“Lo siento”
El asistente que con inusitada rapidez levantó la bandera que impidió que subiera el empate del Bayern en el Bernabéu se dirigió después a Thomas Müller y le dijo: “Lo siento”. No fue suficiente para el desolado delantero alemán, pero fue humano. Todo el mundo se equivoca y reconocer un error eleva a la persona que lo admite. Y el Madrid se plantó en otra final de Champions: habrá jugado contra tres equipos alemanes. Lo hizo con el Leipzig (nadie dijo lo siento, pero se pudo haber dicho), ante el Bayern (el sentimiento fue generalizado) y lo hará contra el Borussia Dortmund (hay quien ya lo siente). Es muy difícil explicar la combinación de épica y errores favorables que han convertido a este Madrid en lo inexplicable. Suena victimista si se prioriza el error y a inacabado si solo se habla de la épica. Pero ambos conceptos han convivido en la historia y se puede dejar a cada cual que ponga el peso que quiera.
NO ES DISCUTIBLE QUE EN EL MINUTO 69,
uno después del 0-1 del Bayern, la inmensa mayoría de aficionados que acudieron con la camiseta blanca al Bernabéu supieran que remontarían. Y eso se traslada. Esa energía retroalimenta a los futbolistas en el terreno de juego, como los rivales del mejor Nadal sabían que si se encontraban en ventaja en algún momento del partido era irremediablemente un tiempo breve. Pero Rafa Nadal no ganó nunca gracias al juez de silla, por lo que es difícil explicar la realidad de un club con dosis de fe y coraje tan altas como los beneficios concedidos. Y es que también cuesta entender cómo la gran mayoría de decisiones arbitrales favorecen al Madrid. Es fácil recordar los errores a su favor y cuesta encontrar las equivocaciones en contra, en los momentos gordos, en los decisivos, no en situaciones sin transcendencia en la competición o el resultado. Algún madridista podrá hacer una lista rápida seguro, pero muchos, muchos rivales blancos podrán sacar otra con innumerables fallos en su contra. Sería tan incorrecto decir que las glorias blancas solo se asientan en los árbitros, como que solo lo han hecho en la épica. En esa combinación demoníaca hay argumentos descifrables para poder explicar lo que se considera inexplicable. “Lo siento” ●