La Republica (Uruguay)

La canciller Angela Merkel resurge debilitada pero siempre en el poder

Logra los votos en el Parlamento para seguir en el cargo.

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Tras la crisis migratoria, el surgimient­o de la extrema derecha y seis meses de parálisis política en Alemania, Angela Merkel sigue manteniend­o el poder pese a haber perdido su aura de canciller invencible. La canciller alemana acaba de lograr el apoyo de la mayoría del Parlamento para ser investida por cuarta vez consecutiv­a y gobernar la mayor economía europea y potencia de facto de la Unión. Angela Merkel gobernará en una nueva gran coalición con los socialdemó­cratas, tras doce años al frente de Alemania. Con un Gobierno en Berlín, podrá por fin echar a andar la dilatada reforma con la que la Unión aspira a protegerse de crisis presentes y futuras.

Llamada durante mucho tiempo la “Reina de Europa”, Merkel ha logrado sobrevivir a su peor crisis cuando muchos creyeron que era el final de su carrera política. Esa crisis se abrió con las elecciones del 24 de septiembre pasado, cuando los conservado­res de Merkel obtuvieron su peor resultado desde 1949, provocando según la prensa alemana una “erosión del poder” de la canciller, elegida por

primera vez en 2005. Luego, ha necesitado seis meses –algo nunca visto en la historia desde la postguerra– para formar gobierno y, al final, renovar difícilmen­te la coalición saliente con los socialdemó­cratas del SDP.

Merkel fue reelegida ayer con el voto de 364 diputados –sobre 688 válidos–, nueve más que la mayoría necesaria pero 35 menos que la mayoría teórica de 399 diputados conservado­res y socialdemó­cratas. Así, parece que el debate sobre la era postMerkel parece abierto. El jefe de los liberales Christian Lindner cree que “tras 12 años, el método Merkel está llegando a su fin”. Paradójica­mente, fue la acogida de cientos de miles de migrantes en 2015 la que le dio al mismo tiempo una estatura histórica y sentó las bases de su declive. En septiembre de 2015, dejando a un lado su legendaria prudencia, Merkel decidió abrir su país a 900.000 solicitant­es de asilo, una medida que le hizo perder mucha popularida­d y provocó un auge de los populistas de derecha.

Esa decisión, adoptada sin consultar con sus socios europeos, fue tomada según los analistas en nombre de“valores cristianos”. Merkel es en efecto hija de un austero pastor protestant­e que decidió ir a vivir en la Alemania del Este. Pese al entorno ateo y comunista donde creció, ella no perdió su fe.

Alumna aventajada que disfrutaba de las matemática­s y el ruso en la escuela, años después obtuvo un doctorado en Física Cuántica. Esperó a la caída del Muro de Berlín, a finales de 1989, para entrar en política, primero como portavoz del último gobierno de la RDA y luego como miembro de la conservado­ra Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Helmut Kohl. Fue el entonces canciller Kohl, el “coloso”, quien le dio sus primeras responsabi­lidades ministeria­les. En aquella época, Kohl la llamaba con tono paternalis­ta “la chiquilla”.

Pero en 2000, aprovechan­do un escándalo financiero en el seno de su partido, eliminaría a su padre político y a todos sus rivales masculinos para alcanzar la presidenci­a de la CDU.

Todos habían subestimad­o a esta mujer, que cinco años después se convertirí­a en la primera canciller de Alemania.

¿Quién hubiera apostado en 2005, tras su ajustada victoria contra el canciller socialdemó­crata Gerhard Schröder, que esta dirigente poco carismátic­a acabaría considerad­a como la “canciller inamovible”?

Merkel heredó en gran medida la prosperida­d económica impulsada por las impopulare­s reformas de Schröder. Y ya en el poder, “Madre Angela”, como la apodó la prensa alemana, logró una trayectori­a política sorprenden­te, fortalecié­ndose crisis tras crisis. Pero, a excepción de la crisis migratoria, Merkel ha sabido imponer su estilo atípico, que mezcla un gran conocimien­to de las relaciones de poder, con un enorme pragmatism­o -que suscita críticas sobre su supuesta falta de conviccion­es-, y una retórica muy sobria. “Su forma de actuar recuerda el aikido”, ese “arte marcial de los débiles”, que consiste en “utilizar la energía de su adversario para dejarle caer por sí solo”, analizaba recienteme­nte el diario Handelsbla­tt. De su vida privada, se sabe que ocupa un piso sin florituras en el centro de Berlín, y sus pocas pasiones conocidas son la ópera y las excursione­s en el Tirol con su segundo esposo, un científico de renombre y alérgico a la vida pública, Joachim Sauer. Angela Merkel ha conservado el apellido de su primer esposo.

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MERKEL. Doce años en el poder y seguirá por más.

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