Oxigeno

Javier Selva

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Fotógrafo, alpinista, explorador, viajero, escritor, aprendiz de padre de familia… Escojan ustedes una definición, porque Javier Selva las escogió todas. Ávido lector de historias y bebedor de sueños, la cámara y la mochila han sido sus grandes compañeros en los territorio­s salvajes de Alaska, la Antártida o el Himalaya entre otros incontable­s paisajes de aspecto lunar cuyo ojo ha captado para convertirs­e en uno de profesiona­les más respetados en su campo. Miembro de la brillante Expedición ACCIONA Windpowere­d

Antártica, llegando al Polo Sur en un en un trineo 100% ecoeficien­te, charlamos con él para quedarnos con ese buen sentimient­o de la insatisfac­ción: tendremos que repetir.

¿Cómo fue tu primer contacto con la aventura?

Si te refieres a la montaña, hace tanto tiempo iempo que ya casi no puedo imaginar mi juventud entud si no es entre paisajes y haciendo cosas extravagan­tes. Si te refieres a estas otras "aventuras" como vivir en este mundo y con estos tiempos, te citaré a uno de mis poetas preferidos, Jaime Gil de Biedma: "Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante."

¿Qué cosas c te han enseñaense­ñado los hielos?

Sobre todo t a saber esperar, a no tener ten prisa. En resumen, paciencia. En muchas partes del mundo, sobre todo de ese otro mundo que no es el nuestro, se suele decir eso de que la prisa mata. Los esquimales tienen su propia interpreta­ción de ese pensamient­o. Dicen que en el Ártico, el que tiene prisa, tiene prisa por morir. Esa es la gran lección de las inmensidad­es heladas, o de los grandes desiertos. No se puede ni se debe tener prisa. La elección es tener paciencia o tener problemas. Y para mí, que por temperamen­to soy todo lo contrario, esa es una buenísima lección. He ahorrado mucho dinero en psiquiatra­s.

¿Y la fotografía?

A enfocar. A mirar me han enseñado muchas cosas, los viajes, la literatura, mis amigos. igos. Pe- ro a "enfocar" esa mirada me ha enseñado la fotografía. A fijarme más, saber lo que miro, a educar esa mirada, a ser más sensible, a ser mejor persona...

¿Qué meterías en la mochila si tee fueses a una isla desierta?

Siempre me he preguntado que responderí­a espondería si me hicieran esta pregunta. Me e la he contestado muchas veces y siempre iempre de manera diferente dependiend­o de en qué momento de mi vida me encontrase. Me llevaría una mochila con dos bolsillos. En uno llevaría mis sueños. En el otro llevaría mis recuerdos. No puedo imaginar nada más práctico para estar en soledad. Decía un buen amigo mío: "qué sería un hombre sin su pasado y un niño sin su futuro". Pues eso mismo llevaría yo en mi mochila. Que, por cierto, es lo que suelo llevar normalment­e.

¿Alguna aventura soñada por hacer?

Siempre hay alguna y por supuesto la mejor es la sigusiguie­nte, para la que menos tiempo falte. La más m próxima es una expedición fotográfic­a a Bolivia este verano que promete ser una experienci­a intensa.

Un miedo superado...

El de tener un hijo. Acabo de ser er papá, con cincuenta años y primerizo. . ¿Quién dijo miedo?

¿Cuál eraer tu asignatura preferida y más odiada en e el colegio?

Estudié een un colegio religioso en los años 70, con eeso te digo todo. Éramos solo chicos, y lla pedagogía, como dice una letra de Asfalto,"la letra con sangre entra, otro capón". No recuerdo con odio ni con pasión ninguna asignatura, mis imágenes del cole- gio son de otro tipo. Supongo que sería más de letras porque años después me licencie en Sociología.

¿Alguna superstici­ón?

Todas. Saleros, números, días de la semana... y lo peor es cuando vuelo con Ryanair y tengo que sentarme en sus asientos pintados de amarillo. ¿A quién se le puede ocurrir i pin- i tar de amarillo el interior de un avión con la mala suerte que da? Esto dice mucho de esa compañía.

¿Tienes algún método para oxigenarte cuando no estas de expedición?

Viajo de otra manera, más literaria. Leo, hablo con mis m amigos. Novelas que me llevan a otros mundos, m a vivir otras vidas. Conversaci­ones que me hacen partícipe de las vidas de otras personas a las que quiero. Descubro otros mundos que me enseñan los que tienen cosas que contar.

¿Cuáles son las virtudes de un explorador moderno?

¿Cuál es la diferencia entrentre un explorador moderno y otro que no loo sea? La exploraexp­lora ción, el viaje, la eterna mudanza,d ell nomadismo, son estados del alma. Para eso no hay modernismo que valga. Ni tampoco cura. Decían los pintores románticos que la mejor manera de enfrentars­e a un paisaje era cerrando los ojos, porque los paisajes, los paisajes esenciales, están en el corazón. Lo mismo creo yo de la “Exploració­n".

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