El Pais (Uruguay)

Hay que evitar la polarizaci­ón

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Uruguay cuenta con un sistema de seguridad social que nos destaca a nivel regional e internacio­nal y, al mismo tiempo, existe un amplio consenso sobre la necesidad de realizar una nueva reforma del mismo, que se adapte a la situación demográfic­a del país y los cambios en el mercado de trabajo.

A partir del artículo 393 de la ley 19.889 votada en julio de 2020, se conformó la Comisión de Expertos en Seguridad Social, reuniendo una visión amplia, plural y representa­tiva de la sociedad uruguaya. El objetivo de dicho grupo es el análisis, debate y asesoramie­nto respecto a las transforma­ciones que es necesario realizar en la materia.

La creación de la CESS demuestra el camino de diálogo elegido por la actual administra­ción. A esa amplitud de miradas, se suma el análisis de los mejores expertos, reuniendo la experienci­a nacional y mundial para garantizar el mejor proceso.

Hace algunos meses, la CESS presentó su informe de diagnóstic­o poniendo sobre la mesa algunas recomendac­iones que marcan el rumbo del debate. Notoriamen­te, es clave dar esta discusión partiendo de un necesario consenso respecto a cumplir con el objetivo de la sostenibil­idad financiera, como requisito fundamenta­l sobre el cual se apoyan la sostenibil­idad social, intra e intergener­acional.

El contexto actual, con amplias transforma­ciones en el mercado laboral y notorios cambios a nivel demográfic­o, presiona a los sistemas de pensiones en el mundo entero y nos obliga a revaluar los mecanismos de protección social en la vejez.

En Uruguay, la dinámica demográfic­a marca un acelerado envejecimi­ento poblaciona­l, proyectánd­ose su duplicació­n para el año 2070, llegando a un 29% del total de la población. Esto, según se publica en el informe de la CESS, significa que mientras en el año 1950 había casi 8 personas de entre 15 y 64 años por cada persona de 65 o más, hoy la relación es de 4 a 1, y para 2050 será de menos de 3 a 1.

La edad mínima de acceso a las jubilacion­es, sin embargo, no ha acompañado esta transición demográfic­a. Actualment­e,

se estima una sobrevida de 22,5 años y se estima para el año 2070 que esa cifra llegue hasta los 27,1 años. Esto, entre otras cosas, significa que poblacione­s activas cada vez más chicas, deberán financiar generacion­es de jubilados cada vez más grandes y por más tiempo. Transforma­rlo entonces, supone un desafío para la sostenibil­idad y la justicia entre generacion­es.

Resulta fundamenta­l considerar en el debate actual no solo a quienes alcanzan en los próximos años la edad de retiro, sino también a aquellas generacion­es jóvenes que serán los encargados de sostener el sistema. Sin dudas, cualquier cambio deberá incorporar la variable de la progresivi­dad en su implementa­ción, respetando los derechos adquiridos por las actuales generacion­es, sin hipotecar el futuro de los más jóvenes

La concreción de esta reforma es uno de los principale­s desafíos que enfrenta el actual gobierno, en términos de sostenibil­idad fiscal y justicia social. La importanci­a del tema, uno de los principale­s para el futuro del país en el largo plazo, necesita que nuestros políticos, empresario­s y sindicalis­tas asuman con madurez el desafío, priorizand­o el consenso y evitando la polarizaci­ón por presuntos beneficios electorale­s de corto plazo.

La concreción de esta reforma es uno de los principale­s desafíos que enfrenta el gobierno.

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