UNA ÉLITE
No se conoce con exactitud cómo y cuándo nació este ideal caballeresco. Para encontrar un antecedente hay que retroceder hasta los tiempos de la militia, término latino con el que se designaba al ejército formado por milites o soldados. La distinción clave llegó en el siglo XI, cuando estos se dividieron en milites o caballeros –soldados montados a caballo– y pedites o infantería. Formar parte de los primeros exigía tener la capacidad económica necesaria para dotarse de armadura, lanzas, un buen caballo bien alimentado y paje y la ociosidad suficiente para poder entrenar de modo habitual sin preocuparse por el sustento: algo que solo podían costearse los nobles de nacimiento. Según el historiador francés medievalista Jean Flori, “la armadura se convierte, más que nunca, en un medio de filtro que permite a algunos penetrar en el círculo cada vez más elitista y restringido de la caballería, la cofradía de nobles caballeros de la élite social”.
Los valores asociados al buen caballero no fueron sino un desarrollo de la imagen típica del noble, que basaba todo su poder y riqueza en el honor. El noble lo era por sangre, por tradición, por unos orígenes familiares casi místicos, y fue imponiendo hasta el final de la Edad Media su modelo cultural: el ideal caballeresco. Ni siquiera la pequeña nobleza podía acceder a esa élite. A sus miembros se los llamaba “pobres caballeros”, guerreros cuyo cometido era sostener a la caballería, servir como escoltas de los príncipes o sobrevivir participando en torneos.
sulmanes. De hecho, la primera vez que surgió el espíritu de cruzada en el mundo fue en la reconquista de Barbastro (Aragón), llevada a cabo por cruzados franceses y de los Pirineos en 1064, treinta y un años antes de la Primera Cruzada a Jerusalén. A los templarios y hospitalarios se unirían años después las primeras Órdenes Militares plenamente hispánicas ( Calatrava, Santiago, Alcántara y Montesa).
La Iglesia contribuyó enormemente a la extraordinaria influencia de la caballería al otorgar a sus miembros la categoría de guerreros o milicias de Cristo. Ese ideal fue lo que les proporcionó una nueva reglamentación que los situaba por encima de la actividad militar. En este sentido, para el espíritu caballeresco de la época, las Cruzadas constituyeron una oportunidad de defender con valentía a los cristianos orientales del islam. El entusiasmo colectivo fue tal que los caballeros vendían parte de sus pertenencias para adquirir un equipo militar y costearse la expedición. Los hijos de nobles que no recibían herencia ( solo la adquiría el primogénito) se dedicaron a combatir en Tierra Santa: así se ganaban la vida y canalizaban su ímpetu guerrero.
Pero no todos los caballeros estaban dispuestos a ceñirse a ese nuevo papel de guerreros de la cristiandad: algunos luchaban por su propio interés o para tratar de elevar su rango social en la muy estratificada sociedad medieval.
La aportación de los caballeros fue fundamental para la creación de la cultura caballeresca cortesana, que aparentemente se oponía a su misión meramente militar. Ese nuevo papel tuvo su origen en las cortes reales y principescas, que convirtieron a la caballería en una sociedad cortesana. A sus integrantes ya no se les pedía guerrear en combates a campo abierto, sino en juegos, torneos y competiciones. Su austera vida y su tosco lenguaje militar dieron paso a un comportamiento educado que halló su máxima expresión en la literatura caballeresca.
Según se relata en LeLivredeCaradoc, obra anónima de finales del siglo XII, el aspirante a caballero debe ser prudente y saber jugar al ajedrez, tener buenas maneras y saber tratar a las damas y doncellas, lo que obliga a erigirse en defensor de las muchachas en caso de necesidad y, por supuesto, a poner cuidado en no faltarlas. “En la acción guerrera ha de mostrarse el mejor y fuera del campo de batalla ha de ser el más reservado”. La imagen ideal del caballero contenía en gran medida elementos de la cultura cortesana: la generosidad, la jovialidad, la virtud de dar, la constancia, el dominio de sí mismo, la templanza, la justicia y la búsqueda de belleza. En la saga
La Iglesia contribuyó a la extraordinaria influencia de la caballería al otorgarle la categoría de milicia de Cristo