DESTRUCCIÓN SEMBRANDO LA Desde los albores del siglo XIX, el terrorismo –que hunde sus raíces en la historia antigua– ha ejercido su estrategia destructiva al amparo de reivindicaciones políticas, sociales o religiosas. Y, con la irrupción de Al Qaeda y e
Uno de los primeros grupos terroristas conocidos es el de los sicarii, la facción más radical de la secta judía de los zelotes que, en el siglo I de nuestra era, luchó contra los romanos y los palestinos que los apoyaban. Estos primitivos yihadistas, de cuyo nombre proviene la palabra sicario, atacaban a sus enemigos utilizando una espada corta (sica) que escondían bajo las túnicas. Sabotearon los suministros de agua de Jerusalén e incendiaron los archivos públicos para destruir los comprobantes de los prestamistas. Su violencia era tal que Roma redactó una ley específica para combatirlos ( LexCornelia). Los que fueron atrapados y condenados a muerte consideraron su ejecución como un martirio gozoso.
Esa misma idea de martirio inspiraría a los miembros de la Secta de los Asesinos, una rama ismaelita de los siglos XI- XIII que luchó contra los selyúcidas y cuyo primer líder espiritual fue el persa Hassan ibn Sabbah (1050-1124), conocido como el Viejo de la Montaña. El nombre de este se vincula etimológicamente al término hashashin, del que deriva la palabra asesino, ya que la secta
utilizaba la violencia extrema como estrategia política. Aunque también es posible que hashashin proceda de hashish (hachís en español), la droga que proporcionaba Sabbah a sus combatientes ( fedayines) para anticiparles los placeres de un paraíso celestial al que accederían tras cometer sus actos terroristas suicidas.
ANTES Y DESPUÉS DE BIN LADEN
Algo parecido proclamó el saudí Osama Bin Laden el 7 de octubre de 2001, después del terrible atentado del 11S contra las Torres Gemelas de Nueva York: “Dios ha bendecido a un grupo de musulmanes para que destruyan América e imploramos a Alá que eleve su rango y les conceda un lugar en el cielo”. Escondido en algún lugar remoto de Afganistán o Pakistán, el villano más odiado y buscado del mundo en aquel momento subrayó en tono amenazante que el castigo que había recibido Estados Unidos se repetiría en cualquier país que siguiese sus pasos. Y cumplió su amenaza.
Los servicios antiterroristas occidentales creen que estuvo detrás de numerosos atentados en to
do el mundo. Sobre la matanza del 11 de marzo de 2004 en Madrid, Bin Laden dijo que era “el castigo a España por sus acciones en Irak, Afganistán y Palestina”. Tras su muerte el 2 de mayo de 2011 a manos de un comando SEAL del ejército estadounidense, su organización, Al Qaeda, cedió parte del protagonismo al ISIS, un grupo terrorista que sigue la doctrina fundamentalista wahabita. En junio de 2014, su líder, Abubaker al Bagdadi, autoproclamó el califato del Estado Islámico desde la ciudad iraquí de Mosul, exigiendo lealtad a todos los musulmanes.
Esta organización de fanáticos hace un uso intensivo de las redes sociales para publicitar su credo y difundir vídeos espeluznantes con ejecuciones de rehenes, en respuesta a lo que ellos consideran agresiones de las naciones poderosas de Occidente. El mundo se estremeció cuando los secuaces de Al Bagdadi hicieron públicos los vídeos en los que unos verdugos decapitaban al fotógrafo James Foley y al periodista Steven Sotloff, o el que mostraba cómo quemaban vivo dentro de una jaula a un piloto jordano que había sido hecho prisionero tras ser derribado su caza F-16. En su momento de máxima expansión, el Estado Islámico controló un vasto territorio entre Siria e Irak, pero la creciente presión de las fuerzas de la Coalición, lideradas por Estados Unidos, ha logrado expulsar al ISIS de muchos enclaves de Oriente Próximo. No obstante, en mayo de 2019, la fundación Al-Furqan, fuente habitual de la propaganda del ISIS, difundió un vídeo de 18 minutos de duración en el que Al Bagdadi se mostraba desafiante ante el mundo, lo que prueba que la organización mantiene activa parte de su infraestructura, tal y como quedó demostrado en los atentados de Sri Lanka de abril de 2019, cuyo terrible coste fue la muerte de 250 personas.
ROBESPIERRE Y EL TERROR DE ESTADO
Mucho tiempo antes, el 14 de julio de 1789, los franceses fueron testigos y actores de la Revolución que iba a cambiar los cimientos políticos de Europa y que culminaría con dos ejecuciones reales. Aquel día, veinte mil personas tomaron al asalto la Bastilla, el odiado penal de París, y colocaron en la punta de una pica la cabeza de su gobernador,
Los sicarii fueron judíos zelotes radicales del siglo I que lucharon contra los romanos y los palestinos que los apoyaban
el marqués Bernard-René Jordan de Launay. Una vez fueron ajusticiados en la guillotina el rey Luis XVI y su mujer, María Antonieta, el líder jacobino Maximilien Robespierre encabezó en diciembre de 1793 el período del Terror, que desembocó en la ejecución masiva de los sospechosos de conspirar contra la Revolución.
En su discurso sobre los principios de moral política que debían guiar a la Convención Nacional, Robespierre recalcó que el principal instrumento del gobierno popular en tiempos de paz debía ser la virtud, pero también la violencia estatal. Desde entonces, ha sido retratado como un hombre sanguinario que instauró el terrorismo de Estado, un concepto que cinco años después entró a formar parte de la lengua francesa cuando apareció en el suplemento del Diccionario de la Academia de Francia como “système,régimedelaterreur”. Pero Robespierre –ajusticiado a su vez en 1794– no era exactamente un terrorista, al menos no en el sentido que hoy le damos a este término. Hay algún estudioso que duda incluso de que fuera un asesino, como Peter McPhee, de la Universidad de Melbourne. En su opinión, el famoso jacobino fue uno de los grandes demócratas de la historia, “comprometido con los
El anarquismo inventó la “propaganda por los hechos”, que incluía el uso de la violencia y los magnicidios
derechos humanos”, y cree que hay que sacarlo de la lista de los peores villanos.
Algo después, en 1848, el radical alemán Karl Heinzen escribiría un ensayo titulado Asesinato ( Der Mord) que influyó en los movimientos terroristas de todo el mundo, lo mismo que el concepto de “propaganda por los hechos”, que tuvo un papel destacado en las deliberaciones del Congreso Internacional Anarquista de 1881 y que pronto fue relacionado con el creciente número de atentados anarquistas que sufrieron monarcas y jefes de Estado entre finales del siglo XIX y principios del XX; entre otros, el que perpetró Auguste Vaillant en 1893 cuando lanzó una bomba en la Cámara de Diputados francesa.
UNA BOMBA EN LA MENTE
¿ Es posible describir el perfil psicológico de un terrorista suicida? ¿Qué le empuja a matarse asesinando a los inocentes que tienen la mala fortuna de cruzarse en su camino? Los investigadores discrepan sobre cuál es la causa que conduce a tal radicalización. El estadounidense Jerrold M. Post, catedrático de psiquiatría de la Universidad George Washington, piensa que el candidato a terroris
ta se siente víctima de las agresiones morales de un enemigo. “Por eso considera justo recurrir a la violencia y el asesinato para defender su causa moral superior”. Esta actitud violenta no parece responder a unas características sociales determinadas. Uno de los cerebros de los atentados del 11M, Serhane Fakhet, apodado “el Tunecino”, nació en una familia acomodada y se graduó en Economía en la Universidad Autónoma de Madrid. El psiquiatra forense estadounidense Marc Sageman, ex miembro de la CIA, realizó un estudio en el que demostró que el 71% de un grupo seleccionado de 132 terroristas musulmanes había recibido educación universitaria, y muchos de ellos provenían de la clase media alta. Cabe recordar que dos de los terroristas de los atentados de Sri Lanka de abril de 2019 eran hijos de un famoso magnate local de las especias.
CARLOS, EL CHACAL
Otro caso similar es el del célebre Ilich Ramírez Sánchez, alias “Carlos” o “Chacal”, que nació en 1949 en el seno de una familia venezolana adinerada y estudió en los mejores colegios de Londres. Tras malgastar su tiempo divirtiéndose en las noches locas de la capital británica, su padre, un abogado militante del Partido Comunista de Venezuela, decidió meterlo en vereda enviándolo a Moscú, donde experimentó una transformación radical. Años después, ingresó en el Frente Popular de Liberación de Palestina y se convirtió en uno de los terroristas más sangrientos del siglo XX.
Se cree que Carlos ha podido asesinar a unas 2.000 personas en más de cien atentados, entre ellos los que llevó a cabo con coches bomba contra varios diarios parisinos en 1974. Considerado el paradigma del villano en las naciones occidentales y un héroe en Palestina, fue detenido en Sudán en 1994 y entregado a la Justicia francesa, que lo acusó formalmente de varios atentados. En un juicio celebrado en París en marzo de 2017, Chacal mostró una actitud desafiante ante el fiscal que lo acusaba de ser el responsable del ataque con granadas efectuado el 15 de septiembre de 1974 contra el Drugstore Publicis en el bulevar Saint-Germain, que causó dos muertos y decenas de heridos (entre estos, las niñas españolas Elvira y María del Pilar Segui, de 13 y 10 años). Las víctimas del Drugstore Publicis se añaden a la larga lista de Carlos, cuyo destino es pasar el resto de
Hoy el terrorismo se relaciona con el tráfico de armas y de drogas y es cada vez más multinacional
su vida en la prisión de máxima seguridad donde lo ha confinado la Justicia francesa.
CARNICEROS CON CAUSAS
Desde finales del siglo XIX, el terrorismo fue utilizado también por los grupos nacionalistas para lograr la independencia, como fue el caso de irlandeses o serbios. En España, en agosto de 1968, la banda terrorista ETA tiroteó en Irún al comisario y torturador Melitón Manzanas, jefe de la Brigada Social de San Sebastián. Con aquel asesinato se inició un período de brutalidad criminal que sobrepasó las cuatro décadas (hasta 2011). La matanza de Hipercor en junio de 1987, que causó la muerte de 21 personas y dejó malheridas a otras 45, supondría el punto de no retorno en la violenta trayectoria de ETA. Aquel atentado indiscriminado, ordenado por el sanguinario Santiago Arróspide Sarasola, “Santi Potros”, suscitó de forma mayoritaria el rechazo de la sociedad española y unió a los partidos demócratas en su lucha contra los violentos. Otro de los principales verdugos de ETA fue Francisco Javier García Gaztelu, “Txapote”, que participó en los asesinatos de Miguel Ángel Blanco, Fernando Múgica y Gregorio Ordóñez, tres atentados que también provocarían la repulsa y la reacción social contra la locura homicida de los etarras. Hoy la violencia indiscriminada evoluciona hacia la internacionalización de los grupos terroristas. Su progresivo entrelazamiento y sus conexiones con el tráfico de armas y el narcotráfico convierten al terrorismo en un problema de difícil solución. A ello se añade la posibilidad de que esta “multinacional del mal” utilice en el futuro un arsenal aún más mortífero. En una entrevista con la revista Time (diciembre de 1998), Bin Laden afirmó que adquirir todo tipo de armas, incluidas las químicas y nucleares, era un deber religioso para un musulmán. Informes de distintos servicios antiterroristas coinciden en que el objetivo de su sucesor, el egipcio Ayman al Zawahiri, es una guerra química y bacteriológica que provoque la muerte de miles de personas.