Hagan sus apuestas: la selfie de Lacalle versus el cara a cara del Frente Amplio
Dos estrategias están en pugna. Una apuesta por la imagen y el marketing político, la otra recorre los pueblos y los barrios buscando mirar a la cara.
En esta campaña sobran los ejemplos de “espejismos” que se diluyen. Si lo sabrá Julio María Sanguinetti, que irrumpió como el “fenómeno” colorado a principio de año, y terminó esfumándose en la nada. O Ernesto Talvi, la gran “renovación” que disputaba el liderazgo opositor, y acabó desolado, con menos votos que Bordaberry, y jurando fidelidad y devoción a Lacalle Pou”.
Enla era de las selfies y las redes sociales, la imagen vale mucho, aunque no sea real. Mostrarse ganador y exitoso, ayuda. Y a eso apuesta Lacalle Pou. Busca instalar el relato de que ya ganó, de que el balotaje es una formalidad, y reparte cargos y ministerios con sus socios como si ya fuera presidente.
Se muestra en la tapa de los diarios y en los informativos centrales de televisión ostentando liderazgo. Y tapando con su propio rostro la foto que no puede tener, la de toda la oposición unida bajo un liderazgo común.
Lo mejor de la campaña del exsenador es el marketing político. Él lo sabe, y cumple a rajatabla el manual que le impone su equipo.
Para ellos todo va viento en popa, pero cuidado, las apariencias engañan. El candidato blanco hace su juego y se mueve como si fuera presidente. Pero la realidad es otra, el balotaje se juega voto a voto y nada está definido. Los siete puntos que cayó la coalición, según la última encuesta, y los tres que creció el Frente Amplio, dejan abierto el resultado.
Además, en esta campaña sobran los ejemplos de “espejismos” que se diluyen. Si lo sabrá Julio María Sanguinetti, que irrumpió como el “fenómeno” colorado a principio de año, y terminó esfumándose en la nada. O Ernesto Talvi, la gran “renovación” que disputaba el liderazgo opositor, y acabó desolado, con menos votos que Bordaberry, y jurando fidelidad y devoción a Lacalle Pou.
Es cierto que el candidato blanco tiene una ayuda poderosa que lo “aísla” de cualquier contratiempo que pueda mancharlo. Las malas noticias no lo afectan. El sistema de protección que opera en su beneficio impide que cualquier información en su contra dure más de 24 horas.
Ni siquiera el “papelón” impresentable de su intendente favorito, Carlos Moreira, demoró demasiado en la agenda mediática. Nadie sabe si renunció o lo expulsaron, ni tampoco se gasta en preguntarlo. Es mejor no remover el avispero, por las dudas.
Tampoco lo ensucian las escandalosas declaraciones del entorno de Guido Manini Ríos, que se empeñan en desafiar el sentido común. El socio principal de la coalición, el que hace imposible la foto colectiva, goza de la inmunidad de ser horcón del medio de Luis Lacalle Pou, y las “barbaridades” de sus dirigentes se toman casi con humor, aunque sean de terror.
Con todo eso a su favor, el candidato blanco todavía no logró inclinar la cancha y asegurar el triunfo. El Frente Amplio da pelea en el voto a voto, y casa por casa, busca convencer a los que creyeron necesario darle un tirón de orejas. A los que no querían que repita la mayoría parlamentaria, cansados de los bochornos del famoso voto 50, y a los que lo sienten un partido demasiado urbano, alejado de la realidad del interior del país.
A todos ellos les está hablando a la cara, asegurándoles que aprendió la lección, que esta vez sí el susto despertó al“mamao”, y que el nuevo compromiso se firmará mirando a los ojos y con un apretón de manos. Habrá que ver si lo consigue, y en su hora más difícil, logra romper el “encanto” de una seilfie con sonrisa impostada que amenaza con sacarlo del gobierno.