LIGERO COMO UNA PLUMA
A principio de la temporada de 1983, en el equipo Citroën teníamos un trío de rallyes dificilísimos, con el Rallye Costa Brava el 18 de febrero, seguido de una participación en el Mundial, en el Rallye de Portugal el 2 de Marzo y, apenas regresados del vecino país, el RACE, también del Europeo, que ese año se disputaba en tierra alicantinas. En mi condición de «prioritario FIA» salía entre los primeros en el Costa Brava, pese a llevar el número 40, y logramos en el difícil tramo del Subirá nevado el segundo mejor crono, detrás de Miki Biasion, que estrenaba un Lancia 037 con publicidad de To-Tip, del equipo Jolly Club. Como periodista, conocía hacía tiempo a Biasion y siempre me había llevado muy bien con el dueño del Jolly, Roberto Angiolini, desde que este equipo colaboró con la Escudería Repsol y me dejaron un R8 Gordini para el Firestone del 69. Así es que aprovechando esos contactos, quedé con ellos para me dejasen probar el nuevo Grupo B de Lancia, el revolucionario 037 Rally a compresor.
Tras retirarme en el Costa Brava y en el Portugal, llegué un poco justo al RACE, y allí, hablando con Claudio Bortoletto —director deportivo del Jolly— le recordé la promesa de su jefe de dejarme probar el Lancia. Los del Jolly se hicieron los remolones y me dijeron que mejor después de la carrera. Pero he aquí que en las verificaciones matutinas, como yo llevaba el nº 5 y Miki Biasion el nº 2, hablando con Miki volví a instistirle y me respondió que de acuerdo, que lo probaríamos antes del rallye, aprovechando que quería probar unas cosas.
Dicho y hecho, salimos desde el hotel Sidi San Juan, zumbando hacia el cercano tramo de Aguas de Busot, el primero del rallye y donde ya había algunos espectadores apostados. Miki llevó el coche hasta el tramo y me dijo que me lo dejaría al llegar a la salida, pero como vio gente convinimos en que él hiciese una pasada para comprobar cómo estaba la cosa. Arrancó como si fuera en carrera y fuimos adelantando algunos coches, levantando el pie en las zonas sin visibilidad y a toda mecha en las zonas despejadas. Así hasta la mitad del tramo, donde paró, dio la vuelta y me cedió el volante. Volví conduciendo hacia la salida, probando la dirección, los frenos y la cómoda caja de cambios. Al llegar abajo, ya había bastante más gente. Me dije para mí mismo, acostumbrado a probar coches oficiales de rallye en circuito cerrado o tramos exclusivamente para la prensa: «Vaya un día y un sitio para probar un coche de 300 CV y 960 kg…»
Arranqué bastante bien, pensando que era un buen entrenamiento para la carrera, aunque mi Visa 1300 no corría hacia arriba ni la cuarta parte que el
037, que con su compresor tiraba desde 1600 rpm. La gente había despejado un poco la carretera y pude subir bastante deprisa, aunque en las zonas viradas iba siempre por el exterior, acojonado por si me encontraba un coche de frente: «Mira que si le choco el coche a Biasion y no puede salir al rallye… La vergüenza de mi vida».
En la zona más rápida lo único que no me gustó del 037 es que lo notaba muy, muy liviano de morro, y la dirección, que en la parte virada era muy eficaz, aquí en cambio flotaba demasiado para mi gusto. Llegué arriba y bajé con mucho cuidado, conduciendo el coche hasta el hotel, donde un mecánico lo trasladó al parque cerrado. Se lo agradecí mucho a Biasion, quien tuvo el detalle de no mostrar miedo ni decirme nada durante la ascensión. Luego, bajando, me contó algunos detalles técnicos del Lancia, que tenía la difícil tarea de sustituir nada menos que al fabuloso Stratos. Toda una experiencia, sufrida eso sí, pero que agradecí a Biasion enormemente como periodista, pues no era fácil probar en Europa uno aquellos primeros 037.