Mundo Deportivo

Cruel victoria de Olav Kooij

→ La velocidad de los sprinters arrebató el triunfo al ecuatorian­o Narváez a falta de 50 metros y Pogacar quiso ser protagonis­ta en Nápoles

- Celes Piedrabuen­a

→ Precioso final el que se vivió ayer en la novena etapa del Giro de Italia, con inicio en Avezzano y final en Nápoles, de 214 kilómetros, la segunda etapa de mayor kilometraj­e de esta edición de la Corsa Rosa, con la victoria al sprint del neerlandés Olav Kooij. Una de aquellas jornadas que en cualquier otra carrera serían soporífera­s pero que en el Giro acaban adquiriend­o tintes épicos. El perfil del recorrido invitaba a pensar que iba a ser una etapa para sprinters, aunque los hombres más rápidos del pelotón ya advertían antes de tomar la salida que los últimos kilómetros, con las constantes subidas y bajadas a Monte di Procida, Bacoli, Pozzuoli y Posillipo, no iban a ser nada fáciles.

Los 36 kilómetros finales, una vez coronado el puerto de cuarta categoría de Monte di Procida (4,1 km al 3%) iban a ser espectacul­ares. Tras el valiente ataque en pareja de los italianos Mirco Maestri y Andrea Pietrobon (Team Polti Kometa), fue el francés Julian Alaphilipp­e, empeñado en ser uno de los corredores más combativos de la carrera, quien a falta de 18 kilómetros encendió la carrera en la pequeña subida de Lucrino. A ‘Loulou’ se le unió su compatriot­a de Arkéa Costiou, pero su aventura apenas duró cinco kilómetros ante la insistenci­a de los equipos de los sprinters, aunque a algunos este constante sube y baja final se les atragantó. El trabajo de los equipos de los sprinters, en especial en los últimos kilómetros del Lidltrek, iba a dar sus frutos. Un agotado ‘Loulou’ fue neutraliza­do a 7,7 kilómetros de meta y fue el momento que eligió el ecuatorian­o Jhonatan Narváez para lanzar su ataque.

El corredor del equipo Ineos, que ya había ganado la primera etapa del Giro, sorprendió a todos. Los sprinters sufrían en ese tramo del ascenso a la última cota del día y el recorrido final favorecía a Narváez. Le quedaban poco más de 7.000 metros para lograr una de aquellas victoria que siempre se recuerdan. A falta de 2 kilómetros tenía doce segundos de margen respecto a un estirado pelotón que lo perseguía a toda velocidad con el cuchillo entre los dientes.

El de Playón de San Francisco se dejó hasta la última gota de sudor. Afrontó la recta final con escaso margen sobre sus perseguido­res. La caza no era sencilla y cuando algún que otro lanzador parecía desistir de su empeño fue el líder de la carrera, Tadej Pogacar, el que se puso el mono de trabajo y con su último esfuerzo por tratar de lanzar a su compañero en el UAE Team Emirates Sebas Molano favoreció la caza de Narváez. La maglia rosa asumió quizás un riesgo excesivo, pero acciones como ésta favorece la cohesión del grupo.

Para desgracia de ‘Pogi’ Molano no pudo lograr la victoria, que fue para el neerlandés Olav Kooij. El corredor del Team Visma se escondió detrás del gigantón Milan y cuando éste se abrió a su izquierda para intentar ganar se le abrió un pasillo que no desaprovec­hó. Narváez, derrotado y agotado, no pudo ni ponerse en pie encima de su bici para intentar completar su gesta, y los velocistas le pasaron, nunca mejor dicho, a toda velocidad. Quinta victoria del año para el neerlandés de Numansdorp, el más joven de su país en ganar en el Giro, ante un Milan que repetía el segundo lugar del año pasado en Nápoles.

Hoy, jornada de descanso para los supervivie­ntes de la carrera, liderada con comodidad por el esloveno Tadej Pogacar, quien ya dijo que aprovechar­ía el tiempo libre en Nápoles para comer pizza y helado y tomarse un capuchino ●

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FOTO: LAPERESSE El neerlandés Olav Kooij se impuso por un suspiro al italiano Jonathan Milan en el sprint de la novena etapa en Nápoles
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