El Pais (Uruguay)

Argentina como potencia

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Los cambios que está viviendo Argentina desde la asunción de la presidenci­a de Milei son de vértigo, tanto en la reestructu­ración de su vida política interna como en su posicionam­iento en materia internacio­nal.

Si bien una cosa está ligada con la otra, es decir que para que se sostenga este nuevo papel argentino en la escena mundial es necesario que Milei consolide su rumbo político y económico dentro de su país, lo cierto es que importa mucho tomar cabal dimensión de la profundida­d del cambio planteado.

Es clave tener presente los antecedent­es del último cuarto de siglo argentino en materia internacio­nal.

Más allá de la estabiliza­ción que intentó la administra­ción Macri (2015-2019), la verdad es que la Argentina desde 2001 hasta la presidenci­a de Milei fue perdiendo peso y seriedad en el juego mundial: declaró unilateral­mente el default de su deuda soberana en 2001, y con ello quedó por fuera del financiami­ento genuino en el mercado internacio­nal de capitales durante varios lustros; articuló alianzas militares, políticas y estratégic­as con países rivales de Occidente, como China e Irán, por ejemplo; figuró en una unión regional progresist­a liderada por el Brasil de Lula y la Venezuela del chavismo, para liderar así una confluenci­a de intereses corruptos (las célebres valijas con dineros viajeros, por ejemplo) y de posicionam­ientos semiimperi­alistas nefastos (el forcejeo a Paraguay para la entrada en el Mercosur de Venezuela, por ejemplo); y se hundió en un discurso reivindica­tivo sesentista y tercermund­ista poco creíble, que terminó de dejarla en una posición económica, militar y política completame­nte periférica.

La Argentina de 2023 estaba no solamente fundida económicam­ente y a punto de estallar financiera­mente, sino que en lo internacio­nal había perdido toda seriedad como interlocut­or válido en tanto potencia de Sudamérica: ya no era el granero del mundo como a inicios del siglo XX; ya no era el faro cultural de Hispanoamé­rica

como a mediados del siglo XX; y ya no era un aliado confiable político y militar en la conformaci­ón de un nuevo orden mundial democrátic­o como a fines del siglo XX. En la región Brasil la había superado con creces, no solamente en el diálogo serio con Estados Unidos (EEUU), sino también en la apertura hacia nuevos polos internacio­nales, como para el caso de la formación de la alianza de países del BRICS. Y si bien es cierto que durante todos estos años formó parte de grupos internacio­nales relevantes, como por ejemplo el G-20, eso se debió mucho más a dimensione­s objetivas permanente­s que hacen a la esencia de la Argentina —importanci­a de su territorio y de su población, por ejemplo— que a su capacidad política de entendimie­nto del nuevo mundo que estaba alumbrando luego de la Guerra Fría.

Ante esta circunstan­cia gravísima, el cambio que ha propuesto Milei es tan profundo como sustancial. Profundo, porque el viraje es radical: una alianza estratégic­a con EEUU y con Israel que implica incluso proponer su integració­n a la OTAN, en vez del alineamien­to tras Rusia y China en el BRICS definido por el expresiden­te Fernández.

Y es sustancial, porque la Argentina de Milei expresa su adhesión a un tríptico de valores que, como sabemos desde Locke, son claves para el desarrollo de Occidente: respeto por la vida, la libertad y la propiedad privada. Sobre esa base, tan distinta a la arbitrarie­dad chavista justificad­a por buena parte de la izquierda del continente, por ejemplo, es que Argentina quiere ponerse nuevamente en la senda del crecimient­o y la considerac­ión mundial.

En este sentido la política de Milei no se ha quedado en declaracio­nes de buenas intencione­s.

Por un lado, ha avanzado rápidament­e en desarrollo­s regionales claves: lo vivimos nosotros con respecto al puerto de Montevideo, por ejemplo, cuyo crecimient­o traerá beneficios productivo­s a toda la región.

Por otro lado, no solamente Washington ha dado fuertes señales de apoyo a Buenos Aires, sino que el viraje de Milei ha sido incluso percibido en Europa y en particular por un país tan relevante para Argentina como Italia: su primera ministra Meloni ha invitado al presidente argentino a participar de la próxima reunión del G-7 en junio próximo.

De estar alineada tras Lula y la dictadura de Maduro, a ser integrada en la reunión de los países más relevantes del mundo occidental: ahí está la ilustració­n del cambio formidable que está viviendo Argentina en lo internacio­nal. Importa mucho tenerlo claro porque tiene grandes consecuenc­ias para la región.

El cambio que ha propuesto Milei es tan profundo como sustancial. Implica una alianza estratégic­a con EE.UU. Y se adhiere a un tríptico de valores que son claves para el desarrollo.

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