Oportunidad perdida
Pues ya está: finalmente los vecinos de Sarrià han decidido el nombre de la biblioteca que se está construyendo en el barrio. Se llamará biblioteca J.V. Foix. El nombre del poeta ha sido el más votado en unas elecciones que –por vía telemática y presencial– se alargaron hasta el pasado viernes. Podían votar los sarrianenses mayores de 14 años, que escogían entre cuatro nombres: el del poeta finalmente ganador, el de la pedagoga Carme Serrallonga, el de la dibujante y escritora Núria Pompeia y el del también escritor Emili Teixidor, que al ser de Osona partía con desventaja.
Los argumentos a favor y en contra de uno u otro son interesantes. En contra de Foix, que ya hay varias cosas en Sarrià que llevan su nombre: una avenida fenomenal, una escuela, un poema visual en la Via Augusta y una pastelería espléndida. A favor de Carme Serrallonga (fundadora de la escuela Isabel de Villena: ¡valores republicanos en plena posguerra!), su sexo. “Queremos que se llame Carme Serrallonga porque queremos un modelo de barrio más femenino”, una proclama que le va en contra porque evidencia que, más que sus méritos estrictos, lo que valoran es que fuera mujer: ahora toca poner nombres de mujer.
¿Qué quieren que les diga? A mí me ha sabido mal que se haya perdido la oportunidad de homenajear a un escritor universal que fue vecino de Sarrià: Mario Vargas Llosa. Vivió en la calle Osi, muy cerca de Caponata, donde residía Gabriel García Márquez. Y si, en Barcelona, García Márquez da nombre a una biblioteca con goteras y premios de arquitectura, es justo y equitativo que Vargas Llosa también tenga una biblioteca con goteras y premios. No en balde fueron grandes amigos hasta que la amistad se acabó, con un puñetazo, por una cuestión de faldas. Y a quien argumente que para que pongan tu nombre en una biblioteca tienes que estar muerto, recordarle que en Tor lo solucionarían en un plis plas. ●
¿Homenajeamos a una de las dos estrellas del boom y no a la otra?