No hay dos sin tres para Pogacar
Nairo Quintana, diez años después de su Giro, se mete en la escapada aprovechando que se sube la Forca Capistrello de salida. Se junta con su compañero Pelayo Sánchez, en gran forma, que igual vale para el sterrato que para las etapas de montaña, y se les unen otros escaladores que sueñan con ganar en Prati di Tivo. Todos caminan con la misma esperanza. Cruzan los dedos en señal de clemencia, rogando que al capo no se le despierte el apetito.
El colombiano del Movistar, que también fue segundo en la corsa rosa del 2017, quiere un día de gloria por los viejos tiempos, un gran epitafio por sus jornadas de esplendor.
Pero a Pogacar y a su equipo no se les enternece el corazón, no se ablandan con el vuelo del ave fénix de Boyacá. El esloveno es de todo menos nostálgico. Y no da permiso al veterano. Ata en corto la fuga. “Los compañeros querían que ganase la tercera etapa”, confiesa en la meta, como si necesitase una justificación tras cumplir el deseo de sus ambiciosos escuderos.
Esta vez gana sin atacar, solo esprintando. Esta vez no hay excesos ni exhibición. Solo se deja llevar y remata al final. El esloveno parece que gana sin sudar.
Todos sus teóricos rivales suben el último puerto un poco resignados, excepto el italiano Tiberi (Bahréin), el único que se sale del guión con dos ataques a falta de 1,8 km y de 1,1 km. A ambos sale fácil y grácil el líder, que arrancará, por fin, a 200 metros para el final, y levantará las manos casi sin inmutarse. Su tercera etapa en la primera semana de un Giro en el que es el César que levanta o agacha el pulgar según le plazca. A Quintana no le queda más remedio que volver a intentarlo otro día. ●