Hispanos, los más afectados
EN HOUSTON: el COVID-19 está causando estragos entre la comunidad latina e inmigrante de nuestra ciudad, según expertos.
Cuando María Sarat se apresuró para llegar hasta el apartamento de su hermano en la madrugada del lunes sabía que ni las oraciones de la esposa de Alfonso y de sus seis hijos en el oeste de Guatemala, ni la medicina natural que había preparado, estaban funcionando.
Alfonso Sarat, de 47 años, había desarrollado una tos persistente unos días antes y se sentía tan fatigado que se había quedado dormido en su automóvil entre turnos como lavaplatos y ayudante de cocina en dos restaurantes. Pero no podía darse el lujo de ver a un médico y tenía miedo de exponerse a sí mismo por estar viviendo ilegalmente en Estados Unidos.
Cuando María vio a su hermano, lloró y, temblando, lo abrazó. Estaba muy pálido. Los cuatro hombres con quienes comparte un apartamento en el oeste de Houston estaban paralizados, temerosos de las autoridades, de la deportación. Pero ella llamó al 911.
“No nos queda otra opción”, dijo. “Esperemos que Dios nos ayude”.
El coronavirus está causando estragos en la comunidad hispana del área de Houston, según muestran los datos, y los líderes locales temen que los mensajes de salud pública que exigen a los residentes a que usen máscaras y a mantener la distancia social no hayan llegado a algunos de los residentes más vulnerables.
Desde finales de mayo, los datos de salud pública del condado de Harris sobre los alrededores de la ciudad de Houston muestran un rápido crecimiento de casos entre los residentes hispanos, superando con creces la propagación del virus entre otros grupos étnicos. Entre la mitad y el 65 por ciento de todos los hospitalizados con el virus cada semana durante este período también son hispanos.
Las autoridades estatales no han publicado datos raciales y étnicos exhaustivos sobre los casos de COVID-19, pero una mirada rápida de la Administración Federal de Recursos y Servicios de Salud sobre 14.471 texanos examinados al 3 de julio mostró que los pacientes hispanos representaban el 37 por ciento de los examinados y el 72 por ciento de las pruebas positivas.
La ciudad de Houston carece de datos de origen étnico en la mayoría de sus casos, pero un análisis de la Escuela de Salud Pública de UTHealth que cubre a los residentes de la ciudad y del condado confirma esa tendencia, y que también que se está acelerando.
Según el estudio, aproximadamente un tercio de los hispanos que se están haciendo la prueba del virus en el condado de Harris están dando resultados positivos. Por mucho, la tasa de positividad más alta de cualquier grupo étnico y múltiplos más altos de lo que los funcionarios públicos han dicho que es un nivel controlable.
“No hay duda de que esto ahora se está extendiendo más rápidamente entre la comunidad hispana que entre otras comunidades”, dijo el doctor Marc Boom, director general del Hospital Metodista de Houston. “Seamos claros: se está extendiendo por todas partes, pero particularmente más rápido entre los pacientes hispanos”.
Los diez códigos postales del condado con la tasa más alta de pruebas positivas, de hecho, son predominantemente hispanos, según el análisis de UTHealth, que extrajo datos de todas las instalaciones afiliadas al Centro Médico de Texas en todo el condado, hospitales y clínicas de atención primaria por igual.
Dos de los cinco códigos postales con las tasas de positividad más altas se encuentran en barrios al sudoeste de Houston, Gulfton y Sharpstown, cerca del departamento de Alfonso Sarat.
Los residentes allí no están escuchando los mensajes de salud pública destinados a contener la propagación del virus, según dijo Aisha Siddiqui, directora ejecutiva de Culture of Health - Advancing Together (Cultura de Salud - Avanzando Juntos), una organización sin fines de lucro que sirve a las comunidades hispanas e inmigrantes del área. Este es un riesgo particular, explicó, dado que el área está llena de enormes complejos de apartamentos, a menudo con muchas personas que viven en la misma unidad.
“Difícilmente verías una máscara en esta área. No están obteniendo la información, no están tomando precauciones”, dijo Siddiqui. Los residentes que viven ilegalmente en Estados Unidos “se enferman, pero no quieren hablar ni ir a un hospital”.
Alfonso Sarat tampoco tenía planes de ir a un hospital. Entonces, su hermana María compró una libra de maíz para cocinarle una sopa de pollo casera y le preparó un té de hierbas con canela y jengibre, a pesar de que su propio esposo estaba sin trabajo y dependían de los alimentos donados por su iglesia.
Pero el lunes, Alfonso apenas podía hablar. La voz asustada que la había llamado esa mañana y que dijo “¿qué debemos hacer?” pertenecía a uno de sus compañeros de apartamento.
Después de que llegaron los paramédicos, Alfonso fue llevado al Hospital Memorial Hermann Southwest y colocado en cuidados intensivos con una máscara para respirar. Los médicos confirmaron su diagnóstico: COVID-19. No parecía estar mejorando, dijo María, después de recibir una actualización de su estado de salud por teléfono por parte del personal del hospital.
Mensajes confusos
Los líderes de la comunidad dicen que el aumento en casos no es una sorpresa, dado que los residentes hispanos son más propensos que otros a realizar muchos trabajos que no se pueden hacer desde casa, y muchos de los que fueron considerados como ‘esenciales’ incluso cuando las órdenes de quedarse en casa estaban vigentes.
“Muchos de estos trabajadores indocumentados son trabajadores de primera línea, esenciales, que trabajan en la construcción, en bares, como cocineros y lavaplatos”, dijo Robert Gallegos, concejal de la ciudad de Houston. “Nuestra ciudad en su conjunto es menos segura cuando nuestros vecinos indocumentados tienen demasiado miedo de hacerse una prueba o de buscar ayuda médica cuando más la necesitan”.
La jueza del condado de Harris, Lina Hidalgo, hizo eco de esas palabras la semana pasada.
“No debería sorprendernos que nuestras comunidades de minorías se vean desproporcionadamente afectadas”, dijo Hidalgo. “Muchas de estas personas son las que llaman a mi oficina diciendo que su supervisor los está haciendo ir a trabajar cuando están enfermos, que su supervisor mantiene abierto el negocio cuando saben que debería cerrarse, que no están tomando las precauciones adecuadas en el lugar de trabajo como deberían”.
De hecho, los datos de la Oficina del Censo nacional de 2018 muestran que en el condado de Harris, los hispanos comprenden el 43 por ciento de los residentes, pero representan el 81 por ciento de los trabajadores de la construcción; 65 por ciento de los trabajadores de edificios y terrenos; 57 por ciento de los trabajadores de reparación y mantenimiento y 50 por ciento de los empleados de la industria alimentaria.
Los residentes hispanos tienen más probabilidades de estar expuestos al virus mientras se ganan la vida, lo que agrava las preocupaciones de los funcionarios públicos y los líderes de atención médica de que muchos no han escuchado los mensajes de salud pública.
Esto es particularmente cierto, señalaron los funcionarios, porque los residentes hispanos tienen una mayor prevalencia de afecciones, como obesidad y diabetes, lo que aumenta el riesgo de que los pacientes con COVID-19 se enfermen gravemente.
Funcionarios de la ciudad y el condado han respondido al aumento de casos entre los residentes hispanos mediante el lanzamiento de campañas de divulgación específicas. Durante mucho tiempo han enfatizado que a nadie se le preguntará sobre su estado migratorio o el seguro de salud en los sitios de prueba, pero intensificaron ese mensaje con iniciativas específicas en las redes sociales y un aumento de las pruebas en los vecindarios hispanos.
El comisionado del condado de Harris Adrián García se mostró preocupado durante una reunión de la Junta de Comisionados del martes pasado, sin embargo, de que los esfuerzos “tradicionales” de los funcionarios de salud pública habían demostrado ser inadecuados, citando el creciente número de casos. Llamó a recurrir a “un pensamiento creativo sobre cómo lidiar con esta tasa de infección”.
Hidalgo respondió diciendo que esperaba presentar un artículo para la aprobación de la junta en dos semanas que financiaría un esfuerzo de divulgación más sólido.
Líderes de los hospitales también han respondido con un renovado esfuerzo en sus mensajes.
“Definitivamente tenemos un número significativo de pacientes hispanos que son trabajadores de primera línea, muchas veces más que un trabajo de primera línea, que económicamente lo necesitan, y tenemos un número significativo de pacientes que son esencialmente sólo hispanohablantes”, dijo Boom, el CEO del Hospital Metodista. “Estamos escuchando de algunos de ellos que los mensajes que todos creemos que hemos estado transmitiendo desde todas partes no les han llegado tan efectivamente”.
Desde la cola de la última ola de casos de COVID-19 en mayo hasta principios de julio, dijo Boom, la hospitalización de pacientes hispanos en el Metodista se duplicó aproximadamente, de una cuarta parte de los pacientes a más de la mitad.
El CEO del Memorial Hermann, David Callender, dijo que él también ha visto un aumento similar en pacientes hispanos desde principios de junio, particularmente en el gran hospital que tiene ese sistema en el sudoeste de Houston, donde Sarat está en una unidad de cuidados intensivos.
Memorial Hermann ha distribuido numerosos carteles en español a empresas en vecindarios de los alrededores de ese campus, instando a los visitantes a mantener el distanciamiento social, a lavarse las manos y a usar máscaras.
Los mensajes de salud pública tampoco han llegado a las familias que buscan atención en El Centro de Corazón, en el East End de Houston, dijo la directora ejecutiva, Marcie Mir.
Esa clínica de salud calificada a nivel federal, que atiende a pacientes predominantemente sin seguro, de bajos ingresos y de habla hispana, ha visto un aumento en las preocupaciones sobre el virus, llevando a cabo 14 veces más pruebas de COVID-19 en la primera mitad de junio que en todo abril.
La mayoría de los pacientes de la clínica con COVID-19 fueron expuestos al virus en sus hogares por miembros de sus familias, dijo Mir, lo cual es un riesgo particular cuando muchos de sus clientes viven en hogares o apartamentos llenos de gente de distintas generaciones.
“¿Cómo podemos educar mejor a nuestros pacientes y comunidades sobre cómo mantener ese distanciamiento social y desinfección?”, preguntó Mir. “No creo que hayamos hecho un trabajo lo suficientemente bueno para transmitirl ese mensaje a nuestra comunidad hispana y a otras comunidades que no tienen la capacidad de autoaislarse en una habitación mientras el resto puede vivir normalmente en la misma casa”.
“¿Estás bien?”
Cuando el mensaje no llega a destino, puede costar vidas.
Arturo Castro no había visto a su madre, Idalia García, por unas semanas cuando ella lo llamó a fines de junio para decirle que no se sentía bien.
Ambos habían trabajado en la DAV Thrift Store en Griggs Road, que había cerrado durante los cierres de primavera. Pero cuando la tienda volvió a abrir, García volvió a trabajar. La mujer oriunda de Laredo había trabajado allí casi los 30 años que había vivido en Houston. Mientras tanto, la esposa de Castro acababa de dar a luz y él se quedó en casa.
García era una persona activa a la que le gustaba bailar, que hacía café por la noche y hablaba con amigos por teléfono, pero había dejado de salir, había dejado de visitar a los cuatro hijos de Castro y llevaba una máscara en el trabajo. Pronto, sin embargo, se sintió lo suficientemente enferma como para buscar someterse a una prueba de COVID-19.
Cuando se detuvo con su vehículo frente al departamento de su hijo, ella se quedó en su asiento y apenas abrió una ventanilla. La prueba había dado positivo, dijo.
Había trabajado un turno ese día y había visitado el consultorio de un médico, pero se impacientó con la larga espera y se fue sin ser vista. García le preguntó a su hijo si tenía algún medicamento. Él sí tenía, pero no creía que tuviera sentido darle sus antibióticos a otra persona.
“Voy a ir a casa y descansar”, dijo ella. “Sólo estoy cansada”.
Aún así, no podía oler ni saborear, y no podía respirar a fondo. Arturo intentó mantenerla tranquila. “No te preocupes por eso”, le dijo sobre el diagnóstico de COVID-19. “Eso no es real”.
Esa noche él la llamó para ver cómo se sentía. Le preguntó repetidamente: “¿estás bien?, ¿quieres ir al médico otra vez?”. Ella le respondió que estaba bien.
Cuando llamó a la mañana siguiente, justo después de las 7, ella no contestó. Después de varios intentos más, Castro condujo su vehículo hasta el apartamento de su madre cerca de Griggs y MLK, preocupado de que esta fuera la última vez que vería a su madre.
El gerente del complejo le dio una llave, pero la puerta estaba cerrada. Entonces le dejó usar una silla para romper una ventana.
En la habitación, encontró la luz y la televisión encendidas, y una taza de café en su mesita de luz. Su teléfono estaba en su mano, sobre su pecho. Ella ya no se movía. A su lado, él lloró.