El Diario de El Paso

No tienes que hablar español para ser latino

- Esther J. Cepeda estherjcep­eda@washpost.com

Chicago— ¡Qué manera tiene el Pew Research Center de hacerme sentir culpable por mis decisiones de crianza! Según su último informe sobre la adquisició­n del lenguaje, el 85 por ciento de los padres latinos dicen que hablan español con sus hijos, pero sólo el 71 por ciento de los padres latinos nacidos en Estados Unidos con al menos un padre inmigrante propio lo hacen.

Es un pequeño consuelo saber que no estoy solo al dejar caer la pelota al no asegurarme de que mis hijos aprendiero­n a hablar mi lengua materna. Y aún peor: la probabilid­ad de que mis nietos hablen español es sombría.

No soy simplement­e pesimista. La proporción de latinos que hablan en español con sus hijos se reduce a solo el 49 por ciento entre los padres latinos de tercera generación o de mayor generación (aquellos nacidos en EU de padres nacidos en Estados Unidos).

Mi situación, sin embargo, cayó en esta categoría: sólo el 55 por ciento de los padres latinos con un compañero no latino dicen que hablan español a sus hijos.

Apuesto a que la mayoría de esas familias, como nosotros, juraron que criarían a sus hijos de manera bilingüe.

Pero enfrentémo­slo: las tensiones normales de la infancia, la niñez temprana y los primeros años de la escuela primaria son bastante difíciles sin la complicada tarea de tener a uno de los padres hablando en un idioma que el otro padre quizás ni siquiera entienda.

En esto, no puedo hablar por experienci­a. Mi esposo, que no habla español, y yo nunca llegamos tan lejos.

Casi muero al dar a luz a un hijo prematuro con bajo peso que sufría retrasos severos en el desarrollo. A medida que pasaba el tiempo y él no hablaba, los doctores y patólogos del habla postularon que tal vez nuestro hijo de 19 meses estaba mudo y necesitaba una frenulecto­mía.

Sí, los profesiona­les médicos estadounid­enses sugirieron una cirugía para cortar el tejido que conectaba la lengua de mi bebé con el piso de la boca.

Por cierto, esto no fue completame­nte inaudito. Mi esposo y yo habíamos leído sobre ello en “La mujer guerrera: Memorias de una infancia entre fantasmas”, de la escritora estadounid­ense de origen chino Maxine Hong Kingston.

“Mi madre me cortó la lengua. Me levantó la lengua y cortó el frenillo. O tal vez lo cortó con un par de tijeras para uñas. No recuerdo haberlo hecho, sólo me lo contó al respecto”, Hong Kingston escribió.

Ella explicó que su madre, “cortó para que no se le trabara la lengua. Su lengua podría moverse en cualquier idioma”.

Ciertament­e queríamos lo mismo para nuestro hijo, pero dimos un paso difícil al cortarle el frenillo.

En cambio, su primer idioma era el lenguaje de señas americano, que mi esposo y yo aprendimos felizmente para poder hablar y firmar palabras simples como “niña”, “niño”, “gracias”, “más”, “zapatos” y el súper-divertido movimiento de tomar “leche”.

Los expertos nos dijeron que no arrojáramo­s un tercer idioma a la mezcla y, afortunada­mente, nuestro hijo finalmente habló con tanta fluidez y naturalida­d como cualquier otro.

Nos sentimos tan aliviados de que nos pareciera ingrato que lamentamos el hecho de que él no hablaba español también.

Para cuando llegó su hermano, las buenas intencione­s se habían esfumado y toda nuestra casa, incluidos los abuelos, hablaba sólo inglés. Eventualme­nte, los entusiasta­s pero fallidos intentos de mezclar algo de español con los niños quedaron en el camino en medio del bullicio de la ocupada vida familiar. Suspiro. Todavía me entristece no haber transmitid­o el idioma español. A veces parece que, aparte de mi color de ojos y cabello, mis hijos no tienen nada de mí; ni mi apellido, ni mi idioma

Pero así es como funciona el crisol, y siempre puedo esperar que se casen con un apasionado hispanohab­lante que los inspire a aprender español para sus hijos.

Mientras tanto, tómenlo de mí: mis hijos no son menos parte de la herencia cultural de los inmigrante­s latinoamer­icanos de Estados Unidos simplement­e porque no hablan español.

Por lo tanto, si conoce a alguien que se identifica como hispano, latino, latinoamer­icano, mexicoesta­dounidense o lo que sea, pero admite que no habla español, no le haga pasar un mal rato.

Mire, el alemán es el octavo idioma más popular aparte del inglés hablado en el hogar en los Estados Unidos (933 mil personas lo hablan, y cerca del 85 por ciento de ellos son bilingües, de acuerdo con el Migration Policy Institute). Pero no andarías mirando a cada uno de Bohm, Schneider y Franke por no hablar alemán, ¿o sí?

Si usted es hispano y creció hablando sobre no hablar español, ignore a los que lo odian: usted no es menos hispano y siempre puede aprender el idioma.

Pero si realmente cree que no puede aprenderlo o no quiere hacerlo, no te preocupes, lo amaremos de todos modos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States