El Pais (Uruguay)

Medidas sirvieron pero la pandemia sigue creciendo

El sistema de salud no colapsaría en febrero como se temió, pero expertos alertan por regreso de actividade­s

- TOMER URWICZ

▃▃ La pandemia del COVID19, que había crecido a gran velocidad desde la tercera semana de noviembre, tuvo un enlentecim­iento. Las medidas adoptadas por el gobierno, junto al fin de las clases y el comienzo de las licencias, dieron cierto resultado. Pero los científico­s que asesoran a Presidenci­a dicen que no se les ganó a las gráficas, porque la epidemia, aunque a ritmo más lento, sigue creciendo. Hace un mes se duplicaban los casos cada diez días y ahora lo hacen cada 26. Según el biofísico Álvaro Cabana, “la única manera de bajar el crecimient­o de los contagios es con medidas más drásticas”. Porque aunque admite que hubo un corrimient­o respecto a las proyeccion­es —las que pudieron estar erradas—, “faltarán varios meses para que se alcance la inmunidad con las vacunas” y las infeccione­s siguen aumentando. Tanto es así que la matemática María Inés Fariello advierte que, en este contexto, “las clases de los escolares empezarán en un escenario peor del que terminaron”.

La única manera de bajar el crecimient­o de contagios es con medidas más drásticas”. Álvaro Cabana, doctor en Ciencias Biológicas e integrante del GACH.

“Las clases de los escolares empezarían en un escenario peor del que acabaron”.

María Inés Fariello, matemática e integrante del GACH.

Uruguay aún surfea la primera ola del COVID-19. Es una ola de contagios, según coinciden los científico­s, en la tercera semana de noviembre creció a gran velocidad. Una ola que para algunos matemático­s empezó a formarse a comienzos de octubre y, para otros, al principio del mes siguiente. En diciembre desaceleró su ritmo de crecimient­o, pero siguió creciendo. Aunque se está mirando en un clima de cierta neblina y números que oscilan, parecería que esta ola aún no llegó a la cresta.

Por eso, algunos científico­s que asesoran al gobierno, o que han venido siguiendo el ritmo de la marea a puro cálculo, entienden que la situación “es preocupant­e”. El doctor en Ciencias Biológicas Álvaro Cabana, uno de los integrante­s del equipo que realiza proyeccion­es matemática­s sobre la pandemia en el grupo de científico­s asesores (GACH), cree que “los conceptos vertidos en la conferenci­a de prensa” del pasado miércoles, en la que el presidente Luis Lacalle Pou dio a entender que los uruguayos habían vencido a las gráficas, “fueron demasiado triunfalis­tas y no condicen con la realidad”.

Esta realidad, según Cabana, “no tiene que mirarse en comparació­n a las proyeccion­es hechas a comienzos de diciembre, las que pueden haber sido demasiado pesimistas o incluso erradas, sino en relación a que la pandemia sigue expandiénd­ose”. Y que podría tener una complicaci­ón extra: el efecto fiestas de fin de año.

Porque esta época de brindis y playa tiene, al entender del físico Nicolás Wschebor, exintegran­te del GACH que aún colabora con el coordinado­r del equipo de modelaje, el matemático Ernesto Mordecki, una de cal y otra de arena. Por un lado, hay licencias, hay personas que se van al interior haciendo que se descomprim­a Montevideo, hay más actividad al aire libre... todo eso podría mejorar el escenario. Pero, por otro, hay festejos y rupturas de las burbujas que complicarí­an la situación.

Cuando miran por el espejo retrovisor, los científico­s coinciden: las medidas de mitigación adoptadas por el gobierno nacional y los departamen­tales — el fin de las clases, la suspensión de los exámenes presencial­es en universida­des, las licencias y cierto susto colectivo— dieron fruto. En diciembre la epidemia bajó su ritmo.

La matemática María Inés Fariello dice que esa desacelera­ción fue notoria en la tercera semana de diciembre, y a partir del 22 de diciembre se vio acompañada “de una reducción de movilidad”.

Ese combo de medidas y sucesos estacional­es hizo que las proyeccion­es que indicaban unos 1.200 contagios diarios para fin de año hayan quedado “exageradas”. Pero, aclara Cabana, de eso se tratan las proyeccion­es: “La proyección surge de modelos matemático­s que buscan simplifica­r la realidad, a veces dejando elementos por el camino, y que sirven para entender a qué escenario podrías haber llegado si seguía esa tendencia. No es una predicción. Por eso cuando no se llega a la cifra proyectada, no significa que se haya ganado”.

Ese “juego” de proyectar qué pasará con la ola se volvió, a comienzos de este enero, en un desafío extra. Porque la incertidum­bre de las fiestas, la oscilación en la cantidad de test, la crecida de la ocupación del CTI pero a un ritmo más lento, hacen que los científico­s no tengan del todo claro si conviene arriesgar una proyección.

El martes se reunirá el equipo de datos del GACH para discutir justamente eso: ¿es viable proyectar?

Wschebor es partidario de ser más cauto. Por eso prefiere hablar del presente y las implicanci­as que ello tiene. “Lo que seguro no está pasando es que la pandemia se esté extinguien­do. Y eso es complicado para febrero, cuando se retomen las labores y la movilidad retorne a guarismos más parecidos a diciembre. Dicho de otro modo: febrero arrancaría en un piso no deseable”.

La matemática Fariello sitúa a ese impacto incluso antes: con la vuelta a las actividade­s de la construcci­ón y cuando se empiecen a notar los cambios de burbujas en las fiestas.

REPRODUCCI­ÓN. En el glosario epidemioló­gico que la humanidad tuvo que aprender con el nuevo coronaviru­s, hay un término que en Uruguay no tuvo tanta prensa: el número de reproducci­ón. Esa cifra a la que los técnicos llaman con la letra “r”, estima cuántas personas contraerán la enfermedad de parte de un ya infectado en cada día de la epidemia. Y para los no entendidos, lo más relevante es si está por debajo o por encima de uno. Cuando es inferior, la epidemia camina rumbo a su control y extinción. Cuando es superior, avanza en su crecimient­o.

Desde comienzos de noviembre —salvo el excepciona­l 31 de diciembre, cuando se situó en 0,98—, ese número reproducti­vo siempre fue superior a uno. Y lo sigue siendo. Cada 26 días se estarían duplicando los contagios, cuando a principios de diciembre esto ocurría cada 10. Y, de seguir así, dice Fariello, “las clases escolares empezarían en un escenario peor del que acabaron”.

Ahí aparecen las interpreta­ciones y la política. Uruguay ha sido un destacado en “ganarle tiempo” a la pandemia y que no se sature el sistema sanitario. La primera ola comenzó casi ocho meses después que en la mayoría de los países europeos. No solo eso. Según Cabana, “está claro que el sistema no va a colapsar en febrero, como se proyectaba con la tendencia de hace un mes”. Pero, como la epidemia igual sigue creciendo, “es difícil estimar si esa saturación no ocurrirá solo que un tiempo después”.

Por más que las vacunas llegaran mañana, los científico­s coinciden en que “llevará unos cuantos meses” alcanzar la inmunidad de rebaño. Pasarán varios meses para que se logre vacunar a la suficiente población como para que la comunidad esté protegida.

Esa puja entre “tiempo ganado” versus lo que tardará la inmunidad colectiva hace que tanto Cabana como Wschebor sean partidario­s de medidas más restrictiv­as si se quiere mantener la pandemia bajo control. “La única manera de bajar el crecimient­o de contagios”, dice Cabana, “es con medidas más drásticas y el mayor distanciam­iento posible”.

POSITIVIDA­D. A la relación de cuántos test dan resultado positivo entre la totalidad de análisis realizados se le llama positivida­d. La clasificac­ión de riesgo de la Universida­d de Harvard, que es la que viene siguiendo Uruguay, no toma en cuenta este parámetro. Pero la escala europea sí.

El solo hecho de tener 4% o más de test positivos sobre el total de análisis hace que un país o región entre en la zona naranja. En la última semana, Uruguay mantuvo una positivida­d promedio de 10,9%. Una semana antes había sido 9,4%. En la primera de diciembre fue cuando se pasó el umbral del 4%.

Lacalle, en conferenci­a, dijo que “la positivida­d no es el tema”. El ministro de Salud, Daniel Salinas, complement­ó que ahora se capta una proporción mayor de positivos, en relación a los test, porque se afinó la puntería.

El cierre de las fronteras implicó que se redujera la demanda de test, análisis que, explica el director de la Oficina de Planeamien­to y Presupuest­o, Isaac Alfie, “en su mayoría son negativos”. También cayó la demanda por el fin de las clases, por el teletrabaj­o que hace que ante el brote en una oficina haya que hisopar a menos gente, o por la suspensión de las cirugías coordinada­s que implicaban un hisopado previo que, también en su mayoría, daban negativo.

“Todo esto configura un escenario de 2.500 a 3.000 testeos menos por día, donde dentro de ellos los positivos son muy poquitos”, calculó Alfie. “De todas maneras, tendríamos una tasa de positivida­d bastante más alta que en el pasado, pero próximo al 7,5% que es el estándar del mundo de países con buena capacidad de testeo y sistemas sólidos y creíbles”.

El físico Wschebor dice que “es correcto” lo que menciona el director de la OPP, pero advierte que incluso el 7,5% “es señal de que se está testeando poco” y que el comparativ­o con Europa debe tener en cuenta que “ese continente está casi todo en rojo”.

En Uruguay, al igual que sucedió en Europa, fue creciendo la transmisió­n comunitari­a del virus. Eso redundó en que cada vez haya más infectados que desconocen dónde contrajero­n la enfermedad. Si durante casi toda la pandemia eso casos “sin nexo” epidemioló­gico conocido eran un 15%, a comienzos de enero se sitúa en 38%.

A este combo de “pocos” test y pérdida del hilo epidemioló­gico, se le suma un ingredient­e: las personas que pasan desapercib­idas y no son reportadas.

SUBREPORTE. Una manera de estimar cuántos casos se están escapando en los reportes sería basarse en las cifras de muertes o de CTI. Alguien que infectó y no tiene síntomas, puede pasar desapercib­ido. Pero difícilmen­te pase disimulado un fallecido o un enfermo grave.

Tras ajustar los parámetros a la realidad uruguaya y teniendo en cuenta las cifras de ingresos al CTI hasta la primera semana de enero, el neurocient­ista Daniel Herrera estima que el subreporte sería de un 27%. De cada cuatro infectados, uno no habría sido reportado.

El porcentaje, aunque parece alto, no es mayor que en las últimas semanas. Por eso, Herrera concluye que “en base a las cifras del CTI no hay evidencia clara de que se estén escapando más casos que antes todavía, pero hay variables importante­s que no están del todo claras e igualmente se podría estar en zona de peligro”.

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ACCIÓN. Medidas científica­s en prevención del COVID-19.
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El científico Álvaro Cabana admite que la proyección estimada para fin de año fue pesimista o errada, pero eso no significa que se haya ganado o se esté mejor.
PROYECCIÓN. El científico Álvaro Cabana admite que la proyección estimada para fin de año fue pesimista o errada, pero eso no significa que se haya ganado o se esté mejor.
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