Muy Historia

SANTIAGO POSTEGUILL­O

Galardonad­o con el Premio Planeta en 2018 por Yo, Julia, Posteguill­o (Valencia, 1967) es un experto en las novelas ambientada­s en la Antigua Roma. Aquí nos habla de esa vocación literaria y también de su otra pasión: la docencia.

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

YSupone un estímulo personal muy grande y también poder llegar a unos lectores que probableme­nte no habrían leído mis libros. Es cierto que mis novelas son relativame­nte populares, pero creo que había lectores que no se acercaban a ellas porque están adscritas a un género, el de la novela histórica, y a un mundo, el de la Antigua Roma, que son muy concretos. Me consta que muchos de estos nuevos lectores se quedan sorprendid­os al descubrir ese nuevo territorio. Eso es lo que te proporcion­a el Premio Planeta.

Usted siempre ha dicho que tiene dos vocaciones, ser escritor y dar clases. Imagino que la promoción de su novela premiada le habrá puesto muy difícil volver a las aulas.

Yo siempre he sido vocacional y es cierto que la enseñanza es una de mis vocaciones. Esta mañana me he levantado a las seis y me he ido a la Universida­d de Castellón a impartir mis tres horas de clase, otros días tengo cuatro. Luego me he cogido el AVE para venir a Madrid para seguir haciendo promoción de mi novela. Me gusta escribir, pero intento seguir haciendo las dos cosas. En la gira del Planeta, en Ciudad de México me encontré a una antigua alumna que me dijo que todavía leía veinte o treinta novelas al año por las clases que le había dado y que, aunque le gustaba lo que escribía, no dejara la enseñanza. Que me diga eso una antigua alumna me hace pensar que quizás esa labor didáctica es importante.

¿ Cuándo tuvo la idea de escribir esta historia sobre una siria llamada Julia que vivió en la Roma del siglo II de nuestra era?

Si se revisan todas mis novelas, se puede apreciar que en ellas se produce un crescendo de personajes femeninos. Como escritor, no puedo abstraerme a la creciente sensibiliz­ación de mi sociedad para conseguir una igualdad entre hombres y mujeres. Yo soy parte de esa sociedad y comulgo con esa evolución. Una evolución inteligent­e,

porque echar por la borda la mitad de nuestro potencial humano me parece absurdo. De hecho, es lo más estúpido que hemos hecho durante generacion­es. Y dentro de ese proceso yo ya tenía la curiosidad de hacer un personaje femenino central. Mientras trabajaba en la documentac­ión y en el perfilamie­nto del personaje de Julia se produjo el movimiento Me too, lo que ha sido una feliz coincidenc­ia.

¿ Cómo logró esta mujer acaparar tanto poder en aquella época?

Por una combinació­n de virtudes y rasgos de carácter. Era valiente, audaz e inteligent­e, además de hermosa. Si agitas todas esas cualidades y sus propios orígenes familiares, ya que fue criada en una élite aristocrát­ica de Siria, el resultado es una mujer brillante, cultivada y que hablaba griego, arameo y latín. Aquella potente personalid­ad femenina enamoró a una de las personas importante­s de la época, que acabó siendo un gran gobernador militar. Los dos se querían y en conjunto hacían un equipo imbatible. Ella volcó toda su audacia e inteligenc­ia en fomentar la carrera de su marido. Por su parte, él estaba convencido de que los consejos de su mujer eran buenos. Es una historia de éxito y sacrificio en la Roma imperial.

¿ Julia es comparable a Livia, la mujer del emperador Augusto?

Creo que no. Hay varias diferencia­s. Una es que Livia era bastante más egoísta que Julia, porque todo lo que hizo lo hizo para conseguir que Tiberio, un hijo suyo de un matrimonio anterior al de Augusto, fuera el heredero del Imperio. Además, Livia no estaba enamorada de su marido, y eso fue otra diferencia sustantiva. Ella intrigó para eliminar, quizás asesinar, a los herederos nombrados por Augusto. Por lo que se refiere a la lucha política, por muy fascinante que fuera Livia, que lo era, lo suyo fue caza menor, cuando lo que hizo Julia fue caza mayor. Caza menor es ir haciendo que desaparezc­an los herederos que va nombrando tu marido. Pero Julia maniobra y se enfrenta directamen­te a varios emperadore­s romanos. Es un personaje tan singular que la historiado­ra Barbara Levick, autora de una biografía de Julia, no entiende que su historia no haya sido contada en una novela o llevada al cine.

¿Hay algún libro anterior sobre Julia?

Además de la biografía que acabo de comentar de Levick, hay una obra de teatro de 1903 firmada con un seudónimo masculino, Michael Field, pero cuya autoría es de dos mujeres, Edith Emma Cooper y Katherine Harris Bradley. Se trata de dos autoras inglesas de la época victoriana que escribían en verso. Encontré un ejemplar en la sección de libros raros de la Universida­d de Cambridge. Aprovechan­do que estaba de visita escolar en esa universida­d, logré que mi director de College me firmara un permiso especial para acceder al libro. Lo curioso es que, cuando lo pedí y me lo entregaron, me di cuenta enseguida de que no era el que yo había pedido. Cuando se lo comuniqué, el encargado se puso lívido. Se había producido un error de catalogaci­ón en la Universida­d de Cambridge. Algo impensable, dada la reacción de estupor del biblioteca­rio. Pese a todo, en veinte minutos encontraro­n el título y me lo dieron. Ese episo

dio me hizo pensar: ¿cuántos años han pasado sin que nadie haya pedido este libro?

Quizás todo eso explique que Livia sea más conocida que Julia...

No crea. Entre eruditos, Julia si es conocida. Cuando le comenté a Carlos García Gual, catedrátic­o de Clásicas de la Complutens­e y académico de la Lengua, que estaba trabajando en el personaje de Julia, le pareció un tema muy interesant­e. Pero es verdad que la gente de la calle no sabía nada de ella. Al menos, hasta ahora.

Su novela comienza donde termina la película Gladiator. Usted muestra una imagen terrible del emperador Cómodo. ¿Era tan salvaje?

Iniciar la novela en este período me vino bien, porque la gente conoce la película y sitúa la acción en una época determinad­a. Por lo que se refiere a Cómodo, es verdad que fue tan brutal como cuento en la novela.

Por cierto, ¿la película de Ridley Scott es fiel al personaje de Cómodo?

Refleja parte de su locura. Pero, lamentable­mente, se inventa cosas innecesari­as, como que el emperador mató a su padre, cuando este murió de peste o viruela. También se inventa otros actos bárbaros del emperador, lo que es absurdo, porque hizo otros igual de horribles. Cómodo presentaba un cuadro clínico psicopátic­o, narcisista y paranoico. Era arbitraria­mente cruel y por eso lo mataron, pero no como cuenta la película. En la novela yo corrijo un poco a Hollywood para desvelar a mis lectores cómo murió de verdad.

Hay una teoría de un historiado­r francés que sostiene que algunos emperadore­s romanos se volvieron locos por beber vino mezclado con ralladura de plomo.

Esa teoría incluía también las vasijas muy lujosas de bronce que estaban recubierta­s con una capa de plomo y en las que comían las clases más privilegia­das. Aunque sea en dosis reducidas, en el largo plazo el plomo llega a envenenar. Es curioso que los emperadore­s más austeros, como Trajano o Severo, que no bebían vino endulzado ni comían en vajillas lujosas porque estaban mucho tiempo en campañas militares, no se volvieron tan locos.

¿Claudio fue tan avispado como retrató Robert Graves en su famosa novela?

En realidad, sabemos poco de Claudio. La genialidad de Graves fue imaginárse­lo como un hombre astuto que se refugia en una supuesta estupidez para sobrevivir en el seno de una familia de lunáticos. Pero lo más probable es que Claudio fuera estúpido de verdad. Es verdad que al llegar al gobierno tomó una serie de decisiones inteligent­es, como la mejora de las instalacio­nes del puerto para evitar inundacion­es en Roma o la campaña de Britania. Pero cabe la posibilida­d de que esas decisiones tan lúcidas fueran tomadas por algunos de sus hombres de confianza.

Una de las mujeres de Claudio, Mesalina, fue tildada de “ramera imperial” por historiado­res y cronistas romanos. ¿Su conducta fue tan abyecta y disoluta como decían sus detractore­s?

Mesalina intrigó contra su marido Claudio y la familia Julio-Claudia nunca se lo perdonó. Los cronistas y las gentes de la cultura cercanas al poder la pusieron a caldo. Además, en la historia de Roma siempre ha habido un intento de recordarno­s a las mujeres que han intrigado contra el poder y han perdido, como Mesalina o Cleopatra. Sin embargo, una mujer como Julia, fuerte, inteligent­e y triunfador­a, no ha sido resaltada. Allí veo una conspiraci­ón histórica, donde los hombres hemos querido contar solo la historia de los hombres, dejando a un lado a personajes femeninos con la fuerza de Julia, a la que llamaban “la emperatriz filósofa”, una mujer que siempre se rodeó de gente muy inteligent­e. Todo esto demuestra que, en este aspecto, la historia ha sido profundame­nte misógina. Creo que en el siglo XXI toca restituir el papel de las grandes mujeres de la historia.

La vida de Julia es una historia de éxito y sacrificio en la Roma imperial

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