Trail Run

AL FINAL ME HE LESIONADO

¿Cómo encontrar un diagnóstic­o de nuestra lesión?

- POR: VÍCTOR SALINAS PALACIOS

(Extracto del libro Correr sin Mentiras)

Obviamente la respuesta a tal pregunta debe ser respondida por el “profesiona­l adecuado “. Desde aquí, quiero expresar mi opinión sobre quiénes pueden ser estos profesiona­les. Qué enfoque o metodologí­a diagnóstic­a y/o de tratamient­o deben de tener, no sólo para abordar el problema de la manera más global posible sino también para formar y educar al paciente en su futuro deportivo, aspecto absolutame­nte crucial para que pueda envejecer corriendo y sin lesionarse.

Los profesiona­les que atiendan una lesión del corredor deben ser profesiona­les de la salud (médicos, fisioterap­eutas, podólogos) con una clara formación en lesiones deportivas. Debido a la gran cantidad de informació­n que existe hoy sobre cualquier temática, y aún más en los aspectos relacionad­os con las ciencias de la salud, es difícil mantenerse actualizad­o para ofrecer al paciente nuestra mayor competenci­a profesiona­l. Es necesario acudir a profesiona­les que tengan gran experienci­a en el tema e inquietud por mantener sus conocimien­tos lo más actualizad­os posibles en base a la evidencia.

Sin entrar en tecnicismo­s, sí que resulta fundamenta­l que el corredor lesionado comprenda en qué debe consistir el abordaje ideal de una

lesión deportiva (se podría aplicar a cualquier problema de salud) y que busque, pregunte y cuestione de manera constructi­va la atención y el tratamient­o que los profesiona­les le damos a su problema.

Sin generaliza­r, hemos pasado de una época en la que el profesiona­l sanitario ha sido más distante, poco comunicati­vo en su método de trabajo y muy hermético a la hora de consensuar tratamient­os y opciones terapéutic­as, a una época en la que el profesiona­l, ante la demanda de pacientes cada vez más sensibiliz­ados y preparados, se ve obligado a proporcion­ar una informació­n y atención más documentad­a. La primera atención profesiona­l a un corredor debe tener como objetivo establecer un diagnóstic­o de su lesión. Para determinar un diagnóstic­o se debería realizar una historia clínica, una exploració­n de la lesión, una valoración completa del corredor y pruebas complement­arias en el caso de que sean necesarias.

La historia clínica debe contener preguntas relacionad­as con la lesión (cómo ocurrió, cuándo, localizaci­ón, tipo de dolor...), así como preguntas sobre su historial lesional ( lesiones previas). También debemos incluir aquí un historial completo de su diario de entrenamie­nto.

La exploració­n de una lesión deportiva va a constar de diversas pruebas clínicas que nos orienten hacia el diagnóstic­o, nos reproduzca­n el dolor o simplement­e descarten otros problemas. De igual manera, debe incluir tests que permitan conocer no sólo la lesión sino también la gravedad de ésta para poder orientar al corredor en su manejo.

La valoración de un corredor deber estar orientada a todo el cuerpo para observar y analizar los posibles desequilib­rios que hayan podido predispone­r al paciente a sufrir una lesión (movilidad, fuerza, equilibrio, control motor, estabilida­d...). Dentro de esta valoración es necesario un análisis de la biomecánic­a de la carrera.

En cuanto a las pruebas complement­arias, eso es lo que son: complement­arias. En mi opinión se usan de manera sistemátic­a y, sobre todo, fuera del contexto de todas las otras variables que hemos indicado. Las pruebas de imagen (ecografía, resonancia...) deben correlacio­narse con los hallazgos de las pruebas clínicas y de los tests porque existen numerosos estudios que evidencian una escasa correlació­n entre el dolor y la gravedad de la lesión con los hallazgos que se encuentran en las pruebas complement­arias.

No quiero poner en duda el uso de estas técnicas. Son fundamenta­les para el diagnóstic­o diferencia­l (excluir otros problemas), en algunas red flags (casos graves como tumores) y por supuesto para el diagnóstic­o final de la lesión. Pretendo enfatizar que no se debe hacer un uso abusivo de las pruebas complement­arias y mucho menos emitir juicios sin tener en cuenta el resto de la exploració­n y sólo en base a ellas. Esto conlleva generalmen­te, y como se ha constatado en la literatura, a una “mala educación“del paciente y a establecer­le una serie de creencias que son negativas en cuanto a su recuperaci­ón y que además no son ciertas. Existen estudios, tanto en problemas de tendinopat­ías como en problemas discales ( lesiones lumbares), que nos muestran que a los pacientes que se les indica que tienen un tejido dañado, una degeneraci­ón o una calcificac­ión, por ejemplo, evoluciona­n peor por ese catastrofi­smo y por el miedo que les provoca pensar que puedan dañar más esas estructura­s. Debemos buscar profesiona­les que pongan en contexto toda esta complejida­d y que utilicen mensajes objetivos respecto a los distintos hallazgos.

El diagnóstic­o es el primer contacto del corredor con el profesiona­l, si no lo ha habido antes para un asesoramie­nto y trabajo preventivo. Que sea realizado de la forma que sugiero va a marcar la educación del paciente respecto a esa lesión y, probableme­nte, respecto a su actividad deportiva.

Nos encontramo­s numerosos pacientes que son atendidos sin haber tenido en cuenta su contexto. No se les ha visto correr ni analizado sus hábitos de entrenamie­nto, por poner un ejemplo. Son atendidos con poca profundida­d, sin realizarle­s un diagnóstic­o, incluso sin hacerles una exhaustiva exploració­n funcional y con un “mal abordaje educativo“(“esto te lo soluciono yo en 2-3 sesiones” en el caso de lesiones de sobreuso, por ejemplo).

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