amor al deporte, al igual que el drama de haber tenido que huir de sus hogares para escapar de la violencia y de la guerra. La esperanza de estos atletas, y del Comité Olímpico que decidió armar esta delegación, es atraer la atención pública hacia los más de 50 millones de refugiados que hay en todo el mundo -aunque no hayan dejado su país- y los 19 millones que debieron cruzar fronteras en busca de refugio.
Esta es la preocupación de estos tiempos, es la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Pero en la actualidad el problema es más complejo que nunca.
Históricamente se ha asu- mido que el regreso de los refugiados a su patria no es necesariamente la mejor solución, pero sí la más probable. Hoy ya no es así. Se estima que el tiempo que lleva en esta condición el 41% de los refugiados es de cinco año o más. Un período que crece cada vez más. Esto significa que la gran mayoría de los refugiados pasa un largo tiempo en ciudades de carpas semipermanentes, sin poder salir, sin empleo y dependiendo de la comida de la Naciones Unidas.
La única alternativa a la vista, además de la pacificación en sus lugares de origen, está en la ayuda de los países más desarrollados. Pero tanto en Europa como en Estados Unidos los políticos populistas atemorizan a los votantes señalando a los refugiados como una amenaza criminal y terrorista. El odioso discurso, como el de Donald Trump, se repite a lo largo del planeta.
La delegación de atletas refugiados se ganó la simpatía mundial. Ahora es cuestión de que esta participación humanice la imagen y el clamor de los refugiados para que reciban la ayuda necesaria para superar su situación.