La Voz de Almería

Laspasarel­as que olían a mineral

Los hierros del ferrocarri­l de Sierra Alhamilla se utilizaron para unir la Rambla Los restos se trajeron de El Chorrillo para hacer un puente y dos pasarelas

- Eduardo de Vicente epino@lavozdealm­eria.com

Al terminar la guerra civil la ciudad había quedado seriamente dañada y seguía estando partida por esa frontera que marcaba el cauce seco de la Rambla. Para cruzar de un andén a otro, desde la Calle de Granada a la Plaza Circular no había otro camino que el puente de la Avenida de la Estación o atravesar el lecho a través de las rampas de tierra que la recorrían.

En el verano de 1941 fueron los propios vecinos del nuevo barrio de la Huerta Azcona los que tomaron cartas en el asunto y se dirigieron al Ayuntamien­to solicitan-* do que se construyer­a cuanto antes alguna de las pasarelas que estaban previstas para poder saltar la Rambla, y que debido a la falta de recursos económicos se habían quedado estancadas en los cajones municipale­s.

Los vecinos estaban expuestos a los peligros que suponía tener que bajar de noche por las rampas y cruzar el cauce sin iluminació­n alguna, exponiéndo­se a los maleantes que frecuentab­an el lugar. Como los vecinos eran consciente­s de que en las arcas no había un duro y que el poco que había se estaba utilizando para otras urgencias, se permitiero­n la potestad de sugerirle al Ayuntamien­to que para ahorrar en gastos se podían aprovechar los hierros que procedente­s del antiguo puente de las Almadrabil­las estaban abandonado­s en el cauce de la Rambla o los restos de los desmontes de la antena de la radio militar que había sido retirada de la Alcazaba. Como una tercera alternativ­a, los habitantes de la Huerta de Azcona plantearon la posibilida­d de recurrir a los hierros de la línea de ferrocarri­l de Sierra Alhamilla que estaban abandonado­s. Esta propuesta fue a la que se agarraron las autoridade­s locales para poner en marcha, por fin, el viejo proyecto de las pasarelas sobre la Rambla.

Antes de que terminara ese verano de 1941, el Ayuntamien­to de Almería pidió al Director General de Ferrocarri­les los materiales del antiguo tren que dormían el sueño de los justos en el paraje del Chorrillo, en el término municipal de Pechina. Allí se habían quedado varados los restos de un puente de hierro de ocho tramos, idóneo para construir el puente de peatoto que humanizara la Rambla y uniera los dos andenes de forma decente.

Los materiales del antiguo ferrocarri­l minero superaban las cien toneladas de hierros y sirvieron para que el ingeniero Forniéles y el arquitecto Langle le dieran forma a esa vieja aspiración de la ciudad de trazar vías de comunicaci­ón moderna que contribuye­ran a que la Rambla no fuera un obstáculo para los almeriense­s.

En enero de 1942 se dio a conocer la noticia de que los hierros del viejo ferrocarri­l de Sierra Alhamilla ya estaban en poder de los trabajador­es municipale­s y que pronto se levantaría­n dos pasarelas y un puente. La pasarela número uno cruzaría el cauce desde el último tramo de la calle Obispo Orberá, mientras que la segunda pasarela en proyecto iría ubicada entre la calle Alcalde Muñoz y la Carrera del Perú. Ambas serían para el tránsito de peatones exclusivam­ente y contarían con una anchura de dos metros y medio.

Para la construcci­ón del nuevo puente se eligió un punto estratégic­o en el desarrollo que estaba experiment­ando la ciudad hacia la zona de levante, el trozo de Rambla donde desembocab­a la calle de Santos Zárate con el comienzo de la calle del Poeta Paco Aquino, un barrio que estaba llamado a convertirs­e en el futuro urbanístic­o de Almería.

Por esas mismas fechas el Ayuntamien­to se planteó la necesidad de poner en marcha, en un plazo de dos años, las obras de otro puente más, en este caso el que uniría la calle Murcia con el Barrio Alto y eliminar así aquel viejo badén que todos los años, cuando llegaba el temporal de lluvias, dejaba aislados a los habitantes de aquel distrito debido al ímpetu que las aguas de las ramblas de Amatistero­s y de Belén tomaban en aquel tramo en el que acababan mezclándos­e. El puente del popular badén de los garbanzos tostaos nunca llegó a ejecutarse.

Lo que sí acabó siendo una realidad fue el proyecnes de las dos pasarelas y el puente, que fueron muy celebrados por las autoridade­s de Falange en los primeros años de la posguerra cuando tocaba hablar de los cambios fundamenta­les que estaban transforma­ndo el paisaje urbano de Almería.

El uno de abril de 1942, cuando las autoridade­s celebraban los festejos del día de la victoria, se bendijo la primera pasarela forjada con los hierros del viejo ferrocarri­l del mineral, que permitía a los almeriense­s cruzar decentemen­te el cauce desde el final de la calle Obispo Orberá al otro lado de la Rambla sin necesidad de tener que descender hasta el lecho por las rampas de tierra. La segunda pasarela, la que nos conectaba con la Carrera del Perú, fue inaugurada el 15 de mayo de 1942, festividad de San Indalecio.

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El uno de abril de 1942 se bendijo la pasarela que unía los dos andenes de la Rambla en la prolongaci­ón de la calle Obispo Orberá.
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