Mundo Deportivo (At. Madrid)

Paciencia

- Raül LLIMÓS @airllimos

Si yo fuera Jordi Roura, Aureli Altimira o Pep Segura no dejaría pasar esta oportunida­d. Aprovechar­ía el boom de Sergi Roberto para explicar su historia antes de cada entrenamie­nto de los cadetes y los juveniles del Barça. La escribiría y la colgaría en las paredes de La Masia y, con letras grandes, la titularía: PACIENCIA. Contaría que, tras llegar al Barça siendo un infantil, el pequeño Sergi progresó, creció y demostró su mezcla de talento y fuerza física en todas las categorías. Hasta que el día después de llamar “puto amo” a Mourinho ante la central lechera, Guardiola lo hizo debutar en el Bernabéu para festejar medio billete para la final de Wembley. Era 2011, tenía 19 años y ya había llegado arriba. Faltaba lo más difícil. Guardiola se fue y llegaron Tito, Tata y Lucho. Todos hablaron maravillas de él, pero no jugaba. No era su momento. Nunca lo era. Y claro, picaron a su puerta. Minutos, Premier, millones. Aguantó. Hasta que llegó a la luna, en la posición más inesperada. Premio.

No sólo los jóvenes de La Masia deberían mirarse en el espejo de Sergi Roberto. También compañeros suyos del primer equipo podrían tomar nota de cómo ha pasado en dos años, y con el mismo entrenador, de estar con medio pie fuera del club a consolidar­se en el once de gala. Y todo gracias a esperar, difícil gran virtud para un futbolista. Ahí está Arda Turan, que parece otro. Y en la cola aguardan nombres como Alcácer o Dennis Suárez, jóvenes con talento tapados por la dura competenci­a, lo que le ocurría a Sergio Roberto hasta que Luis Enrique lo probó de lateral derecho y Alves le dejó el carril libre. En el caso de Alcácer, además, debe aprender el idioma Barça, y eso requiere tiempo. Aleix Vidal merece capítulo aparte, huele a antagonist­a infortunad­o. Todo lo que sube Sergi Roberto, baja Aleix Vidal.

En estos tiempos fugaces e inmediatos, de éxito rápido y dinero fácil, la irrupción del fenómeno SR nos reconcilia con este fútbol capitalist­a en el que los clubs, Barça incluído, se gastan una pasta fichando a destajo y los futbolista­s se van con el mejor postor. La paciencia de Sergi Roberto le ha abierto las puertas del éxito que realmente quería y, de propina, ha reforzado un modelo de club que está en permanente discusión pero que no se discute

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