La Opinión

DONALD TRUMP DEBE APRENDER LA LECCIÓN

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Ayer fue un mal día para el presidente Donald Trump. 3RU XQ ODGR VH FRQÀUPy OD existencia del esfuerzo de Rusia para ayudar al rival de la candidata demócrata Hillary Clinton y que todavía existe una investigac­ión para determinar si hubo una conspiraci­ón entre el gobierno ruso y la campaña del presidente.

Por el otro, el Departamen­to de Justicia de Trump se unió al coro de voces que rechazan la posibilida­d de que la administra­ción de Obama intervino el teléfono como el presidente lo asegura, ni la Torre Trump estuvo bajo vigilancia.

En el primer caso, Trump despectiva­mente dice que toda conversaci­ón sobre Rusia en relación a su gente, y su campaña, es para desmerecer su victoria electoral. En HO VHJXQGR VLJXH DÀUPDQGR tercamente que su teléfono y su campaña estuvo bajo vigilancia, hasta el punto de involucrar al gobierno de Gran Bretaña y a la canciller alemana, Angela Merkel.

Estos desarrollo­s deben servirle a Trump para comprender que no es el dueño del gobierno como lo es de sus empresas. El poder del presidente electo democrátic­amente tiene sus límites.

Hay muchos motivos para creer en la intención rusa de tener un impacto en la elección pasada, como hay varios allegados al presidente con contactos controvers­iales. Hay motivos para una investigac­ión que quizá libre de toda sospecha al gobierno de Trump, pero de nada sirve culpar a los demócratas de conspirar en su contra.

Si de conspiraci­ón se trata, Trump y su gente en la Casa Blanca, son los únicos en el gobierno que creen que Obama intervino su teléfono.

Trump como individuo y candidato está acostumbra­do a exagerar las cosas, para luego huir de ellas, ya sea cambiando el tema, negando que las dijo o echándole la culpa a otro.

Este no es el caso cuando es el presidente de Estados Unidos es quien acusa a su predecesor del delito federal de haberlo espiado. Trump ya debería reconocer esa diferencia. Su empecinami­ento, semejante a la necedad, destruye su imagen y credibilid­ad. No hay nadie quien lo salve de sus palabras irresponsa­bles.

El gran error del expresiden­te Richard Nixon fue creer que todo lo que hace el presidente es legal porque lo hace el presidente. Esta Casa Blanca debe saber que todo lo que dice el presidente no es necesariam­ente real porque lo dice el presidente.

La arrogancia de Nixon le impidió reconocer que el gobierno no trabajaba para él sino para los estadounid­enses. Trump está a tiempo para aprender esta lección.O

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