Contradicciones del ser humano
a capacidad del ser humano para comunicarse con claridad, inspirar por medio de la palabra hasta conseguir un rendimiento colectivo superior, es una de las grandes diferencias con el resto de especies. Pero es, al mismo tiempo, una de las virtudes más inalcanzables.
Las informaciones sobre Ronald Koeman, los resultados deportivos del Barça o las decisiones de los jugadores, verdaderos convivientes en el vestuario, reflejan la dificultad de alcanzar la unidad y bienestar para todos los socios.
Hablar de comunicación depende de muchos matices, numerosas piezas que lo convierten en un fenómeno completo. Influye el canal y la interacción; intervienen los estímulos o las intencionalidades; participan el emisor, el receptor y también el conocimiento.
Un tablero tan poblado nos lleva a la difícil situación que atraviesa La Liga, los clubes, sus representantes y toda persona involucrada en el fútbol. Un deporte con una afición cada vez más desafecta.
Mascaró ya describía que la comunicación era un diálogo entre pensantes. Para conseguir transmitir el contenido inherente a cada pensamiento han de vencerse las limitaciones de la estructura corporal. Añadiría una cosa: las limitaciones de las estructuras institucionales también deberían vencerse. Hablar por hablar, sin ofrecer un mensaje concreto, solo conviene al enemigo de la reflexión. Puede parecer música agradable en un oído conformista pero, siendo sinceros, las palabras vacías carecen de significado.
Prejuicios, creencias falsas que tomamos por inamovibles. Bien haríamos en liberarnos de tanta ceguera y alejarnos de esa teoría que etiqueta de cercanos solamente a los semejantes.
Una comunicación en el ámbito deportivo debería servir para resolver los conflictos entre la Liga y la UEFA o informar sobre las razones que motivan los nuevos fichajes. Sin embargo, entre tanto ruido, cualquier agua tranquila se convierte en acantilado.
Los ejemplos saltan a diario. Una información sesgada o imprecisa se aleja del cometido, favorece el rumor y hace proliferar las dudas. Apenas es necesario un comentario con aparente lógica para desencadenar el caos entre el gran público.
Un ejemplo nos sirve para entenderlo: un entrenador es el único que convive con sus jugadores en la intimidad del vestuario. Nadie tiene su amplitud de miras para decidir qué jugador quedará en el banquillo en un momento dado. Pero los alineadores se multiplican cada semana, cuestionando con severidad la decisión del que más ha observado.
Contradicciones del ser humano.
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