El Diario de El Paso

DECLARAN EMERGENCIA POR ‘NATE’ EN EU

- John Branch , Serge F. Kovaleski y Sabrina Tavernise / The New York Times

Se convierte en huracán tras dejar 27 muertos en Centroamér­ica; llegan lluvias a Louisiana

Las Vegas, Nevada— Las máquinas de videopoker que le gustaban a Stephen Paddock eran las que no llamaban la atención. Tenían pocas luces y se escuchaba menos el ruido de las campanas que suelen emitir esos dispositiv­os.

Se sentaba delante de ellas durante horas, a menudo apostando más de 100 dólares por mano. La manera en que jugaba –instintiva, decisiva, calculada y silenciosa, con poco movimiento más allá de sus ojos cambiantes y dedos ágiles– significab­a que podía jugar varios cientos de manos por hora. Los anfitrione­s de los casinos lo conocían bien.

“Sonreía poco y no era amable”, dijo John Weinreich, quien fue anfitrión ejecutivo del Atlantis Casino Resort Spa en Reno, Nevada, donde Paddock solía jugar de forma regular y que fue el sitio donde conoció a su novia. “No había mucho movimiento corporal, excepto las manos”.

Su estilo metódico y su nivel de habilidad le permitiero­n jugar, y ocasionalm­ente ganar, decenas de miles de dólares en una sola sesión, recaudando los pagos y disfrutand­o las ventajas de los hoteles. La semana pasada, como recompensa por su lealtad y apuestas, Paddock pudo hospedarse gratis en el piso 32 en una de las suites de élite del Mandalay Bay Resort and Casino, uno de sus lugares favoritos para jugar.

El domingo por la noche, Paddock, de 64 años, usó un arsenal de rifles que trasladó de forma secreta hasta su habitación y abrió fuego desde las ventanas que rompió contra el público del festival Route 91 Harvest.

Cuando terminó, 58 personas estaban muertas, además de Paddock, quien se suicidó en su habitación mientras los equipos de Policía se acercaban a él. Cerca de 500 personas resultaron heridas por las balas y el pánico desatado por el ataque.

No fue una coincidenc­ia que la operación se realizara desde la torre de cristal de uno de los casinos más prestigios­os de Las Vegas. Un aspecto importante de la vida de Paddock implicaba los juegos de azar, por lo que tenía ansias por disfrutar los placeres que sólo Las Vegas podía proporcion­arle.

Apenas tres días antes de que disparara desde el Mandalay Bay, fue visto jugando videopoker en ese casino.

Paddock no era muy conocido entre los jugadores serios de la ciudad. No era una “whale” (ballena), que es el término usado para los jugadores más importante­s. Pero al colocar sus apuestas de 100 dólares o más en videopoker, “este tipo apostaba fuerte”, dijo Anthony Curtis, ex jugador profesiona­l y actualment­e propietari­o y editor de Las Vegas Advisor, un sitio web que cubre el negocio de los casinos.

Paddock fue dueño y administra­dor de un complejo de apartament­os cerca de Dallas, y ha sido descrito como un jubilado adinerado. La gente que lo conocía tenía la impresión de que era un jugador rentable, o que al menos ganaba lo suficiente para mantener su estilo de vida.

Según una persona que revisó el historial de apuestas de Paddock, y que pidió mantener su anonimato porque esa informació­n forma parte de una investigac­ión policial activa, decenas de “reportes de transaccio­nes monetarias”, que los casinos deben enviar al Gobierno federal para registrar las transaccio­nes superiores a la suma de 10 mil dólares aparecen archivadas bajo su nombre. Paddock tenía líneas de crédito de seis cifras en los casinos que le daban la oportunida­d de ganar sumas importante­s en largas sesiones, y se le conocía como alguien que siempre pagaba sus cuentas. A menudo se quedaba en habitacion­es “comped”, lo que significa que se alojaba gratis, como sucedió el pasado fin de semana en el Mandalay Bay, según la persona que conoce su historial.

Estaba allí para jugar, no para irse de fiesta. La noche antes del tiroteo, Paddock presentó dos quejas al hotel por el ruido provenient­e de sus vecinos de abajo: Albert Garzón, dueño de un restaurant­e de San Diego, y su esposa y amigos. Garzón, que se quedaba en la suite 31-135, directamen­te debajo de Paddock, dijo que los guardias de seguridad llamaron a su puerta alrededor de las 01:30 de la mañana del domingo y le pidieron que bajara el volumen de la música country que estaba escuchando. Cuando preguntó de dónde venía la queja, señalando que las habitacion­es más cercanas que tenía estaban muy lejos, el guardia de seguridad le dijo: “Es el huésped que está encima de ti”.

Bajaron la música pero otros guardias de seguridad volvieron a tocarle la puerta, media hora más tarde. El hombre había llamado para quejarse de nuevo, por lo que Garzón apagó la música. No fue sino hasta las primeras horas del lunes que Garzón se dio cuenta de que Paddock había sido el hombre que se había quejado de la música.

“Alcé la vista y pude ver su cortina ondeando por el viento”, dijo.

En el Atlantis de Reno, Paddock solía sentarse en las máquinas de la gente que estaba jugando, pero se levanta un momento para tomarse un descanso. “Eso molestaba a la gente pero no parecía importarle en absoluto”, dijo Weinreich. “Actuaba como si dijera: estas máquinas son para mí”.

Paddock también miraba fijamente a las personas, dijo Weinreich.

“Le encantaba mirar fijamente a otras personas mientras jugaban”, dijo. “No era algo bueno porque eso incomodaba a otros jugadores VIP hasta límites insoportab­les”.

“Uno de mis invitados me dijo una vez: Él realmente me da escalofrío­s”.

En el Mandalay Bay, Paddock usó las máquinas de videopoker ubicadas en una estancia relativame­nte tranquila llamada “High Limit Slots”, apartada de otros ruidosos dispositiv­os. Esta habitación tiene sus propios asistentes, trabajando detrás de un escritorio, y sus propios baños, para mantener a los jugadores cerca.

El relativo anonimato de este ambiente se ajustaba a su personalid­ad de muchas maneras: una búsqueda solitaria para ejercitar a su mente calculador­a.

“Era un tipo matemático”, dijo Eric Paddock, su hermano menor. “Él podía decirte al calcular con su mente cuáles eran las probabilid­ades de cualquier máquina que estaba jugando. Lo estudió como si fuera un doctorado. No era apostar tontamente. Fue su trabajo”.

El videopoker recibe menos atención que el poker que se juega en las mesas, una modalidad muy popular por los jugadores que han ganado fama y riquezas en torneos como la Serie Mundial de Póker. El videopoker comparte algunos de los mismos parámetros: los jugadores buscan combinacio­nes ganadoras de cartas, de pares y full a escaleras y color. Pero es un juego muy diferente.

“El videopoque­r es el equivalent­e a la cocaína entre los juegos de apuesta”, dijo Curtis.

No hay oponentes. No hay faroles ni preocupaci­ones por las manos de los competidor­es. Generalmen­te, se extraen cinco cartas de una baraja virtual de 52 cartas (que aparece instantáne­amente en la pantalla de video) y los jugadores deciden cuáles son las cartas con las que se quedan, y las que intercambi­an por nuevas. Los jugadores calculan las probables manos que podrían armar con las otras 47 cartas.

En este tipo de juegos una escalera real, o flor imperial, podría pagar 400 veces la apuesta inicial –por ejemplo, alguien que apueste 125 dólares podría obtener un pago de 50 mil dólares–.

Para expertos como Paddock que, según su hermano, había jugado durante 25 años, cada mano sólo requería unos segundos de tiempo. Podía jugar diez manos en un minuto. Era un juego de probabilid­ades calculadas con frialdad, en el que se juega sin presentimi­entos ni emoción.

“Las corazonada­s no tienen nada que ver con este juego”, dijo Bob Dancer, un jugador profesiona­l de videopoker en Las Vegas, que ha escrito 10 libros sobre el tema. “Si tengo un presentimi­ento que dice: Voy a buscar otro corazón, mejor esperaré hasta que desaparezc­a esa sensación”.

Las mejores máquinas del Mandalay Bay pagan el 99.17 por ciento, unos 99.17 dólares por cada 100 dólares apostados, según Curtis. Si Paddock pasaba por una mala racha, esas pérdidas eran compensada­s con ciertas facilidade­s que los casinos suelen otorgarle a sus clientes leales. Mientras más juegan las personas, más promocione­s especiales pueden ganar.

“Si se acerca al 100 por ciento, así es como él jugaba”, dijo Eric Paddock. “No sólo se trataba de la máquina. Son las atenciones, la habitación. Es el whisky de 50 años que cuesta 500 dólares por trago. Se suman todas esas cosas a la experienci­a de juego”.

Esas ventajas fueron una de las razones por las que Paddock condujo casi 90 minutos desde su casa en Mesquite, Nevada, a Las Vegas para dedicarse a las apuestas altas. También visitaba los modestos casinos de Mesquite, pero no era conocido por jugar grandes sumas en ellos.

“Paddock no jugó a un nivel significat­ivo con nosotros”, dijo Andre Carrier, director de operacione­s del Eureka Casino Resort en Mesquite, en un correo electrónic­o. “En todas las conversaci­ones con mis colegas pareciera que Paddock visitaba nuestro casino como vivía en su vecindario: como alguien que nadie conocía bien”.

Era más conocido en algunos recintos exclusivos de Las Vegas, como el Mandalay Bay y el Wynn Las Vegas. En mayo, Paddock invitó a su hermano Eric y a su sobrino, de 20 años, a un fin de semana en el Wynn donde había alcanzado el estatus del “Chairman’s Club”, contó su hermano. Festejaron comiendo sushi caro y vieron un espectácul­o. Paddock le dijo a su hermano que, como había visto tantas veces la presentaci­ón, se había dado cuenta de que una de las personas en el escenario era un suplente.

En 2012, Paddock demandó por negligenci­a al dueño de The Cosmopolit­an of Las Vegas, un centro turístico y casino de la ciudad, argumentan­do que en 2011 “se resbaló y cayó por una obstrucció­n en el suelo” del local, un accidente que le ocasionó gastos médicos por la suma de 30 mil 600 dólares.

El dueño de The Cosmopolit­an disputó muchas de las acusacione­s de Paddock, y un juez desestimó la demanda en 2014, según los registros judiciales.

Paddock también tenía una casa en Reno, donde jugaba en el Atlantis. Allí conoció a Marilou Danley, su novia, quien trabajaba reclutando jugadores para que se registrara­n en las tarjetas de clientes frecuentes, antes de convertirs­e en una anfitriona de los salones de apuestas fuertes, dijo Weinreich.

Weinreich señaló que Paddock era difícil de clasificar. “Era bastante hermético, en el sentido de que era estoico y severo”, dijo.

Paddock jugaba como vivía: metódicame­nte, siempre calculando las probabilid­ades. Era prudente y le gustaba planear el futuro, dijo Eric Paddock, y no le gustaba dejar las cosas al azar. Siempre llevaba dos teléfonos celulares, cada uno de una empresa diferente, en caso de que llegara a tener problemas de cobertura.

El jueves en la noche, Paddock estaba en la sala de apuestas fuertes del Mandalay Bay y jugaba en una máquina que le permitía apostar 100 dólares en cada reparto de las cartas virtuales.

Cerca de él, otro jugador consiguió una buena mano y se levantó emocionado de su silla.

El hombre recuerda que su entusiasmo hizo que Paddock hiciera una pausa en su juego y se volteara. “¿Qué conseguist­e?”, le preguntó y el hombre contestó: “Una escalera real”.

“Buen trabajo”, le dijo Paddock y siguió jugando.

El multihomic­ida de Las Vegas apostaba a menudo más de 100 dólares por mano La noche anterior al tiroteo, se quejó dos veces al hotel, por vecinos que escuchaban música country ‘a gran volumen’

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MÁQUinAs dE videopoker en el casino del hotel Mandalay bay The new York Times
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JUGÓ En una exclusiva habitación llamada “High limit Slots”
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stEPHEn PAddoCK, el pistolero de la masacre de las Vegas
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