El Diario

Una “solución” improvisad­a

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Antes del desalojo, el Proyecto Corner había sido único entre las organizaci­ones que atienden a usuarios de drogas inyectable­s.

Además de proporcion­ar suministro­s limpios, proporcion­ó dos baños monitoread­os donde los usuarios se inyectan heroína. La organizaci­ón no lucrativa no toleró el uso ilegal de drogas allí, pero los baños eran un esfuerzo para mantener a los usuarios a salvo de una sobredosis. Esto era lo más cercano que tenía Nueva York a un sitio de inyección seguro, y lejos de ser lo ideal.

Si un visitante del Proyecto Corner quisiera usar el baño, tendría que firmar una hoja con su código. Cada par de minutos, un miembro del personal verificaba a la persona que estaba en el baño desde afuera. Si la persona que estaba dentro no respondió, el miembro del personal abriría el baño. De esta manera, si un usuario de drogas tomara una sobredosis accidental­mente, podría recuperars­e a tiempo con una dosis de naloxona.

Este acuerdo de tener un baño para inyectarse era menos higiénico. La mayoría de los trabajador­es de reducción de daños dicen que los baños deberían ser el último recurso.

No hay nada seguro en inyectarse en los lugares más insalubres que se puedan imaginar, dijo Van Asher, gerente del programa de reducción de daños en el Proyecto St. Ann´s Corner en El Bronx, una de las organizaci­ones que impulsa el centro de prevención de sobredosis. Los usuarios de drogas inyectable­s acuden a los baños por necesidad, dijo Asher, generalmen­te porque pueden usar el agua corriente para diluir sus drogas.

“Los baños no son similares a los sitios seguros de inyección. No hay nada seguro en inyectar donde defecas”, dijo Asher.

Para Asher y otros en el ámbito de la reducción de daños, ha llegado el momento de ofrecer a los usuarios de drogas espacios mejores y más seguros.

“Los sitios de consumo seguro son estériles y limpios”, dijo. “Salvarán las vidas de las personas más desfavorec­idas y eso es increíblem­ente importante”.

“A pesar de las condicione­s de inyección insalubres, los usuarios fueron llevados a los baños por sus opciones limitadas.

“Es bueno tener un lugar para salir de la calle para que los niños no tengan que ver esa mierda y no tengas que ser humillado en público”, dijo Alison Darveaux, una drogadicta sin hogar, flaca y pequeña, de 35 años. Dicho en septiembre. “Ambos lados no quieren verlo. No es un lado bonito de la vida”.

Darveaux visitó la oficina de Corner Project casi todos los días y recibió su tratamient­o contra la hepatitis C. Ella también usó los baños para inyectarse. Ella prefiere inyectarse sola, contra lo que García y otros en el mundo de la reducción de daños advierten, y el Proyecto Corner le permitió hacerlo en un ambiente seguro.

Park..

Ahora, sin lugar a donde ir, se inyecta en la acera o en Highbridge

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TOMAS NAVIA Clara Cardelle recoge jeringas usadas en Highbrideg­e Park, en El Bronx.

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