Ocultismo y guerra
Las andanzas de Maskelyne pueden encuadrarse en lo que se llamó la guerra esotérica del III Reich. Los nazis dieron mucha importancia a la magia y el ocultismo para justificar sus objetivos. A través de la Ahnenerbe, un departamento creado, en teoría, para estudiar el folclore y origen de la raza germana, su director, Heinrich Himmler, envió a arqueólogos y aventureros a buscar por todo el mundo reliquias como el Santo Grial, el Arca de la Alianza o la Lanza de Longinos. Su intención era usarlas como armas de guerra, aprovechando el poder que las Sagradas Escrituras les otorgaban. También Hitler se rodeó de un selecto grupo de adivinos y astrólogos que le asesoraron en muchas decisiones y que, a la postre, le ocasionaron más de un disgusto.
Contraataque esotérico. Cuando los británicos se enteraron de la fe que el enemigo tenía en el ocultismo, organizaron el SO1, una sección encargada de la guerra psicológica y política. Una de sus primeras misiones fue minar la moral de los soldados nazis, propagando cincuenta profecías falsas atribuidas a Nostradamus, en las que se vaticinaba la victoria aliada. Además, publicaron en Alemania dos ediciones fraudulentas de Zenit, revista germana de astrología, insertando en sus páginas predicciones catastrofistas para los ejércitos del Führer, que, por desgracia, no se tragaron el panfleto.