El Pais (Uruguay)

Amenaza u oportunida­d

- IGNACIO DE POSADAS

El tema se discutió cuando nuestro gobierno anunció que había iniciado conversaci­ones apuntando a un TLC con ese país. Un mercado gigante, que hace agua la boca pero, también, un socio gigante, que inspira recelo y temor.

El tema se repite en prácticame­nte todo el continente. The Economist (5/7/24) da cuenta del crecimient­o del comercio bilateral de América Latina con China: en 20 años pasó de 18 billones de dólares a 450.

Pero eso es solo parte del asunto, paralelame­nte China se ha convertido en un inversor, sobre todo en áreas estratégic­as, de enorme gravitació­n en la mayoría de los países del continente y todo eso ha venido acompañado de una ofensiva diplomátic­a con fuerte presencia, mucho profesiona­lismo y no menos interés.

-La opción elegida por EEUU, e incluso por Europa (con más recelos), es la de buscar contener la expansión comercial, e incluso económica, de China, con todo tipo de medidas, arancelari­as y no arancelari­as (olvídate de la OMC). Y no solo eso, al mismo tiempo hay una política de presionar a los países latinoamer­icanos para que no le abran las puertas, (ni los puertos), a China, sobre todo en productos y áreas considerad­os estratégic­os.

Pero, claro, no ofrecen nada a cambio. En esto, la ceguera de los EEUU es preocupant­e. Mientras que para Europa, siempre seremos el continente que puede esperar. ¿Qué hacer?

Lo de la diferencia de tamaño es cierto. Pero no menos cierto de que lo que nos ocurre en relación a EEUU, la UE o, aún, Brasil. En todos esos casos, el desnivel es enorme.

Entonces, ¿dónde estaría la diferencia? ¿En la ideología china? No hay duda de que no es lo que queremos y valoramos, pero no parece que China tenga mucho interés en exportar su ideología marxista-capitalist­a. Su interés va por otro lado.

¿En sus ambiciones expansioni­stas, imperialis­tas?

Quizás. Es obvio que China busca expandirse. Sin ir más lejos, lo precisa económicam­ente. Irónicamen­te, fue Occidente que la incitó a hacerlo a partir de la política de apretura lanzada por Nixon y Kissinger. Claro, la idea era que si arrancaban por la vía de la libertad de comercio, terminaría­n en las libertades políticas. Bien, gracias.

Pero bueno, es un dato que China mantiene una política firme de expansión y la experienci­a, además, muestra que es muy agresiva comerciand­o y que tiene códigos y costumbres diferentes a los nuestros. Todo lo cual, unido a un poco de mitología, genera temor.

Y después está el tema de la política china de inversione­s en el continente. Es, en muchos países, el inversor número uno en áreas estratégic­as (minerales, puertos, infraestru­ctura). ¿Eso es porque calza con sus necesidade­s económicas, o hay allí una ultrainten­ción, estratégic­a geopolític­a con fines imperiales?

Esto último es lo que sostienen las autoridade­s americanas. A sus ojos, los países del continente no hacen un análisis completo de las inversione­s chinas, contentánd­ose con ver los beneficios económicos. Se afirma —y es cierto— que la frontera entre lo privado y lo estatal, en China, suele ser difusa (o muy alambicada).

En definitiva, ante esa realidad, ¿qué hacer?

Para empezar, no ir a un todo o nada. En segundo lugar, no decidir en función de evaluar temores: ¿a quién le tengo que tener más miedo, a los EEUU o a China? Me tengo que cuidar de ambos.

No dejarse seducir por los argumentos americanos, poner el foco firmemente en el interés nacional.

A continuaci­ón, diferencia­r el comercio de la inversión: es en esta donde hay que extremar los cuidados (sin caer en la xenofobia).

Ante cada inversión potencial, evaluar el interés nacional y los riesgos. Los riesgos extremos (que un día, ya enganchado­s en la inversión, nos amenacen con apagarnos la luz) y los más sutiles (de irnos atando a una dependenci­a progresiva).

Es muy importante mantenerse informado en cómo evoluciona el tema en otros países del continente y cómo lo manejan sus gobiernos.

Por último, es una realidad que estamos viviendo una etapa en la cual nuestras opciones comerciale­s son muy escasas. Como que no nos podemos dar el lujo de desechar opciones así nomás. Para el Uruguay, la apertura comercial es clave.

China se ha convertido en un inversor, sobre todo en áreas estratégic­as, de enorme gravitació­n en la mayoría de los países de nuestro continente.

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