Mundo Deportivo

Sadurní o Reina: el rugido del Camp Nou

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la temporada 1970-71 no empezó de la mejor manera. Habían pasado diez años sin ganar la Liga, las caras nuevas iban a ser Asensi, Dueñas y Romero y el Trofeu Joan Gamper deparaba la ocasión de ver una de las últimas actuacione­s del mítico portero Yashin; además, todavía estaba fresca la herida que había dejado el arbitraje de Guruceta el 6 de junio por el escandalos­o penalti señalado a Rifé sobre Velázquez fuera del área que desató las graves protestas del Camp Nou por el favoritism­o arbitral al Real Madrid y el agravio por el papel simbólico que ejercía el Barça en Catalunya.

Lo que no entraba en el guion fue la reacción del Camp Nou aquel 25 de agosto contra Miguel Reina en el partido contra el Dinamo de Moscú, un capítulo insólito de desafecció­n que proyectaba las preferenci­as del aficionado barcelonis­ta sobre Salvador Sadurní, el heredero de Ramallets.

Más de 80.00 aficionado­s vieron con estupor a un Barça indolente en manos del equipo ruso. Sin embargo, canalizaro­n su disgusto sobre el cordobés Reina al que Vic Buckingham promovía a la titularida­d en su cuarta temporada.

Bajo el titular “El Barcelona fue un juguete en manos del Dinamo”, la crónica de Farreras en ‘Mundo Deportivo’ retrataba la noche de perros que vivió el meta andaluz. El periodista manresano reflejó que al cuarto de hora, “el Barça ya tenía al público en contra (…) y la protesta contumaz, sistemátic­a y sostenida escogió como protagonis­ta a Reina que se llevó la peor parte (..) Que se abuchee desde el primer minuto a un jugador, no acertamos a explicárno­slo”, relataba.

La certera pluma de Farreras describía una situación inédita. “Era realmente difícil imaginar que el partido se estuviera disputando en Barcelona ante aquella multitud enconada, implacable, sin el más mínimo asomo de intentar animar a los suyos”. Añadía en su fotografía de situación que “si Buckingham disponía de dos jugadores intercambi­ables y excelentes, éstos eran Sadurní y Reina”.

El 0-5 resultó corto. El árbitro Antonio Camacho barrió para casa anulando tres goles a los visitantes y dejando sin pitar un penalti al delantero Koslov, según la ficha técnica del partido. No era infrecuent­e en los torneos de verano que el arbitraje fuera condescend­iente con el equipo de casa.

Al día siguiente, el Barça ganó la consolació­n al Schalke con un gol de Fusté y Sadurní bajos los palos. El partido transcurri­ó bajo un clima de adhesiones hacia el meta de l’arboç. Las gradas rompieron en aplausos cuando fue anunciado por los altavoces. “El portero catalán era aplaudido hasta cuando recogía el balón en el lateral. El pobre Reina, culpable a medias en la goleada de la víspera, debió tener la sensación de que una parte de su ser era sacrificad­o cada vez que sonaban los aplausos en honor de su compañero. Decididame­nte, el fútbol tiene pocas entrañas, si es que tiene alguna”, redactaba sentidamen­te Alberto Armengol en La Vanguardia.

En el descanso que daba paso a la final entre el Ujpest Dozsa y el Dinamo (3-1), los espectador­es desenvolvi­eron el papel de periódico que contenía sus aceitosos bocadillos de tortilla para cenar, ritual de obligado cumplimien­to hasta que la liturgia del Gamper murió con la instauraci­ón del partido único.

Buckingham ideó un plan para tener la temporada en paz. Amortiguó la polémica dando la portería a Sadurní en los amistosos y en las ocho primeras jornadas hasta que puso a Reina bajos los palos en la novena, en el Sánchez Pizjuán. A partir de aquí alternó a sus porteros, cinco jornadas para el catalán en el Camp Nou y cinco para el andaluz fuera. La estrategia acabó con Reina volviendo al Estadi ante el Elche el 31 de enero de 1971 encadenand­o los 11 partidos que quedaban para cerrar la Liga.

El Valencia ganó el campeonato en un emocionant­e final con el empate entre Atlético y Barça en el Calderón. Reina jugó 18 partidos de Liga y Sadurní 12, 27 y 17 encuentros oficiales, respectiva­mente, en toda la temporada. El técnico inglés impuso su astucia.

No fue un duelo de estilos. Ni de egos. Salvador era sobrio y seguro en línea con la austeridad gestual de Iríbar y Ramallets. Miguel era atrevido en las salidas, ágil y espectacul­ar; a veces se le tildaba de ‘palomitero’ y rodaba a la menor intervenci­ón. Sadurní y Reina se llevaban bien y en cierta ocasión el catalán alegó que los pitos a su compañero no eran por su procedenci­a. “¡Más que conmigo se metían con Martí Filosia ,queerade allí!; un gran chico”, evocó con maestría el curioso episodio Alfredo Relaño, presidente de Honor de As, en 2014 en ‘El País’.

El meta cordobés echó raíces en Barcelona abriendo negocios y se fue al Atlético en la temporada 1973-74 mientras su ‘rival’ se retiraría en 1976 habiendo logrado la Liga del 0-5 con Cruyff.

El verano de 1970 fue pródigo en quemaduras. En el cine triunfaba ‘Verano 70’ una película de Pedro Lazaga sobre las peripecias de cuatro familias en Benidorm con los maridos intentando ligar sin éxito en Madrid y las mujeres maldiciénd­oles con los niños en la playa. El grupo Los Diablos llenaban entoldados y plazas con ‘Un rayo de sol’. Guruceta se convirtió en el ‘hit’ del barcelonis­mo: fue suspendido por seis meses por el inefable Plaza y recusado a perpetuida­d por el Barça de Montal. Juan Gich fue designado por el franquismo Delegado Nacional de Deportes para controlar el giro politizado del Barça ●

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Foto: BERT Miguel Reina encaja un gol en el Barça-dinamo Moscú (0-5) de ‘semis’ del trofeu Joan Gamper de 1970
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Josep Maria Artells

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