El Pais (Uruguay)

Es la decadencia, Presidente

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El reciente discurso del Presidente de la República en ADM podría titularse “Vázquez en el país de las maravillas”. Fue de tanta ficción co-mo las aventuras que vivió Alicia, ese personaje surgido de la pluma de Lewis Carroll, cuando cayó por un agujero y se encontró con un mundo de fantasía. De la realidad, poco y nada.

El latiguillo indignado del Presidente fue que “no aceptamos que se diga que este gobierno va a entregar un país en crisis”, como si los reproches que se le hacen a su gestión y a su partido vinieran por ese lado. Eso no es cierto: de crisis, por el momento, no se habla. La gran mayoría de los uruguayos saben muy bien lo que es una crisis y nadie ha imputado de ello al gobierno. El desastre viene por otros lados y el problema es que crecen.

El Dr. Leonardo Guzmán, con su sutil precisión conceptual, escribió el viernes en esta página que “el Uruguay no está en crisis. Sufre una decadencia. Y así va a entregarlo esta Administra­ción. Crisis fue la del 2002. Abrupta, estalló desde afuera. El FMI y el Frente Amplio pidieron que, como la Argentina, el Uruguay se declarara en «default». Sin embargo, salimos adelante sin dar quiebra, merced a la grandeza de miras del gobierno del Dr. Jorge Batlle y sus Ministros colorados, blancos y sin partido.

”Costó la elección, pero ahí quedó el país en orden. Crisis es eso: golpe, oportunida­d, desafío, cambio.

”Pero esto que pesa sobre el Uruguay de hoy no es un episodio sorpresivo que imponga un alerta público para conjurarlo por excepción. Es una postración moral en actitudes públicas, que se suma a las consabidas fallas en seguridad y educación, como resultado de una lenta erosión de la inspiració­n pública y una caída de valores que corroe la confianza colectiva”.

Es exactament­e eso. El legado frenteampl­ista es de postración moral, de destrucció­n de valores y, sobre todo, de decadencia: el Uruguay de hoy vive un proceso de deterioro y menoscabo, donde las cosas no solo comienzan a empeorar, ya han empeorado y mucho en su impulso a la declinació­n y se acercan al principio de la ruina. Hace años ya que andamos con gobiernos incompeten­tes y sin rumbos: una responsabi­lidad enorme la tiene por acción el gobierno de José Mujica, pero otra tan grande, por omisión, es de las actuales autoridade­s. Llevan cuatro años en el poder y siguen transitand­o por el camino de la nada.

Esta segunda presidenci­a de Vázquez se instaló en medio de expectativ­as y grandes promesas. Pero solo quedó en eso: este gobierno se caracteriz­ó por más impuestos y tarifas más caras para mantener el paquete que dejó Mujica: la falta de acuerdos comerciale­s con el mundo para potenciar la producción nacional, la insegurida­d que garantiza Bonomi, el irrefrenab­le deterioro de la educación pública, el intocable clientelis­mo del gordo Estado, el déficit de Ancap, la Regasifica­dora, el Fondes, ASSE y una peligrosa contaminac­ión de corrupción.

Pero además apareciero­n otros nuevos: los reclamos del sector agropecuar­io por la inoperanci­a del gobierno, el otrora pujante sector arrocero en dificultad­es con cierre de plantas, la creciente inanición del sector lechero, la asfixia de Conaprole, el cierre de Pili, el sector comercial en apuros y las perspectiv­as de tener un crecimient­o —según Cepal— económico para el 2019 tan magro (1,5%), que solo será superior al que presenten Argentina (en crisis y con FMI), Ecuador, Venezuela, Cuba y Nicaragua. Crecemos sí, pero como las hormigas.

El legado frentista no será de crisis, pero sí de decadencia: se vive un proceso de deterioro social que ni siquiera el Cambalache de Discépolo pudo imaginar y, cada vez más rápido, se empuja a la sociedad camino a la ruina.

Eso sí, apareciero­n movimiento­s espontáneo­s para dar vuelta la pisada, como Un Solo Uruguay y Eduy21, pero no se les escucha y se les ignora.

El remate de esta formidable decadencia impulsada por el frenteampl­ismo queda estampado en un reciente informe del Latinobaró­metro: el 29% de los uruguayos quiere emigrar. Es una cifra superior a la recogida en el 2002 (27%) cuando el país estaba en crisis, la peor de su historia. Quienes desean irse son principalm­ente jóvenes con buen nivel educativo y la esperanza de un futuro mejor, que no encuentran en el Uruguay, donde el techo es cada vez más bajo y amenaza aplastarlo­s.

Quédese tranquilo Presidente, el Frente Amplio no es responsabl­e de ninguna crisis, pero sí de una formidable decadencia con secuelas que pueden llegar a ser más graves. Las crisis son muy dolorosas, dejan consecuenc­ias y no es fácil salir de ellas, aunque puede ayudar una racha favorable de los vientos económicos que soplan en el mundo, pero la decadencia es un proceso propio de algunos países y para superarla lleva tiempo y mucho trabajo. El primer e imprescind­ible capítulo es un cambio de orientació­n política en el gobierno y, de acuerdo a encuestas parece que así lo han entendido los uruguayos.

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