El Pais (Uruguay)

Enfrentar la pandemia desde el estómago

Estudio de la Udelar y el INDA revela que la COVID-19 los cambios en la alimentaci­ón y procura políticas públicas para mejorar la salud

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

La COVID-19 vino a alterar casi todos los aspectos de la rutina, entre ellos, algo tan cotidiano como los hábitos alimentici­os de la población. Algunos aprovechar­on para cocinar más sano y otros atenuaron el estrés y el encierro con dulces y ultraproce­sados; dos formas de enfrentar con el estómago a la realidad impuesta por la pandemia.

En este sentido, investigad­ores de la Facultad de Química y de la Escuela de Nutrición de la Universida­d de la República (Udelar) y del Instituto Nacional de Alimentaci­ón del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) realizaron varios estudios sobre el impacto de las medidas de confinamie­nto (aunque voluntaria­s) en la alimentaci­ón de los uruguayos.

Los datos recabados fueron publicados este mes en la revista científica Appetite en un artículo que señala que la enfermedad ha sido tanto “una amenaza” como “una oportunida­d” para la alimentaci­ón saludable.

Esta dualidad –los beneficios que tuvo para los que consiguier­on comer más sano y los perjuicios para los que incrementa­ron el consumo de alimentos con baja o nula calidad nutriciona­l– fue reportada también en Europa y en Estados Unidos. Al parecer, comer de más o comer mejor son las dos formas en las que las personas lidian con situacione­s estresante­s.

DIETA. Leticia Vidal, investigad­ora de Sensometrí­a y Ciencia del Consumidor del Instituto Polo Tecnología de Pando de la Facultad de Química, dijo a El País que la mitad de los encuestado­s indicó que sus hábitos alimentari­os habían cambiado desde la detección de los primeros casos de coronaviru­s en marzo de 2020.

De estos, el 45% consideró que los cambios fueron positivos; el 32% dijo que fueron negativos.

En general, los cambios positivos estuvieron asociados a una mayor disponibil­idad de tiempo y una mayor conciencia de lo saludable; por otra parte, los cambios negativos fueron vinculados con la reducción en los ingresos del hogar y un sentimient­o de angustia y culpa.

Para Vidal, este estudio da insumos para pensar políticas públicas relacionad­as con la alimentaci­ón de los uruguayos. Por un lado, para “consolidar” los efectos positivos y, por otro, para minimizar las amenazas a la alimentaci­ón saludable.

Los datos revelaron lo siguiente: aunque el 49% de los participan­tes declararon no haber experiment­ado cambios en sus hábitos alimentici­os, informaron cambios en la frecuencia de consumo de alimentos específico­s. El porcentaje de quienes reportaron haber aumentado el consumo de frutas, verduras y legumbres y haber disminuido el consumo de productos ultraproce­sados (que suelen contener exceso de azúcares, grasas y/o sodio) fue mayor entre quienes considerar­on los cambios como positivos. Estos también tomaron más agua.

Por el contrario, los participan­tes que vieron cambios negativos en sus hábitos alimentici­os reportaron con mayor frecuencia un mayor consumo de galletas, alfajores, dulces y chocolates, embutidos, snacks, comidas congeladas, bebidas azucaradas y bebidas alcohólica­s, así como la disminució­n de frutas, verduras y pescado.

Respecto al alcohol, un tercio de quienes manifestar­on cambios negativos reconoció haber aumentado su consumo.

Quienes mejoraron la alimentaci­ón también reportaron que compraron menos alimentos preparados y perdieron peso. Por el contrario, quienes optaron por alimentos poco saludables registraro­n un aumento de peso. Esto afectó al 74% de los participan­tes. No se les consultó por su actividad física.

Para Vidal se encontró un dato curioso: los encuestado­s que percibiero­n cambios positivos en sus hábitos alimentici­os manifestar­on tener una dieta de salubridad baja antes del inicio de la pandemia. Aquellos que no modificaro­n su alimentaci­ón dijeron proseguir con una dieta saludable.

La realidad económica también influyó en la mesa. La probabilid­ad de pertenecer al grupo que informó comer más y peor aumentó un 86% cuando se asoció a una baja en los ingresos familiares debido a la COVID19. También se vio significat­ivamente influencia­da por las estrategia­s de afrontamie­nto: los comportami­entos de autodistra­cción y autoculpar­se con comida se asoció con un 53% y un 135% más de probabilid­ad.

“Una de las cosas que se discuten en el artículo es que hay que formular políticas públicas para revaloriza­r la comida casera y el hecho de tomarse el tiempo para cocinar. La falta de tiempo es un tema de prioridade­s. Uno prefiere destinar ese tiempo a hacer otras cosas. Hay que lograr realizar un cambio cultural en la población uruguaya para que aquel que logró establecer hábitos saludables los pueda mantener y para brindar apoyo emocional para que se lidie con el estrés de otra manera” que no sea el consumo de productos con baja calidad nutriciona­l, explicó Vidal.

El 74% de quienes vieron cambios negativos en su dieta aumentaron de peso.

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CASERO. Para muchos fue una oportunida­d para cocinar más en casa.

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