La Vanguardia

De Tita Cervera a la realidad expandida

En una semana rica en convocator­ias culturales se ha conocido la intención del fondo Stoneweg y de Carmen Cervera de abrir un museo de arte catalán en el antiguo Comèdia. El debate sobre el modelo barcelonès de cultura está servido

- Miquel Molina @m qu lmol na

Quienes sostienen que la cultura de Barcelona decae tendrían que haber hecho el ejercicio de intentar atender los múltiples frentes abiertos en la tarde-noche del jueves: desde la inauguraci­ón de la exposición del artista Tuan Andrew Nguyen en la Fundació Miró hasta la fiesta de bienvenida del nuevo Sónar en el hotel Me Barcelona, pasando por la comparecen­cia del fundador de Forensic Architectu­re, Eyal Weizman, en las Elisava Masters’s Talks o el opening de Ania Soliman en ¿ngels Barcelona. Entre otras muchas convocator­ias.

Mientras tanto, la misma tarde del jueves este diario publicaba la noticia de que el fondo de inversión Stoneweg, de la mano de Carmen Cervera, figura entre los candidatos a gestionar el antiguo cine Comèdia, en su caso para exhibir allí la colección de arte catalán que atesora la baronesa Thyssen.

En noches así tiene sentido evocar el miedo a no haber sabido elegir la fiesta adecuada, ahora descrito con el acrónimo de FOMO. Una fobia que siempre es más llevadera que el aburrimien­to que en algún momento del pasado propiciaba la realidad de una cartelera venida a menos.

En los últimos tiempos abundan las convocator­ias interesant­es y creativas. Lo de esta semana no ha sido excepciona­l: picos de actividad como este vienen repitiéndo­se desde hace tiempo. Por ejemplo, en la programaci­ón de música clásica de Liceu, Palau de la Música y Auditori, que obliga a los aficionado­s tomar dolorosas decisiones en el momento de elegir espectácul­o.

Tampoco escasean –y esto también es relevante– proyectos empresaria­les variopinto­s con vocación muy comercial, que son susceptibl­es de generar el consabido debate sobre el modelo cultural de la ciudad. Son polémicas que pueden llegar a ser extenuante­s, pero que tienen su lado positivo: la comunidad que discrepa y discute está viva, situándose en el extremo opuesto de ese concepto de las ciudades perezosas que el urbanista Greg Clark usa para referirse a las urbes que se vuelven autocompla­cientes cuando se ven encumbrada­s en el éxito. Las polémicas culturales más viscerales brotan en el momento en que una ciudad está inmersa en el proceso de redefinirs­e a sí misma, como es el caso de Barcelona.

En las próximas semanas, de salir adelante el proyecto de Stoneweg-tita Cervera o algún otro que también opta a gestionar el Comèdia y que comparte con este una apuesta por el mainstream en pleno paseo de Gràcia, habrá quien advierta sobre una peligrosa deriva del modelo cultural barcelonés. Se dirá, probableme­nte, que la ciudad debe fomentar proyectos con un discurso más crítico y con un menor componente de cultura-espectácul­o, susceptibl­e de atraer turistas y de gentrifica­r.

Para bien o para mal, sin embargo, las ciudades grandes y complejas son imposibles de encorsetar en modelos excluyente­s y las administra­ciones tienen dificultad­es para intervenir en la configurac­ión del patrón cultural. Recuérdese que fue durante el gobierno de Ada Colau cuando se abrió un museo, el Moco, que está en las antípodas del modelo de cultura de base que defendía el partido de la alcaldesa.

En las ciudades globales se superponen los modelos culturales como plantillas que desarrolla­n dinámicas propias, aun

La vitalidad de la agenda cultural barcelones­a desmiente la crítica a una crisis del modelo

que a veces surjan interesant­es espacios de encuentro en los que lo popular convive felizmente con lo renovador.

En el Sónar Meet –un prólogo del festival a un mes de su inauguraci­ón– era fácil constatar la convivenci­a de esos registros diversos, desde la realidad expandida con vocación de atraer al gran público como la que se programa en el Ideal-centre d’arts Digitals de Barcelona o en la Casa Batlló (atención a su colaboraci­ón de las próximas semanas con los Chemicals Brothers y el propio Sónar) hasta los planteamie­ntos artísticos más experiment­ales en el mismo ámbito.

Hay demasiadas barcelonas para encajarlas en un solo modelo cultural.

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La exposición Tutankamon, la experienci­a inmersiva, en el Ideal de Poblenou
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