La Voz de Almería

Matar a un ruiseñor (I)

- Manuel León Redactor jefe

La vida es como aquel patio del colegio en el que crecimos; ahí estaba el tubo de ensayo de lo que somos ahora; en el patio de una escuela está el universo entero; ahí estás tú junto al resto: el buen samaritano, el acusica, el cobarde, el generoso, el guaperas, el líder, el cruel, el tímido, el débil con el que los abusadores se ensañan; en el patio de un colegio están todas las explicacio­nes a la vida que vendrá después. Y quien es cobarde entonces, lo será toda su vida; quien es malvado en ese patio infantil de gritos y bocadillos, es muy probable que lo sea para siempre. El mayor aprendizaj­e no está en el pupitre, sino en el recreo, allí donde siempre había villanos peritos en oler el perfume de la debilidad para ir contra el frágil, contra el sensible, contra el que lloraba fácilmente. Todos los que gritaban mono y tonto y negro al futbolista Vinicius el otro día desde el anonimato de una grada, no escarnecía­n, ni apaleaban con sus insultos vociferant­es a un negro, no iban contra el brasileño, descendien­te de Kunta Kinte, por ser de color, por ser oscuro -el campo estaba lleno de tostados: Camavinga, Militao, Rudigger, incluso su propio gladiador Kluivertno era por eso. Iban contra él, contra Vinicius, porque Vinicius es como el débil de aquel patio de colegio de nuestra infancia, el más emocional, el que antes empezaba a llorar si le escondían el bocadillo. Porque los crueles saben, y por eso lo hacen, que le duele; gritaban a Vinicius, los desalmados, no por ser negro como un toro, le gritaban por pura maldad, por hurgar en la herida descubiert­a como si fuera un filón. Recuerdo que de niño fui al primer Almería-Real Madrid de la historia. Con los blancos jugaba un inglés de color llamado Cunningham al que la grada no paraba de chillarle negro. El, ni pestañeaba. Vinicius no es así: no sabe hacerse el sueco. El protesta y llora y denuncia, como aquella afroameric­ana, Rosa Parks, que se negó a ceder el asiento a un blanco en un autobús de Alabama, como aquel ruiseñor del abogado Atticus Finch, que no quiso reconocers­e culpable porque no lo era. Vinicius es un ruiseñor de 20 años, no lo matemos.

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