El Pais (Uruguay)

Ucrania, tanques y la amenaza rusa

- CLAUDIO FANTINI LA BITÁCORA

La discusión sobre los tanques que reclama Ucrania revela las abismales dudas que paralizan a las potencias occidental­es. El eje euro-norteameri­cano quiere derrotar a Rusia sin enfrentarl­a de manera directa, que es con lo que amenaza Moscú si la OTAN provee a los ucranianos el armamento de carácter ofensivo que necesita para recuperar los territorio­s en manos rusas.

Todos están de acuerdo en ayudar a Ucrania a defenderse del ejército invasor, pero esa defensa está en un punto que impone lanzar una ofensiva. Y una ofensiva requiere los tanques que las potencias le están negando con diferentes argumentos. Estados Unidos dice que los M1-abrams son demasiado sofisticad­os y no hay tiempo de preparar tanquistas ucranianos. Francia le retacea sus tanques Leclerc porque dice necesitar todos los que tiene para no desprotege­r su territorio. Gran Bretaña enviará catorce Challenger, pero con ese puñadito de tanques pesados no alcanza para la reconquist­a que quiere lanzar Zelenski, cuya mayor obsesión son los blindados alemanes.

Los tanques Leopard son los más adecuados para los planes militares de Ucrania. Polonia está dispuesta a enviarle todos los que posee si Berlín la autoriza. Pero el canciller Scholz teme que mandar a Ucrania los Leopards que reclama hará que Rusia coloque a Alemania en la categoría de “co-beligerant­e” y la convierta en blanco de sus misiles nucleares.

A esta altura del conflicto, el tema es “qué” significa ayudar a Ucrania a defenderse. No darle las armas que le permitiría­n lanzar la reconquist­a de territorio­s ocupados por el ejército invasor, implica imponerle que acepte la pérdida de esa porción del país. Mientras que darle las armas necesarias, implica pararse ante el abismo nuclear con que amenaza el Kremlin.

Sobre ese abismo está advirtiend­o Elon Musk. El megamillon­ario que fundó Tesla y se adueñó de Twitter dice estar del lado del país invadido para matizar sus razonamien­tos siempre elípticame­nte favorables a Moscú, pero su afirmación sobre lo que implicaría el intento ucraniano de recuperar Crimea, parece estar más cerca de la realidad que las aspiracion­es de Zelenski.

Ningún líder de las potencias atlánticas que están ayudando a Ucrania, le dice al presidente ucraniano algo que a esta altura parece evidente: Ucrania debe aceptar que es imposible recuperar la totalidad de su territorio hoy ocupado por las fuerzas invasoras. Y el mayor ejemplo de lo irrecupera­ble es Crimea.

Si el ejército ucraniano no fue por la reconquist­a de la península en el 2014, cuando fue ocupada y anexada por Rusia, no puede aspirar a recuperarl­a ahora.

Ucrania puede aspirar a la recuperaci­ón completa de Mariupol y su costa sobre el Mar de Azov, y también de grandes extensione­s de territorio­s al Este del río Dniéper. Pero debe aceptar la realidad de que al menos partes de Doniestk y Luhansk, además de Crimea, queden en el mapa ruso. Esto es lo que señala Elon Musk.

En este razonamien­to, sin esa alteración de los mapas preexisten­tes al inicio de la guerra, es imposible que exista un final al conflicto que no implique un cataclismo nuclear.

Si Rusia quedara al borde de perder la totalidad de lo invadido, incluida Crimea, se harán realidad las amenazas de guerra atómica que vienen repitiendo altos jerarcas rusos, con el número dos del Consejo de Seguridad, Dimitri Medvedev, a la cabeza.

Por cierto no es fácil resignar territorio­s en un país cuyos guerreros están luchando con un coraje y una eficacia sorprenden­tes. En Ucrania hay razones valederas para pensar que es posible recuperar hasta el último centímetro de territorio invadido.

Si Alemania les entregara los tanques Leopard y Estados Unidos los tanques Abrams y los sistemas defensivos antiaéreos que pueden neutraliza­r misiles como los KH-22, creados para hundir portaavion­es, los ucranianos podrían vencer totalmente al ejército ruso y a los mercenario­s del Grupo Wagner que están en su territorio.

Pero el triunfo posible para Ucrania depende de que Rusia no recurra a sus arsenales convencion­ales más devastador­es y a sus proyectile­s nucleares.

Este punto es el que Zelenski parece no incluir en sus razonamien­tos. Si bien los bombardeos ya efectuados constituye­n crímenes monstruoso­s, se trata sólo de una señal de la capacidad devastador­a de los arsenales rusos. No es por humanismo que Putin aún no ordenó borrar del mapa ciudades, aniquiland­o a sus poblacione­s. Por muchas razones, no le conviene hacerlo. Pero que no le convenga no significa que no puede.

La dimensión de sus arsenales le permitiría lanzar la devastació­n total de Ucrania y quizá esté dispuesto a hacerlo como última instancia, antes que salir derrotado de esta guerra insensata que lanzó.

En la guerra de tropas contra tropas, gana Ucrania. Pero es imposible pretender que Putin acepte esa derrota para no llevar la guerra al terreno al que podría llevarla y en el que la asimetría es absoluta a favor de Rusia.

El triunfo para Ucrania depende de que Rusia no recurra a sus arsenales convencion­ales más devastador­es y a sus proyectile­s nucleares.

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