El cuento de nunca acabar

Triste, muy triste todo lo que está aconteciendo en San Mamés de un tiempo a esta parte. El Athletic está a punto de llegar al final de Liga sin haber sido capaz de encontrar su patrón de juego, sobre todo cuando le toca ejercer de local. Los leones siguen sin saber a lo que juegan en casa.

Resulta paradójico que un equipo que siempre se ha caracterizado por arrollar al visitante de turno, o al menos intentarlo, carece de ideas, fuerzas y recursos para imponer su ley en campo propio. El Athletic tenía un estilo muy definido en San Mamés. Ahora resulta irreconocible. A puntar hacia el entrenador en tal tesitura es lo habitual. No hay duda de que Ziganda no ha acabado de conectar con sus jugadores. El mensaje del míster no ha calado. La comunicación a ras de césped, al menos, no parece fluir como es debido.

No es extraño tampoco que el malestar de la afición con el equipo se traduzca en una floja entrada en el estadio, en gritos contra el palco, en bronca al entrenador y a los jugadores... Hablamos además de reacciones en caliente.

K uko conoce la casa de primera mano. Él ha sido cocinero antes que fraile. Jugador del primer equipo antes que entrenador del segundo y del propio Athletic. Lo que está pasando esta temporada no es normal, aunque también las haya habido peores y, por supuesto, mejores.

Impotencia, frustración, rabia... Lo complicado en este tipo de coyunturas es mantener la cabeza fría y tener la paciencia necesaria para actuar en consecuencia en el momento debido. Si algo ha distinguido a este club a lo largo de su centenaria historia es saber apagar los incendios con agua, por mucha gasolina que demanden algunos pirómanos