El Pais (Uruguay)

Una ganadería... dos visiones

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Uruguay es innegablem­ente uno de los países más ganaderos del mundo. Ello no sólo se sustenta en su rica historia, la cual se remonta a la llegada de ganado de Hernandari­as en el 1600 y las más de 3 vacas por persona que aún tenemos en stock, sino a una activa producción ganadera que ocupa una parte importante de nuestra economía actual. El biotipo animal que se produce en Uruguay es el resultado de una centenaria selección genética adaptada a las condicione­s medioambie­ntales locales, donde la baja calidad del campo natural y la restricció­n de pasturas en épocas invernales han forzado la búsqueda de una vaca moderada y rústica, de bajo mantenimie­nto y que sea capaz de entregar un ternero al año bajo sistemas de producción extensivos.

Paradójica­mente, y a pesar de producir un animal más sufrido en desmedro de mayor potencial productivo, las tasas de preñez en Uruguay no suelen superar el 70%. Como se dice coloquialm­ente, “ni chicha ni limonada”.

Esto ocurre a pesar de una mejor ecuación de precios para la cría (fogueada por la exportació­n en pie) y disponibil­idad de tecnología­s comprobada­s como el destete precoz que consistent­emente han demostrado su viabilidad económica, permitiend­o llevar índices de preñez de 50 o 60% en ganado de pobre estado corporal a 80%. Entonces, ¿por qué resignamos potencial productivo enfocándon­os en biotipos más chicos y rústicos?

En el fondo parecen coexistir dos visiones muy contrapues­tas entre ofertantes y demandante­s de hacienda, lo cual se traduce en un mercado disfuncion­al y poco integrado. Algo muy atípico en las cadenas de suministro modernas de las cuales la industria cárnica debe aprender y mucho.

La vaca es sin dudas el animal más ineficient­e. No sólo respecto a otras especies como el cerdo o el pollo, sino comparado con otras categorías de vacunos, quedando sentenciad­a a convivir en los campos de menor productivi­dad. A pesar de ello, su bajo requerimie­nto energético y su condición de rumiante, la transforma­n en una máquina perfecta para las condicione­s reinantes en Uruguay, capaz de transforma­r un alimento fibroso de baja calidad (campo natural), en alimentos de altísima calidad nutriciona­l como leche y carne.

Sin desconocer esto, la ganadería extensiva que otrora se realizaba en Uruguay, ha sufrido una importante aceleració­n en las últimas décadas. Los sistemas de producción se han intensific­ado notoriamen­te y el uso de concentrad­os, en especial el feedlot, ha pasado a integrar una parte importante de nuestra actividad ganadera.

Ello nos lleva a preguntarn­os: ¿Estamos utilizando la genética adecuada para los actuales sistemas de producción?

Dada la alta concentrac­ión energética de la dieta, la producción a corral se optimiza engordando animales de mayor potencial productivo, que sean capaces de expresar todo su potencial genético en carcasas más grandes, cortes valiosos de mayor tamaño y mayor marmoreo (grasa intramuscu­lar), que se asocia a una carne de mayor terneza, sabor y jugosidad, muy valorada por los mercados más exigentes.

Esto requiere no solo selecciona­r especialme­nte qué tipo de ganado decidimos terminar en feedlot sino promover encierros algo más prolongado­s. Esta combinació­n permite alcanzar una mayor uniformida­d en los lotes y un elevado estándar de calidad que valorice las carnes que exportamos.

Si bien la genética uruguaya ha experiment­ado un gran salto de calidad y nuestros reproducto­res se destacan a nivel internacio­nal, continuamo­s en la búsqueda de ese animal moderado que no estamos tan seguros que optimice los sistemas de producción más intensivos. Evidenteme­nte, el vertiginos­o cambio que ha experiment­ado la ganadería con la inclusión del feedlot, no ha sido acompañado por modificaci­ones importante­s en la base genética utilizada, la cual presenta una inercia natural, producto de una arraigada tradición ganadera y carencia de señales por parte de la industria.

Ello expone la fragmentac­ión que aún existe en la cadena cárnica, donde industria y productore­s confrontan en un mercado crecientem­ente polarizado y no aparecen aun incentivos muy claros para promover la producción de carne de alta calidad.

¿Qué soluciones posibles existen para profundiza­r la senda de intensific­ación que viene atravesand­o Uruguay?

CAMBIOS EN EL BIOTIPO. Por un lado, resulta evidente que la inclusión de animales de mayor porte, pero sobre todo cruzas terminales o uso de razas compuestas podría aportar ese salto necesario que tanto los corrales como la industria pueden aprovechar sin perder la rusticidad del rodeo de cría.

Las dificultad­es que reviste a nivel reproducti­vo la cría de estos biotipos más grandes si bien existen, parecen atendibles con las tecnología­s disponible­s como el destete precoz. Aunque resistido por su implicanci­a en la selección asociada a la fertilidad natural del rodeo, mitiga los problemas nutriciona­les que afectan la preñez con gran efectivida­d.

Dada la inexistenc­ia de mecanismos de transferen­cia hacia la cría para la producción de estos animales, también resulta razonable la postura de los productore­s, quienes no están dispuestos a subsidiar un animal más rentable para la industria en desmedro de un animal de menor rusticidad y eficiencia reproducti­va. Para que ello ocurra son necesarias señales claras por parte del mercado, con lo cual la pelota se encuentra en la cancha de la industria (principal operador de los corrales de Uruguay) y es allí donde se deben gestar los cambios que tiren del carro.

GANADERÍA DE PRECISIÓN: EL CAMINO ALTERNATIV­O. Al igual que el salto tecnológic­o que experiment­ó la producción de granos con la agricultur­a de precisión en los últimos años, existen actualment­e tecnología­s en selección genómica que permiten identifica­r animales por su potencial genético con el objetivo de realizar una producción a medida de cada animal.

La identifica­ción temprana del potencial genético en función de su performanc­e productiva y calidad de carne permite gestionar en forma diferencia­l los animales, destinando menores recursos en los animales inferiores y progresiva­mente promover engordes más intensivos en los lotes de mayor potencial. Ello no solo tiene implicanci­as desde el punto de vista económico, sino que contribuye a reducir la intensidad de la huella de carbono, en línea con el rumbo de producción sustentabl­e que hemos optado como país.

Protocoliz­ar y profesiona­lizar la recría y terminació­n de ganado es hoy una oportunida­d que probableme­nte se torne una necesidad. Actualment­e el 80% de las pérdidas que se registran en los corrales provienen de un 15-20% de los animales inferiores (Pareto). Por otra parte, la enorme variabilid­ad que se observa a nivel de carcasas, incluso bajo sistemas estandariz­ados como el feedlot, afecta las posibilida­des de comerciali­zar un producto de mayor valor agregado, algo muchas veces inadvertid­o por el productor. La ganadería de precisión (selección genómica + la gestión diferencia­l de los lotes) reduce ineficienc­ias, maximiza la producción a campo, mejora notoriamen­te el resultado del corral y permiten alcanzar una mayor consistenc­ia del producto final.

Actualment­e, los costos de producir carne con alto nivel de marmoreo son prohibitiv­os para Uruguay y por ello corrales e industrias se conforman con el negocio de 100 días dentro la perecedera cuota 481. Ya sea utilizando la base genética actual o bien incorporan­do biotipos de mayor tamaño, la selección genómica es capaz de identifica­r precisamen­te los animales que, indistinta­mente de su raza o cruza, alcanzarán alta calidad de carne y por tanto valdrá la pena encerrar.

Este camino abre posibilida­des muy interesant­es para Uruguay. El uso de estas tecnología­s permitiría a nuestras industrias desdoblars­e de la región y dar un salto de calidad para competir en los mercados más exigentes, pisando fuerte en cualquier feria de alimentos del mundo y aumentar el valor de la tonelada exportada.

Estas herramient­as por otra parte tienen la capacidad de democratiz­ar la mejora genética y contribuir al mejoramien­to genético actual que gotea genética superior desde los planteles de cabaña, pero carece de herramient­as concretas para gestionar los animales en forma diferencia­l a nivel de rodeos comerciale­s.

Efectivame­nte, la ganadería uruguaya se encuentra atravesand­o un proceso de cambio que los agentes no han logrado procesar totalmente. Las posturas enfrentada­s y la inexistenc­ia de incentivos a los productore­s no permiten confluir en una visión compartida que modernice la ganadería promoviend­o la producción de un animal a la medida de los sistemas productivo­s actuales.

Este es un llamado de atención al sector ganadero todo. Mientras el mundo corre a velocidade­s inimaginad­as nuestra principal cadena agroindust­rial se muestra apática a los cambios y enamorada del status quo. Proveedore­s y compradore­s de un mismo producto ignoran las infinitas posibilida­des que existen de desarrolla­r una cadena de valor eficiente, moderna e integrada.

Protocoliz­ar y profesiona­lizar la recría y terminació­n de ganado es hoy una oportunida­d que quizás se torne una necesidad. El 80% de las pérdidas que se registran en corrales provienen de un 15 a 20% de los animales inferiores”.

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