El Pais (Uruguay)

De Orwell a Disney

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Cuando George Orwell escribió su novela “1984”, no debió imaginar la impresiona­nte proyección cultural que tendría en el futuro, aún más allá del año que eligió para su distopía. El escritor inglés denomina “Big Brother” al tirano global que retrata, omnipresen­te en las pantallas de sus subordinad­os. La traducción de ese nombre es “hermano mayor”, aunque el narrador juega con la literalida­d de la expresión, “gran hermano”, en un doble sentido que refuerza la sensación de opresión totalitari­a.

La anécdota viene a cuento porque los uruguayos acabamos de enterarnos que para el ministro de Economía argentino Sergio Massa, o súper ministro según lo llaman, Argentina y Brasil deben cuidar a Uruguay porque cumplen con nosotros un semejante rol fraterno-paternal: “Yo creo que Uruguay es uno de los hermanos menores del Mercosur, y Brasil y Argentina tienen la responsabi­lidad de cuidarlo, como a todo hermano menor”, dijo.

Pasando por alto el más que claro botijeo que connota esa apreciació­n, Massa le erra de palo a palo, porque si algo define el acuerdo del Mercosur es que es entre pares, sin privilegio ni categoriza­ción ni prerrogati­va alguna según el tamaño geográfico o la dimensión poblaciona­l.

Connotados economista­s de ambos países han advertido además que resulta paradójico que un gobierno como el de Argentina, que pedalea contra una inflación del 95%, pretenda enseñar a cruzar la calle tomándolo de la mano a otro como el nuestro, con una inflación del 9%. Y ni que hablar si confrontam­os ingresos per cápita, índices de pobreza, salario mínimo y apreciació­n de la moneda. La desafortun­adísima declaració­n sirvió al menos para que la prensa argentina mostrara esas comparacio­nes, evidencian­do el resultado tan disímil entre ambos modelos de conducción.

Porque acá el conflicto no es entre argentinos y uruguayos: somos dos pueblos hermanados por una misma tradición cultural y fuertes lazos de afecto, más allá de rivalidade­s superfluas. La afrenta la hace un representa­nte principal del actual gobierno argentino, un gobierno que, a juzgar por su desprestig­io popular, no renovará el mandato en la próxima elección. Dicho en palabras más claras: no es Argentina quien nos botijea a los uruguayos, es exclusivam­ente el kirchneris­mo.

No es algo nuevo, por otra parte. No hay que olvidar la respuesta del presidente Néstor Kirchner a nuestro mandatario Jorge Batlle: “no importa, dentro de un tiempo lo arreglo con Tabaré”. Pero tampoco se la hizo fácil a Vázquez, forzándole un cierre de los puentes sobre el río Uruguay y acicateand­o a una turba de patoteros que obligara al propio Vázquez a prever una posible ayuda militar estadounid­ense, tal como lo reconoció tras culminar su mandato.

Tan clara es esta diferencia entre el sentir del pueblo argentino y la forma de operar de sus actuales inquilinos del poder, que connotados dirigentes políticos de la oposición del vecino país formularon de inmediato su rechazo categórico a la boutade de Massa.

Ricardo López Murphy fue contundent­e al respecto: “mis disculpas, en nombre de los argentinos coherentes, al pueblo uruguayo. Muestran la ignorancia, incapacida­d y estupidez del kirchneris­mo”.

Para no entorpecer aún más una relación ya de por sí complicada, entendemos acertado que el presidente Lacalle contestara a la prensa con la palabra:

Los uruguayos acabamos de enterarnos que para el ministro de Economía argentino Sergio Massa, o súper ministro según lo llaman, Argentina y Brasil deben cuidar a Uruguay porque cumplen con nosotros un rol fraterno-paternal.

“Disneyland­ia”. Fue una respuesta irónica a quien tiene ínfulas de ser “hermano mayor” orwelliano, en una situación que reclama respeto a la institucio­nalidad y a la soberanía de los pueblos.

¿Y por casa, cómo andamos?

Esta era una inmejorabl­e ocasión para que la oposición se alineara categórica­mente con la dignidad nacional, pero otra vez las orejeras ideológica­s se lo impiden. Recordamos muy bien aquel discurso de asunción presidenci­al de Cristina Fernández en que vituperó a Uruguay, con Vázquez en la primera fila de invitados, y la severidad con que nuestros partidos fundaciona­les criticaron ese desplante y defendiero­n al presidente de todos los uruguayos. También recordamos al presidente socialista español José Luis Rodríguez Zapatero, rechazando que Hugo Chávez calificara de fascista a José María Aznar (aquel episodio del inolvidabl­e “¿Por qué no te callas?” del rey Juan Carlos).

Acá no. Silencio. Un silencio que dice mucho más que la caterva de agravios que los Pereira, los Cosse, los Orsi y los Bergara vociferan todos los días contra el gobierno.

Por sus dichos, pero sobre todo por sus silencios, los conocerás.

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