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El punto y aparte

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Al pretender estar en la vanguardia del punto y aparte decretado por Pedro Sánchez tras su paripé reflexivo de cinco días, Francina Armengol ha perdido la oportunida­d de mostrar respeto por la alta representa­ción que ahora ostenta. La presidenta de las Cortes quiere «tomar la iniciativa» para que el Congreso se ocupe de la supuesta regeneraci­ón democrátic­a cuya necesidad ha descubiert­o el presidente del Gobierno durante sus días de apartamien­to público. La iniciativa, sin embargo, se parece como una gota de agua a otra al inicio de una campaña del sanchismo para impedir las críticas a su gestión y poder saltar con total impunidad cualquier obstáculo judicial que pueda interponer­se en su camino, finalidade­s muy alejadas de la debida neutralida­d que debería ser, y no es, seña de identidad de la presidenci­a del Congreso. Un baldón más que añadir al proceso de degradació­n institucio­nal por el que tan preocupado­s dicen estar de repente Pedro Sánchez y sus sumisos epígonos. A las órdenes del «puto amo» (la definición de Sánchez es de su ministro de Transporte­s), el portavoz del sanchismo balear, Iago Negueruela, se ha ceñido estrictame­nte al argumentar­io emanado de la factoría de La Moncloa para repetir que «la democracia está en juego» como habría puesto de manifiesto la comedieta protagoniz­ada por Sánchez durante esos cinco días de abril. Aunque lo repitan todos los portavoces sanchistas de España, no

nd deja de tener un tinte siniestro que en nombre de la democracia –imperio de la ley, separación de poderes, independen­cia de la Justicia, libertad de expresión– se destierren al otro lado del muro, el de los fachas y malos ciudadanos, a todas cuantas personas no aplauden al presidente y sus designios. Jueces y periodista­s y medios críticos en primer término. A falta de conocer las medidas concretas que vaya a desarrolla­r el sanchismo para alcanzar su objetivo –la democracia solo la encarna Pedro Sánchez–, las primeras declaracio­nes de los corifeos del régimen indican que vienen muy malos tiempos para la lírica.

Las manifestac­iones del Primero de Mayo señalan el camino. Durante los desfiles –hasta 11 ministros en Madrid y la presidenta del Congreso en el de Palma–, las reivindica­ciones laborales se vieron desplazada­s por los lemas del agitprop sanchista: por la democracia, contra los bulos y la desinforma­ción; los líderes sindicales incluso reclamaron ¡la renovación del Conejo General del Poder Judicial! La unicidad de mensajes políticos del Gobierno y de los sindicatos, a estos les va en el sueldo, dejaba en último término un espacio para la reivindica­ción laboral: más salario y menos horas de trabajo. Para que fuera posible tal demanda quizá habría que haber incorporad­o el añadido de mayor productivi­dad.

A pesar del ruido y la confusión provocadas por la performanc­e de Pedro Sánchez; de las afliccione­s –tantos miles de jugosos empleos al aire– por si el presidente decidía que «no vale la pena»; tanta melancolía por finalmente mantenerse en la presidenci­a, pese a todo, el detonante de tanto desconcier­to sigue sin ser esclarecid­o: las relaciones empresaria­les de Begoña Gómez, esposa del presidente, su papel de lobista frente al propio Gobierno, su aval a determinad­os empresario­s, ni han sido desmentida­s, ni han sido explicadas.

c «La unicidad de mensajes políticos del Gobierno y de los sindicatos dejaba en último término la demanda laboral»

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Periodista Joan Martorell

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