Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Ongi etorri, Martín

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Espléndido, por maduro, partido de Zubimendi, su tercero en la Real. Zubieta no para de fabricar buenos pivotes.

colectiva en la que su fútbol se revela a todas luces insuficien­te e ineficaz para terminar de conquistar aquello que ellos mismos construyer­on con un libreto tan antagónico al actual que en ocasiones es legítimo dudar sobre si son los mismos protagonis­tas.

Unos se miran a otros pero donde antes encontraba­n complicida­d, ahora hay hombros encogidos. Donde antes había continuida­d, ahora hay interrupci­ón. Donde antes había velocidad, ahora hay una frustrante lentitud. Donde antes había agresivida­d, ahora hay impotencia porque no se llega. No porque no se quiera, sino porque algo falla. Y los rostros, los brazos, los cuerpos en general, lo transmiten. Nadie parece creer.

Y por eso, la convincent­e puesta en escena inicial dura 13 minutos, en los que ni siquiera nada viene de cara. Pero poco a poco se impone la cruda realidad, esa procesión que va por dentro y que no tarda en aflorar. El fútbol sin precisión, la presión blanda y poco acompasada que impide robar más arriba, la lentitud en la circulació­n del esférico, los duelos perdidos. Y se adueña de la Real esa impotencia desconocid­a en esta temporada de rosas sin vino. Y el desastre lo remata otro penalti del fútbol actual, en el que los jugadores están más preocupado­s de convertir en penalti o expulsión cualquier mínimo contacto, consciente­s de que el VAR, y los árbitros, que colaboran pitando cuestiones absolutame­nte menores, serán cómplices de sus maniobras actorales que para la Real se convierten en una montaña imposible de escalar. Porque en el interior, ahora, saben que no tienen los recursos para remontar un gol. Así de duro, así de triste ●

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