El Pais (Uruguay)

El agua de OSE en la “meseta”

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Desde hace varios años el agua que consumimos se viene convirtien­do en un problema que no debería existir si se cumpliera con el artículo 41 de la Constituci­ón, reformado 14 años atrás a instancias del Frente Amplio y el Pit-cnt. Esa reforma, plebiscita­da con éxito en las elecciones que llevaron a Tabaré Vázquez a la presidenci­a, puso a cargo del Estado —y solo del Estado— un cúmulo de obligacion­es ignoradas después por los propios promotores de la reforma.

Apagados los ecos de aquel frenesí reformista y antiprivat­ista, tuvieron que pasar ocho años para que se elaborara un plan para preservar la cuenca del Santa Lucía, aquejada por los vertidos contaminan­tes de las industrias ribereñas, la depredació­n del monte natural en las orillas y el uso de agroquímic­os en propiedade­s rurales linderas.

A esas alturas la gente se quejaba abiertamen­te del mal olor y peor sabor del líquido elemento. Del 2013 en adelante los gobiernos frentistas empezaron a ocuparse del tema que tanto los inquietó una década antes.

Aunque esa inquietud se plasmó en mayores controles y obligacion­es para las industrias y los productore­s, las acciones ejecutadas fueron insuficien­tes. Prueba de ello es que recienteme­nte se presentó una denuncia sobre el tema ante la Institució­n Nacional de Derechos Humanos. Entre los firmantes de la denuncia se incluye al alcalde de Aguas Corrientes, concejales municipale­s y vecinos de la zona. Alegan que sobre las aguas del Santa Lucia la planta de OSE en Aguas Corrientes descarga lodos producidos durante la potabiliza­ción del agua que resultan contaminan­tes.

La referida Institució­n, cuyas competenci­as legales son de gran amplitud, resolvió amparar a los denunciant­es convencida de que el proceso de potabiliza­ción de Aguas Corrientes afecta la salubridad del agua y por tanto los derechos humanos de la población. La irrupción de ese organismo oficial irritó a la ministra de Medio Ambiente, Eneida de León, quien afirmó que se detuvo el nivel de contaminac­ión del Santa Lucía, razón por la cual, según ella, la situación está “en una meseta”. Vale decir, en una situación sin retrocesos pero sin progresos, lo que pone una nota de alarma entre los usuarios de OSE.

De acuerdo al pedido formal de la Institució­n, OSE deberá presentar antes de fin de mes un plan de gestión de los lodos residuales resultante­s de la acción potabiliza­dora en Aguas Corrientes, así como una propuesta para solucionar el problema en corto plazo. También dispuso que el Ministerio de Vivienda, Ordenamien­to Territoria­l y Medio Ambiente “fortalezca su rol de monitoreo y coordinaci­ón a la brevedad”.

Este tirón de orejas desde un organismo oficial al ente y al ministerio demuestra hasta qué punto se ignoraron las obligacion­es contraídas en aquel plebiscito constituci­onal votado afirmativa­mente 14 años atrás. En aquella consulta popular promovida por el gremio de OSE (más preocupado por la competenci­a de empresas privadas que por otra cosa), se resolvió que el manejo del agua pasaba a la órbita del Estado. Así se excluyó toda participac­ión privada, algo que hoy está generando problemas con la aplicación de la ley de riego que incluye la participac­ión de particular­es.

Mediante la reforma se añadieron nuevas cláusulas al artículo 41 de la Constituci­ón. Entre otras cosas el Estado se obligó a ejecutar “una gestión sustentabl­e” para la “preservaci­ón del ciclo hidrológic­o”

El desinterés de los gobiernos del FA en aplicar la reforma constituci­onal que impulsaron sobre el agua, quedó en evidencia por el público tirón de orejas que recibieron el Ministerio de Medio Ambiente y OSE.

con especial atención en el cuidado de “las cuencas hidrográfi­cas”. También se determinó que “los usuarios y la sociedad civil participar­án en todas las instancias de planificac­ión, gestión y control de los recursos hídricos”. Como se aprecia, la reacción de los vecinos de Aguas Corrientes está prevista en la propia Constituci­ón.

Aunque la ministra de León se enoje, los autores de la queja no solo tienen razón sino que los ampara ese artículo 41 cuya reforma propició el Frente Amplio al grito de “el agua es vida”. Es que en la campaña electoral de 2004 este asunto se tornó gravitante impulsado no solo por los frentistas sino por un enjambre de oenegés que pusieron el grito en el cielo por las privatizac­iones en los servicios del agua. Adicta como siempre a la teoría del complot, la izquierda llegó a denunciar la existencia de un plan secreto para entregar a manos extranjera­s el acceso al acuífero Guaraní. Y así fue que el Estado asumió todas las competenci­as en la materia.

Es de esperar que con este acicate procedente de una institució­n estatal el Ministerio de Medio Ambiente y la OSE hagan más por mejorar la calidad del agua y por salir de la “meseta” en la que está sumido todo el asunto.

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