2017: fraude electoral en México
Los analistas políticos suelen tomar a las elecciones mexiquenses ocurridas hace dos semanas (04-06-2017), como anticipo de lo que acontecerá en las presidenciales de 2018.
Como es habitual, campeó el fraude con letras mayúsculas. Compra de votos, intervención gubernamental a favor de Alfredo del Mazo (primo amado del presidente), actas falsificadas, anulación de votos legítimos a Delfina Gómez candidata del opositor Morena. Por supuesto, meses antes los medios locales y nacionales apoyaron a Del Mazo, generando dudas en torno a Delfina. Asimismo, el Instituto Electoral Estatal, responsable de organizar los comicios, también mostró su talante oficialista, transformando anomalías graves en nimiedades.
La comercialización del voto es práctica común en un país con 66 millones de pobres, pero nunca el gabinete federal impulsó en forma descarada al candidato priísta en lo que entiende es su principal bastión, cuna del actual presidente. De ese estado Peña Nieto fue gobernador, luego se trampolineó a la presidencia gracias a la televisora dominante que transformó una campaña
política en telenovela.
Estaban obligados a ganar en el Estado de México, por eso, sin conocer límites, se aplicaron a convencer, comprar y amenazar a la ciudadanía estatal, en un acto que define la ¿democracia? vivida en México. Una donde la ciudadanía brilla por su ausencia, el asesinato de periodistas es práctica cotidiana y cuando llega la fiesta electoral, se elige según convenga al Señor Presidente y a la mafia que representa. Si no cuentan con el respaldo popular, sobran las trampas.
“Los comicios mexiquenses muestran claros signos regresivos -afirma Bernardo Barranco, intelectual reputado-. Mucho dinero, politización de programas sociales, violencia electoral, intimidaciones policiacas, intervención descarada de autoridades públicas, pasividad de estructuras electorales. Así el proceso electoral de 2018 se presenta apocalíptico”.
Con los datos servidos se puede avanzar en su análisis. Primero, el PRI triunfó con escasos 3% sobre su principal competidor, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido-movimiento recientemente fundado, cuya cabeza visible es Andrés
Manuel López Obrador (AMLO). Segundo, el supuestísimo partido de izquierda PRD se ubicó en tercer lugar casi igualando su votación en 2011. Tercero, el vetusto Revolucionario Institucional (PRI) perdió un millón de votos con respecto a los comicios anteriores.
2011: PRI, 62%; PRD, 21%, PAN, 12%. La abstención rondó el 50%.
2017: PRI, 34%; MORENA, 31%; PRD, 18%; PAN, 13%.La abstención rondó el 50%.
La numeralia habla por sí sola. Si Morena le restó pocos votos al PRD y el PAN mantuvo su electorado, entonces, Delfina se vio beneficiada de un cambio radical en la intención del voto tradicional en esa entidad. Al margen del apretado triunfo priísta (victoria basada en un descomunal fraude que el Instituto Nacional Electoral no contabiliza ni contabilizará), lo significativo salta a la vista, el PRI está construyendo una inevitable derrota en 2018. Es importante acotar que el PRD sostuvo su electorado gracias a los recursos oficiales. El presidente Peña Nieto estaba interesado en evitar la migración de votos perredistas a Morena, evento irrepetible el año que viene.
El asunto es que la tan cacareada democracia feneció y el empecinamiento priísta de mantenerse en Los Pinos, convierte al candidato opositor en enemigo. En efecto, a AMLO lo han denostado, injuriado, perseguido, pero otra cosa es declararlo enemigo público. Según la administración actual, Andrés Manuel no representa los más caros anhelos del pueblo mexicano. Esto lo pregona un gobierno totalmente desacreditado con una popularidad reptante.
Lo que resulta es la ruptura republicana, con la consiguiente muerte institucional, para imponer la condición de país sometido a una mafia asociada a Washington. México vive una permanente disolución nacional, mientras crece desaforadamente la corrupción y la delincuencia organizada. Sus gobiernos (federal, estatal y municipal) se dedican al saqueo, promoviendo al ejército como mega fuerza que ha reemplazado a la policía y por tanto, evaporador eficiente de la queja popular.
El PRI se cae a pedazos, su relevo (el derechoso PAN) no levanta, en tanto, Morena crece sin necesidad de alianzas. Combinación que solamente puede augurar una cosa: violencia.