La primavera de Lita Cabellut
Luz, niños y flores protagonizan su primera exposición en Madrid
Siempre me han preocupado muchísimo más las arrugas de mi cerebro que las de mi cara”, dice segura en un momento de su vida “glorioso” porque, remarca, “cuando vas creciendo vas solucionando muchas cosas que te estorban en el camino contigo mismo”. Lita Cabellut (Sariñena, 1961) presenta su primera exposición en Madrid y lo hace con una celebración de la primavera, la luz y la vida. Es La niña en la mirada (Iniciaciones mistéricas de la pintura de Lita Cabellut), 18 retratos que se verán hasta el 8 de junio en Opera Gallery inspirados en la fiesta de la Maya de Colmenar Viejo, que desde tiempos paganos celebra el renacimiento primaveral de la tierra con niños ataviados con flores.
“Esta serie –cuenta– nace de un deseo de compartir luz y positividad, color, en estos momentos que estamos cruzando de la historia, donde las catástrofes están cogiendo una inmensidad que parece que nos afecta mucho, pero también demasiado poco. Lo que está pasando en el mundo nos está produciendo una anestesia de la alegría, de la perspectiva de futuro, de la potencia. Y eso es muy malo para el alma, para el organismo, para vivir. Con esta serie comparto belleza y ternura, y sobre todo, futuro. Porque todos los personajes son niños”.
Cabellut explica que no conoció la fiesta de la Maya hasta hace unos años. “Empezó con una fiesta pagana, la prohibieron en la Inquisición, pero nunca la acabaron de apagar. Y me parecía maravillosa para reivindicar la celebración de la primavera, de las buenas noticias, una ofrenda a lo más necesario, nuestro medio ambiente, la naturaleza, la tierra”.
Frente a esta serie vital, ha trabajado a la vez en una “totalmente opuesta” sobre los Disparates de Goya. “Los aumento con una lupa para que nos refresquen la memoria. La serie sobre la fiesta de la Maya no solo ha sido necesaria para traer buenas noticias, sino también para que pudiera mantener los días y las horas, a veces muy conflictivos, representando los Disparates, que son un baño de realidad, de brutalidad. He tenido que separar mis talleres en dos. Uno era la esperanza y el color, donde me recuperaba, me curaba, y después volvía a mis Disparates”, evoca, y recuerda que “tras ellos Goya emigró, se fue. Creo que ya no pudo más ser testigo de lo que habla.
Sobre matrimonios forzados, violaciones, agresión doméstica, agresión a los débiles, sobre como un ignorante, necio, charlatán, es el bufón y es al que se escucha…”. Y cree que hoy “estamos pasando, como sociedad, un examen de ética muy importante. Hemos de valorar qué cifra de ética vamos a tener”.
Eso sí, personalmente, reconoce, “estoy en un momento glorioso. Y tras 50 años pintando, la técnica ya no es algo principal en mi vida. Se ha hecho parte de mi mano, de mis pies, de mi movimieto. No me esperaba que crecer y hacerse mayor tuviera tantísimas ventajas. Cada año estoy más cerca quizá de entender lo que es arte. Y eso solo llega ganándoselo a pulso con los años”. ●
“Siempre me han preocupado muchísimo más las arrugas de mi cerebro que las de mi cara”