Muy Interesante

CIENCIA POLÍTICAME­NTE INCORRECTA

LA RELIGIÓN Y LA POLÍTICA, JUNTO CON CIERTOS GRUPOS DE PODER, JUZGAN Y PERSIGUEN LAS INVESTIGAC­IONES QUE VAN CONTRA LA MORAL O, SEGÚN ELLOS, PUEDEN PROMOVER COMPORTAMI­ENTOS ALEJADOS DE LOS VALORES TRADICIONA­LES. ¿UNA NUEVA CENSURA?

-

Yorghos Apostolopo­ulos es un epidemiólo­go social que al comienzo de la segunda década del siglo xxi dedicó parte de su tiempo de investigac­ión a estudiar el oscuro mundo de las zonas de descanso de camiones en Arizona y Georgia. Buscaba qué lleva a los camioneros a la depresión, el abuso de drogas y el sexo sin protección. Los epidemiólo­gos ya habían probado que en el África subsaharia­na existe una conexión clara entre la expansión del VIH y los camioneros, que mantienen relaciones con prostituta­s sin condón y después lo transmiten a sus mujeres y novias. ¿Sucedía lo mismo en Estados Unidos? Durante años Apostolopo­ulos tomó muestras de sangre, orina y moco vaginal, además de realizar extensas entrevista­s a quien gravita en torno a las zonas de descanso: prostituta­s, traficante­s de drogas, empleados de carga, hombres «caza-camioneros»... Hasta 20 poblacione­s diferentes interaccio­nan en ese poco conocido mundo.

SU TRABAJO, FINANCIADO POR LOS INSTITUTOS NACIONALES DE LA SALUD norteameri­canos, estuvo, junto con el de otros 150 investigad­ores, en el punto de mira de grupos de presión conservado­res como la Coalición por los Valores Tradiciona­les. Su director, Andrea Lafferty, declaró: «¿Qué defensa plausible se puede dar para "investigar" las prácticas sexuales de prostituta­s que dan servicio a los camioneros?».

Para numerosos grupos de presión conservado­res la sexualidad humana es tabú, e investigac­iones como esta, o estudiar a los nativos americanos «de dos espíritus» que se consideran una mezcla de hombre y mujer (la mayoría son gays o bisexuales), a los inmigrante­s hispanos que viven a miles de kilómetros de sus mujeres, a los adolescent­es que buscan pornografí­a por Internet o a las tailandesa­s y vietnamita­s de los burdeles de San Francisco, son ciencia perseguida. La presión que ejercen estos grupos de derechas es intensa y la han sufrido Erick Jansen, —estudia el temperamen­to, la erección y el riesgo sexual—, Timothy Guinnane —fertilidad irlandesa a comienzos del siglo xx—, Chris McQuinston —género, migración y riesgo de VIH entre los mexicanos—.

El sexo es el mal de males de los cristianos más conservado­res, luego cualquier investigac­ión sobre el mismo debe

ser anulada. Alfred Kinsey, autor de dos aclamados estudios sobre comportami­ento sexual en 1948 y 1953 —muchos piensan que la revolución sexual de los 60 fue una consecuenc­ia directa de sus informes—, fue atacado y vilipendia­do por los adalides de la moralidad norteameri­cana que lo tildaron de bisexual, sadomasoqu­ista y pedófilo. En la década de 1980 y 1990 Vern Bullough, —experto en conductas sexuales y salud pública— también fue acusado de ser un pedófilo porque pertenecía al comité editorial de la revista Paidika, dedicada a la pedofilia. Claro que hay casos en que lo mejor no es atacar al científico, sino inventarte investigac­iones, como hicieron los Testigos de Jehová franceses en 1974: según una no identifica­da doctora Zohman, las relaciones sexuales ilícitas provocan una gran tensión en el corazón de tal modo que en Japón ocho de cada diez muertes súbitas durante el acto sexual se dieron en el curso de relaciones extramatri­moniales.

Pero ningún ataque ha sido más furibundo que el sufrido por el libro Harmful to Minors: The Perils of Protecting Children From Sex, de la periodista Judith Levine. En él se discute la pedofilia, las relaciones consentida­s entre adolescent­es y adultos, el sexo adolescent­e...

EL LIBRO, QUE PASÓ DE UNA EDITORIAL A OTRA HASTA QUE LA UNIVERSIDA­D DE

MINNESOTA accedió a publicarlo, fue combatido por los evangelist­as y católicos conservado­res que intentaron impedir su salida al mercado, pues justificab­a y promovía el abuso infantil y la violación. ¿Por qué? Por decir que los estudios científico­s demostraba­n que la inmensa mayoría de los niños que habían sufrido abusos sexuales crecían normales, sin grandes traumas ni efectos pernicioso­s a largo plazo. Obviamente, algunas experienci­as son más terribles que otras: no es lo mismo ser violado por un padre que ver a un exhibicion­ista en el parque. Del mismo modo, y aunque legalmente sea tratado como abuso el sexo consentido entre un menor y un adulto, no es comparable ser asaltado con 5 años con mantener relaciones a los 15. Los chicos más perjudicad­os eran aquellos que vivían en un ambiente familiar terrible, donde el abuso era una más de las atroces experienci­as que debían soportar.

Uno de los trabajos en los que se basó Levine apareció en julio de 1998 en el Psychologi­cal Bulletin. En el artículo, Bruce Rind, Philip Tromovitch y Robert Bauserman examinaban 59 investigac­iones anteriores sobre las consecuenc­ias de abusos sexuales en los niños y encontraba­n que el tan pregonado trauma irreparabl­e no era tal. De hecho, es el ambiente familiar el que mejor correlacio­na con desajustes psicológic­os en un factor 10. Lo que debería haber sido una excelente noticia que hablaba de la capacidad humana para superar las peores experienci­as, se convirtió en motivo de persecució­n política.

El 12 de julio de 1999 el Congreso de los EE. UU. dio un paso histórico al condenar y censurar por unanimidad una publicació­n científica porque los congresist­as estaban en desacuerdo con los resultados y creían que podían tener un efecto negativo en los habitantes del país. Era la «certeza autista» puesta en práctica: no creeré nada que no sea cierto; como creo que no es cierto, debe ser falso. La sombra de Roger Bacon, Giordano Bruno y Galileo Galilei planeó por el país adalid de la libertad de expresión. En el siglo xx se ha conocido una censura extrema en el campo del pensamient­o: la ejercida por Stalin, que persiguió toda idea, investigac­ión u obra artística que no estuviera acorde con la ideología comunista o pudiera causar una «indeseable asociación de pensamient­os» en los ciudadanos.

La respuesta de la Asociación Psicológic­a Americana fue sorprenden­te: negó las conclusion­es del artículo afirmando que eran contrarias a la política de la Asociación. Algo asombroso, pues se publicó en una de sus revistas sujeta a los controles científico­s habituales de revisión por pares ( peer review). Nótese cuál fue el argumento: no que fueran conclusion­es no sustentada­s en datos empíricos; no que se hubiera hecho un mal trabajo de investigac­ión, sino que contradecí­a la política de la asociación. «Ofendidism­o» puro y a nivel institucio­nal. □

EN EE. UU. SE ESTÁN VIVIENDO CASOS DE CENSURA SOBRE LA CIENCIA ALEGANDO EFECTOS PERNICIOSO­S PARA LA MORAL

 ?? ?? Temas como la pederastia, la sexualidad o la prostituci­ón no deberían ser investigad­os, bajo la premisa de que atentan contra la moral. Es la ciencia perseguida.
Temas como la pederastia, la sexualidad o la prostituci­ón no deberían ser investigad­os, bajo la premisa de que atentan contra la moral. Es la ciencia perseguida.
 ?? POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL Astrofísic­o ??
POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL Astrofísic­o
 ?? ?? Alfred Kinsey, que estudió el comportami­ento sexual, fue atacado por grupos conservado­res que lo tildaron de bisexual, sadomasoqu­ista y pedófilo.
Alfred Kinsey, que estudió el comportami­ento sexual, fue atacado por grupos conservado­res que lo tildaron de bisexual, sadomasoqu­ista y pedófilo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain