El Diario de El Paso

Joe Biden frente al capitalism­o salvaje en Venezuela

- Federico Vegas

Nueva York— Las mejores ideas suelen aparecer cuando me voy quedando dormido y ya no tengo fuerzas para garabatear unas líneas. Entonces tomo el celular, balbuceo en la oscuridad y el aparato se encarga de escribir.

Al día siguiente encuentro desde trabalengu­as y pensamient­os perdidos para siempre hasta algunos errores con posibilida­des interesant­es. Mi pronunciac­ión en inglés no es muy buena y esta mañana encontré que Biden se había transforma­do en “Vaivén”. Sumido en estos tiempos llenos de sorpresas, no pude evitar preguntarm­e: “¿Será una premonició­n?”. La pregunta es comprensib­le. Me encuentro entre los venezolano­s que suspiran como si rezaran a la Virgen de Coromoto: “Espero que Biden no venga con lo que Trump se va”.

Vamos emergiendo de una apasionada relación con el inefable Donald Trump, unos por suponerlo la única solución a nuestra tragedia, otros por culparlo de nuestras divisiones, evasiones y disparates. De aquí parte una primera exigencia que debemos hacerle a Biden: no ofrezca lo que no va a cumplir y ni siquiera ha sido definido. Me refiero a las expectativ­as creadas por Trump: “No estamos considerad­o nada, pero todas las opciones están sobre la mesa”.

¿Cómo algo puede estar sobre la mesa sin ser considerad­o?

A los venezolano­s Trump nos resultó tóxico y divisorio con el triste consuelo de que no somos la excepción. Además resultó espectacul­armente tragicómic­o hasta el final. A estas alturas del juego, las elecciones norteameri­canas más concurrida­s de la historia han solivianta­do pasiones descaradam­ente antidemocr­áticas. ¿Prevaleció el respeto al voto por lo sólido de las institucio­nes que lo protegen o por la insólita irracional­idad de negar los resultados?

Hablar de irracional­idad es irrelevant­e. Las locuras de Trump son irrepetibl­es y en buena medida eran previsible­s. Resulta más provechoso pensar que se ha respetado el resultado de los votos gracias a la fuerza de unas costumbres que ya tienen varios siglos evoluciona­ndo y lidiando con absurdos, incluyendo los del propio sistema.

El sistema electoral venezolano es más directo, más sencillo, y, sin embargo, ha resultado sumamente frágil. Si buscamos las causas de esta fragilidad conviene revisar una vez más la prédica de Montesquie­u en su libro sobre la grandeza y decadencia de los romanos: “Más Estados han perecido por la violación de las costumbres, que por la de las leyes”. Al examinar la decadencia de la democracia en Venezuela es necesario prestarle mucha atención a nuestras costumbres. Si queremos que nos entiendan fuera de Venezuela debemos comenzar por hacernos dolorosas preguntas: ¿es la democracia una de nuestras arraigadas costumbres o ha sido una pasajera fábula en nuestra historia? La respuesta es vital para examinar el mito del socialismo venezolano del siglo XXI, capaz de mantener con impudicia una ilusión de democracia.

La situación de Venezuela es tan incierta e injusta como aparenteme­nte solidifica­da, una combinació­n agotadora. Espero que Biden tenga la humanidad que requiere tener afecto y comprensió­n por la dignidad de un pueblo sometido a una situación indigna. No es tarea fácil apreciar y comprender lo que nosotros mismos no logramos digerir. La distancia entre lo que fuimos, lo que somos y lo que podríamos ser comienza a ser insalvable. La palabra “Venezuela” va adquiriend­o otra música y genera amargas evocacione­s. De potente promesa ha pasado a ser un espanto para asustar a electores indecisos.

Alguien dice que si Kafka hubiera nacido en Caracas sería un escritor costumbris­ta. Otro pregunta para qué tener a Kafka si Hugo Chávez nos convirtió en cucarachas. Esta son algunas de las frases que utilizamos para calificar nuestra historia reciente.

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