Bendita soledad
El espacio siempre ha sido un lujo. Ahora es casi una necesidad. Del Caribe a California, pasando por Europa, descubrimos lugares donde se sentirá —y será— único.
Siempre lo había sido y hasta podría parecer obvio, pero el espacio y el lujo son hermanos gemelos. Lo que antes era algo evidente se ha convertido en una cuestión primordial: no hay mejor manera de viajar que la que ofrecen esos lugares donde no hay nadie a la vista. Los metros cuadrados y la ubicación geográfica ya no son solo una casilla a chequear en la descripción de nuestras vacaciones, sino el titular que se destaca en mayúsculas y en negrita.
fundó a finales de 2019 Leo Ghitis uno de los primeros luxury camps de Centroamérica: el Camp,
Nayara Tented en Costa Rica. Sus años en África y Asia, observando el tratamiento exclusivo que se daba a las telas que a su vez envolvían mobiliario de lujo y servicio de primera clase, le sirvieron de inspiración. Cada una de las residencias del Nayara consta de 150 metros cuadrados, hay fuentes termales de acceso privado para un máximo de 15 personas y el diseño —obra de Luxury Frontiers, estudio especializado en entornos salvajes— es impecable. Tiene todo lo que se le puede pedir a un complejo hotelero, incluido un enclave inmejorable en el Parque Nacional Volcán Arenal, en la provincia de Alajuela.
La isla de Anguila tampoco tiene rival. Recientemente nombrada ubicación número uno en el Caribe por la revista Travel + Leisure, ofrece dos grandes hoteles: el y el
Belmond Cap Juluca Belmond Samanna. Lo mejor de la zona: el lujo La del barrio de St. Martin, las villas unifamiliares, los transfers privados y el Caribe para insiders. Belmond Cap Juluca es un clásico del lugar: cerámica blanca, columnas greco-morunas y ubicación a pocos metros de una de las mejores playas
de la isla. La Samanna, por su parte, se encuentra directamente sobre una playa privada, considerada uno de los grandes tesoros de las Antillas. Sus suites con balcón son lo más cotizado del lugar.
Lejos del Caribe se asienta el Valle de Napa, en el norte de California. La zona es sobradamente conocida por su tradición vinícola y sus prestigiosos caldos. La bodega
TOR
Wines, una de las más clásicas, ha rechazado durante años ceder a los típicos tours turísticos. Pero recientemente se ha asociado con Pritchard Hill, un viñedo situado a 500 metros sobre el valle, previamente cerrado al público y que ahora sirve de refugio con vistas. Aquí, además de Tierra Roja, uno de sus vinos más premiados, también se pueden degustar exquisitos chardonnays y cabernets de cosecha. Todo flanqueado por las montañas Vaca, una de las partes más bonitas de California.
Para aquellos que vean Napa demasiado lejos y el Atlántico un muro —por ahora— infranqueable,
La Maison en Médoc d’Estournel (Burdeos) es una opción cercana, práctica y —por qué no decirlo— impresionante. No es solo que el establecimiento sea moderno, elegante, delicado y suntuoso. Es que esta maison permite visitar cómodamente el precioso faro de Cordouan, un tesoro patrio declarado de interés nacional en 1862, el mismo año que la malograda catedral de Notre Dame. La gracia del asunto es que el faro, conocido como el Versalles de los mares, es solo accesible por mar. La preciosa travesía en barca convierte la excursión en una experiencia única.
Y como dirían los británicos, last but not least: bajo la supervisión de la mítica —pope de la
Bernie Gallagher factoría irlandesa de lujo The Doyle Collection—, la planta penthouse del hotel en Washington D. C.,
Dupont Circle, aún sigue asombrando a quien decide disfrutarla. Las 12 suites con terraza, su ascensor privado y la posibilidad de reservar la planta entera lo han convertido en una de las escapadas más cotizadas no solo de la ciudad, sino del país, y una de las favoritas de las familias reales de Oriente Medio. Ellos sí que saben de lujos.