Preguntas clave
Vacunas contra el cáncer ¿Serán las vacunas anticáncer la panacea o acabarán en nada, como tantas otras apuestas terapéuticas? Para aclarar dudas, hemos hablado con tres eminencias en este campo: Martin Kast, John Eaton y Songdong Meng.
NLos expertos no esconden su preferencia por la inmunización. “Varios experimentos con ratones han demostrado que las vacunas para proteger de los cánceres son más eficaces que las terapéuticas”, explica Eaton. “Nuestra experiencia con las infecciones también inclina la balanza hacia la prevención. Aunque no podamos garantizar la completa erradicación de la enfermedad, una vacunación profiláctica podría disminuir su incidencia y ralentizar el proceso de formación de tumores malignos”, añade Meng.
Cada tipo de tumor reproduce mutaciones reconocibles por el sistema inmune, potenciales dianas para diseñar vacunas. Por su sencillez, en un principio, el cáncer de próstata y el carcinoma de cérvix serán blancos más fáciles. Pero no hay que tirar la toalla con el resto. “A medida que empecemos a conocer mejor los mecanismos de actuación del sistema inmune, podremos crear compuestos para los cánceres más complejos, como los encefálicos o los inmunitarios”, asevera Meng. o. “Incluso si afectan a los mismos tejidos, los tumores son tan variables que es difícil imaginar un solo producto con antígenos para todos”, explica Eaton. En algunos tipos, como los linfomas, neoplasias que actúan contra el sistema inmune, tal vez el uso de vacunas ni siquiera resulte viable, pues la estimulación de las defensas podría acabar empeorando la enfermedad. uede que una vacuna ideada para un tipo específico de tumor logre una inmunidad de por vida contra ese mal”, explica Kast. Sin embargo, todavía no hay datos que permitan afirmarlo. “En ratones, la protección dura al menos cuatro meses, lo que supone unos seis a doce años en términos humanos”, señala Eaton. “Probablemente disminuyan las probabilidades de que surja un cáncer o ralenticen su crecimiento. Puede ser importante para personas con predisposición genética o que sufran exposición a productos cancerígenos”, opina por su parte Meng. l igual que las vacunas convencionales para las enfermedades infecciosas, habrá restricciones, pero la mayoría de las personas podrá recibirlas”, afirma Meng. No obstante, solo un seguimiento de décadas garantizará que el procedimiento sea seguro. Habrá que probar sus efectos a largo plazo, “empezando por quienes presentan mayores posibilidades de contraer cáncer, como las personas con propensión congénita. En esos casos, los posibles beneficios compensarán los peligros que acarrean”, cree Eaton.