Amarga sed de vida
Dirty Old Town, una tonada con aires celtas escrita por Ewan MacColl en 1949, no se hizo con el reconocimiento merecido hasta que The Pogues le dio su enfoque actual y definitivo en 1985. En el camino ha sido adaptada por artistas como Rod Stewart, U2, The Specials, Tom Waits, Simple Minds o David Byrne, pero solo la banda del desaparecido Shane MacGowan consiguió plasmar el amargo encanto que destila esta canción que, apegada al romanticismo de los perdedores, glosa el amor por los orígenes, por un paisaje gris salpicado de chimeneas en el corazón de Salford, la deprimida periferia de Manchester, donde el viento rezuma olor a azufre. Su influencia en la cultura popular de la región es innegable: su poesía cruda, ubicada entre la nostalgia y la reivindicación, se corea con vehemencia en los prolegómenos de cada partido en el Peninsula Stadium, hogar del F.C. Salford City, al estilo que ruge el You’ll never walk alone en Anfield.
Con su mezcla de folk celta y punk londinense, y textos que indagan en la historia reciente de Irlanda, marcada por la colisión política y cultural con Inglaterra, The Pogues abrió una brecha musical con resonancias en cualquier rincón del planeta. De ella se amamantó la Euskal Herriko Rock Erradikala, encabezada por Kortatu o Tijuana in Blue, fervientes embajadores del nacionalismo vasco. No era casualidad. El irreverente, excesivo, irascible y borrachín Shane MacGowan, tipo difícil donde los haya (pregúntenle a cualquier periodista que haya intentado entrevistarle), era un artista profundamente comprometido con el nacionalismo irlandés. Célebres son sus acaloradas tertulias con el ex líder del Sinn Fein Gerry Adams, recogidas en el excelente documental sobre su vida: Crock of Gold, bebiendo con Shane MacGowan. Rodado por Johnny Deep, fan confeso de The Pogues, con el que comparte complicidad alcohólica mientras presenta a un MacGowan sexagenario, desencantado de la vida y con la mirada lúcidamente extraviada.
Ningún otro grupo como The Pogues, con su líder poético y autodestructivo al frente, supo internacionalizar el folk a través de una actitud punk. Como buen católico irlandés, solo el cielo puede ser su destino. Que alguien dé el aviso, convendría ir recargando las bodegas. ¡Dulce y beoda eternidad!