La vida sin rosa
“No me importa lo que diga la gente. Mucho menos me importan sus leyes”, dijo.
QUIÉN FUE (1915-1963) Una de las cantantes francesas más célebres del siglo XX. “No quiero morir siendo una anciana”, dijo. Falleció a los 48 años en circunstancias aún no aclaradas.
NOS GUSTA Su generosidad (derrochaba su dinero ayudando). Y frases como esta: “La gente dice que yo podría cantar la guía telefónica y hacer que suene bien”.
Si un día quieres morir de amor, escucha Llorera garantizada. Eso sí: terminarás brindando por la vida y por todo el amor de tu corazón. Correspondido o no. Porque la fuerza desgarradora de la voz de Môme Piaf, el pequeño gorrión (como la llamaban por sus escasos 1,42 metros de estatura), aún es capaz de levantarnos de los poros de la piel ese ‘podría haber sido de otra forma’ que encierran algunas de nuestras historias de amor. Como las suyas, porque melodramas aparte (le encantaban), esta chica de las calles parisinas es que tuvo mala suerte. Edith Giovanna Gassion nació en 1915, hija de una cantante, Annetta Maillard, y un acróbata, Louis Alphonse Gassion, al que, según ella misma decía, no se le ocurrió otra para celebrar su nacimiento que emborracharse y abandonar a su madre. Sí, así comienza la historia... Y esperad, que sigue: porque su madre dio a luz en la calle, sola, e incapaz de afrontar su crianza se la dejó a su madre, y ésta terminó por entregársela a Louis Alphonse, quien a su vez se la dio a su madre porque tenía que incorporarse a filas (comenzaba la Primera Guerra Mundial). Total, que Edith terminó criándose con su abuela paterna. O mejor dicho con las chicas y las mujeres que vivían en su casa, porque su abuela regentaba una casa de prostitución. Edith era la hija de todas. La hija de nadie. Así
La vie en rose.
ESTÁ DE ACTUALIDAD POR... Este año se conmemoran los 100 años de su nacimiento. La Biblioteca Nacional de Francia (BNF) acoge la mayor muestra de la cantante realizada hasta la fecha: Piaf, abierta hasta el 23 de agosto. pasó sus primeros años, hasta que su padre retornó de la Gran Guerra y se la llevó con él a vivir la vida de los artistas más bohemios (léase miserables, de la pobreza que soportaban) de primeros del XX. Cantando de calle en calle, de café en café, con su talento, se ganaba la vida. Y así siguió a los 14 años, cuando se separó de su padre y comenzó a ir acompañada de su hermanastra Simone Bertaut, y a los 16, cuando -enamorada de Louis Dupon (“un chico de los recados”)- tuvo a su única hija, que moriría dos años más tarde... La suerte, parecía, comenzaba a cambiarle cuando la descubrió Louis Leplée, quien le puso el nombre artístico de Edith Piaf y produjo su primer disco en 1936. Edith acarició su primer éxito, comenzó a ser conocida como Môme Piaf, pero Leplée fue asesinado y ella volvió a cantar en las calles. Ese mismo año conoció al compositor Raymond Asso, un auténtico Pigmalión para ella. Desde ese mismo año, en el que también debutó en el Teatro ABC de París, Edith se convirtió en la musa de la canción francesa, y años más tarde en la de la Resistencia y el existencialismo. Normal: rebelde, auténtica (“Me gustaría oír a una persona, al menos una, capaz de admitir su cobardía”, decía). Normal, con todo lo que había vivido este pequeño gorrión. Con todo lo que no cabe aquí.