Mundo Deportivo

El suelo en los pies

- Albert Montagut

Pep Guardiola fue amable cuando apoyó a Xavi Hernández durante la entrega de los premios The Best, y hay que agradecérs­elo. El Barça necesita serenidad. Ni euforia, ni fatalismo. Lo que vemos, es lo que hay, o sea que, paciencia.

El actual entrenador del Manchester City, considerad­o como el mejor técnico del mundo, dijo que no hay que precipitar­se. Pep declaró: “Hay tendencia a tirarlo todo por los aires pero solo se ha perdido una final, se felicita al rival, se aprende de la derrota y a seguir”. Y añadió: “... son los jugadores los que juegan y tienen que dar un paso adelante. Si de verdad creen en el técnico, que den un paso adelante”.

“...si de verdad creen en el técnico”. La frase tiene enjundia, porque en estos momentos parece como si los jugadores no conectan con Xavi y su equipo de colaborado­res. Es una realidad que, desde hace semanas, el primer equipo no chuta, y el papelón que le tocó tragar a la afición el pasado domingo fue un mal trago.

No creo que sea la hora de los jugadores. Los jugadores, salvo en situacione­s muy anormales y esporádica­s, intentan ganar todos los partidos. El problema es que ahora no pueden, no llegan y parecen haber iniciado un viaje hacia ninguna parte que se antoja incómodo, difícil y muy largo.

Xavi, evidenteme­nte, se equivocó con su staff técnico. Se puede entender, es humano, que uno se rodee de personas de máxima confianza, pero para entrenar al FC Barcelona se necesita un entorno, más que leal y fiel, muy preparado. Ese fue el primer error del técnico. El segundo, amarrarse a un ADN Barça que muchos de los jugadores actuales no están capacitado­s ni para entenderlo, ni ejecutarlo.

Las alineacion­es nunca parecen correctas. Siempre hay que hacer cambios de tres o cuatro jugadores, cuando los partidos se han inclinado a favor de los rivales. Los jugadores no muerden y los goles no llegan. La defensa es un solar y ha habido suerte de contar con Iñaki Peña, al que le han marcado muchos goles, pero ha evitado verdaderas catástrofe­s. Eso sí, debió estar más adelantado en el primer gol que encajó en Riad.

Pero son más cosas. El problema es mucho más profundo. Es social y de gobernanza.

Cuando el balón entra, se tapa todo, pero cuando no entra... emergen los problemas. Esta crisis tiene además una caracterís­tica muy negativa: la frustració­n. Se ha cerrado de golpe y mal la etapa Messi y el barcelonis­mo ha pasado de una década de gloria a un desierto donde no parece divisarse el horizonte de la ilusión. Los adversario­s, léase el Real Madrid CF y los comentaris­tas de Movistar, entre otros muchos, están ahí para hacer leña del árbol caído de una forma sistemátic­a.

El gasto del Barça de 200 millones de euros en jugadores en esta etapa de Joan Laporta se acerca al despropósi­to de la ecuación Dembélé-coutinho ,y el entorno deportivo del presidente, con Deco y Márquez, y ahora Belletti, no parece generar tampoco toda la confianza que debiera.

Los analistas y los aficionado­s pueden elucubrar, opinar y dar recetas, pero la responsabi­lidad la tiene la directiva, que en el destierro de Montjuïc tiene difícil enderezar esta situación. El Barça no es un Rolls Royce y tiene que dar un paso atrás para coger impulso y poner los pies en el suelo para arrancar de nuevo. O como diría Johan, poner el suelo en los pies ●

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