El Diario

LA PIEDRA DE PEDRO

- Ramiro Antonio Sandoval B@SanRamiro DRAMATURGO

Pedro era un niño que una vez tuvo diez años. A esa edad, Pedro ya habría conocido lo que en su momento fue lo peor de su vida: derramó alguna vez la comida sobre su camisa nueva, despertó una mañana envuelto en orín después de haberse soñado nadando en un lago.

A sus once años, Pedro escuchó cómo murieron sus padres a manos de hombres que, a pesar de no gozar de legalidad alguna, asumían la administra­ción de los territorio­s donde vivía Pedro con sus papás y su hermana Paulita.

Una mañana llegaron los asesinos a buscar a don Neftalí, el papá de Pedro, para pedirle cuatro vacas a cambio del impuesto que, según ellos, debía pagar por su protección. Don Neftalí se negó a tal concesión diciéndole­s que ya estaba cansado de tener que prescindir de sus –cada vez más escasos– bienes, siempre que a ellos se les antojaba. Lo que Pedro nunca supo es que estos hombres habían solicitado en cambio a Paulita, y a él mismo, como garantía para el pago del impuesto. Don Neftalí se negó.

¿Y la piedra de Pedro? Antes del medio día, los padres de Pedro yacían muertos en la parte de atrás de la casa. Más tarde, Paulita, la niña del lunar grande en la mejilla derecha, moriría en algún lugar del sur, sin que Pedro jamás la encontrara.

Pero no llegaba a los quince años cuando, engañado para trabajar en cultivos de cacao en una montaña, fue obligado a laborar en cultivos de hoja de coca bajo las órdenes de un cruel capataz que se hacía llamar El Para. insultado y abusado hasta que logró escapar camuflado en un cargamento de hojas; luego se metió en un barco “lechero” de los pequeños que entregan víveres a lo largo del litoral, hasta la frontera. Allí Pedro se bajó en el lugar donde el capitán señaló haber visto a alguien que parecía ser su hermana. Al llegar al pequeño muelle sintió los ojos de los campesinos sobre él.

En efecto, al salir a la carretera, Pedro fue intercepta­do por un grupo compuesto de seis mujeres y hombres quienes se identifica­ron como la autoridad del área.

Pedro sintió perder toda esperanza al confirmar que la persona a cargo era nada menos que el comandante del campamento al que lo había entregado el viejo hirsuto años atrás y donde había dejado en el camino a varios de sus compañeros: unos bombardead­os por el gobierno, otros muertos por las balas de los centinelas.

En este lugar permaneció un año y medio, hasta que un día llegó la noticia del final de la guerra. Esto alegró a Pedro, pero no a su captor. Sin saber dónde se encontraba, Pedro decidió buscar la frontera, desesperad­o, intentaba dejarlo todo atrás; huir de la guerra, de las memorias y de las ausencias. Esta historia, más que una columna, es una ficción inspirada en miles de historias de la vida real y que habitan en las áreas transfront­erizas de Colombia.

¿Y la piedra?

– Pedro es la piedra sobre la que se construirá una mejor sociedad, en paz, justa y más humana.l

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