EEUU VS. CHINA: TREGUA COMERCIAL, GUERRA TECNOLÓGICA Y NUEVO FRENTE EN EL ÁRTICO
La guerra comercial de Trump contra China obtuvo una tregua con un arreglo ‘deslactosado’ que mínimamente detuvo la batalla de las tarifas que beneficia a EEUU. China esperará el desenlace del ‘impeachment’ de Trump en el Senado y/o su reelección cuando se intensifica la guerra tecnológica por Mike Pompeo y se abre un nuevo frente en el Ártico.
Existe un patente fatalismo en los círculos estratégicos de Washington sobre la inevitable guerra de EEUU contra China plasmado en el teorema de la trampa de Tucídides y el memorándum Crowe del libro Sobre China de Kissinger.
En su libro Destinados para la Guerra, el politólogo y relevante consultor del Pentágono Graham Allison expone su teorema de la trampa de Tucídides:
“Cuando una gran potencia amenaza para desplazar a otra, la guerra es casi siempre el resultado”.
En su polémico libro Sobre China, Kissinger, todavía muy cercano a Trump y a su yerno talmúdico Jared Kushner, desarchiva el célebre memorándum Crowe que versó antes del estallido de la Primera Guerra Mundial sobre la inevitabilidad de la guerra entre Gran Bretaña y Alemania y que ejemplifica “la rivalidad angloalemana como un augurio (sic) de lo que le puede esperar a EEUU y a China en el siglo XXI”.
Aquí no importan si tienen razón o no Allison y Kissinger, sino que representan más bien la moda pensante de los dos partidos reinantes de EEUU con sus respectivos estrategas que son auscultados por el presidente en turno.
En medio de su naufragio doméstico, debido a los avatares de su impeachment en el Senado, Trump consiguió dos resonantes triunfos comerciales de corte electorero: su acuerdo deslactosado de la fase uno con China, y su avallasador acuerdo T-MEC con Canadá y México que contempla utilizar para su reelección.
Trump exulta su logro comercial con China con propósitos propagandísticos, mientras ha levantado muchas cejas escépticas y asépticas sobre la implementación de la controvertida fase uno, no se diga si habrá una segunda fase. Pareciera que a cambio del respiro que le concedió a Trump -debido a su flagrante intervencionismo desde Hong Kong hasta la provincia islámica de Xinjiang-, China prefirió absorber algunas pérdidas relativas a su inmenso PIB, que en términos de paridad de compra/poder adquisitivo ya rebasó a EEUU, mediante sus electoreras compras teledirigidas por 200.000 millones de dólares en dos años, mientras Trump mantenía el castigo de sus 360.000 millones de dólares en tarifas.
Así las cosas, después de dos años de estéril guerra comercial, las tarifas de
EEUU a los bienes chinos serán del 19%, comparado al 3% de su inicio. Aquí pierde China.
Las fotos de la ceremonia en la Casa Blanca simbolizan el estado de las cosas. Cabe resaltar que no acudió el chino Xi Jinping y envió en su representación al viceprimer Liu He quien siempre estuvo a cargo de las negociaciones.
El rostro de Trump exultaba el triunfo, mientras la cara del viceprimer chino exhibía su distante perplejidad nada sonriente. El triunfo de Trump es electoral coreográfico con poca sustancia, ya que no pudo someter a China, cuyos multimedia previnieron que no se trataba de “una victoria de un solo lado”, sino de un “winwin” (ganar-ganar).
China trató en la medida de lo posible de no apartarse de los axiomas de la OMC, del FMI y del G20. En un ataque nada diplomático, dada la firma comercial del día después, Pompeo calificó a China de “verdadero Estado orwelliano” y refirió como ejemplo a seguir que “ninguno de nosotros hubiera instalado la tecnología soviética (sic)”.
Llama la atención que Pompeo aporte como ejemplo a la URSS cuando, en relación con el asesinato del icónico general iraní Soleimani ordenado por
Trump, su primera reacción fue llamar a su homólogo ruso Lavrov para propiciar una “desescalada” en Oriente Medio. Exageradamente emotivo, Pompeo exclamó ante el liderazgo tecnológico de Silicon Valley que “EEUU enfrenta un desafío de China que pide cada fibra (sic) de sus habilidades innovativas” y a quienes instó que “cooperar más con las agencias gubernamentales de EEUU” con el fin de “frenar a los militares chinos de usar nuestra propia innovación en contra nuestra”, por lo que “estaba alertando a sus aliados de los riesgos privados y la seguridad masiva en caso de estar conectados a la construcción de sus redes 5G por Huawei”.
Una ‘guerra fresca’ entre EEUU y China: ¿por qué no una guerra fría?
Quizá Pompeo ignore que no hace mucho varios gigantes de las joyas geoestratégicas de Silicon Valley -Google, Facebook y Microsoft- propusieron que el Pentágono controle la inteligencia artificial.
Como si lo anterior fuera poco, una delegación del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU encabezada por Matt Pottinger, presiona a Gran Bretaña a deslindarse de la red 5G de Huawei, ya que de otra forma EEUU interrumpiría su compartición de datos de espionaje con Londres. Simone McCarthy, del portal South China Morning Post, aduce que “la próxima frontera de la batalla de EEUU/ China es por el control global” —desde el mar del Sur de China hasta África—, donde el Ártico viene en primera línea.
Según McCarthy, el Documento Blanco sobre el Ártico de 2018 que publicó China, donde se define como “un Estado casi
(sic) del Ártico”, provocó escepticismo en Washington, ya que Pekín carece de “ambición militar”. (Sputnik)