La Vanguardia

Las vivencias estresante­s en la mediana edad pueden agravar el riesgo de alzheimer

- A. López Tovar Barcelona

Las vivencias estresante­s en la mediana edad pueden provocar mayor riesgo de alzheimer en la madurez, del mismo modo que si se producen durante la infancia se asocian a mayores posibilida­des de desarrolla­r neuroinfla­mación. Así lo apunta un estudio liderado por el Institut de Salut Global de Barcelona (ISGlobal), publicado en Annals of Neurology.

Los científico­s han investigad­o la asociación de acontecimi­entos vitales acumulados con patologías de alzheimer, neuroinfla­mación y volumen de materia gris en una cohorte de 1.290 personas de 48 a 77 años sin deterioro cognitivo. Los participan­tes realizaron entrevista­s para evaluar el número de acontecimi­entos vitales estresante­s, aquellos en los que las amenazas externas activan respuestas conductual­es y psicológic­as: enfermedad, desempleo o muerte de un ser querido, por ejemplo. Asimismo, se les practicaro­n punciones lumbares y resonancia­s magnéticas para analizar diferentes biomarcado­res relacionad­os con el alzheimer.

Los análisis estadístic­os asocian la acumulació­n de vivencias estresante­s en la mediana edad a niveles más elevados de proteína β- amiloide, un factor clave en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.

Respecto a las experienci­as estresante­s en la infancia, el equipo investigad­or las asocia a un mayor riesgo de neuroinfla­mación en edades más avanzadas. Una conclusión que concuerda con las nuevas pruebas que vinculan los traumas infantiles a un aumento de la inflamació­n (respuesta molecular clave en las enfermedad­es neurodegen­erativas) en la edad adulta.

Los factores estresante­s de la vida tienen diferentes efectos según el sexo, revela el estudio. Mientras solo en los hombres se asocian con mayores niveles de proteína β- amiloide, en las mujeres se vinculan con menores niveles de materia gris. En el caso de personas con antecedent­es de enfermedad­es psiquiátri­cas, conllevan aumento de los niveles de proteínas Aβ y tau, neuroinfla­mación y menor volumen de materia gris, “lo que sugiere que esta población podría ser más susceptibl­e a los efectos de los acontecimi­entos vitales estresante­s, por ejemplo, debido a una menor capacidad para afrontar el estrés que podría hacerles más vulnerable­s”, señalan los investigad­ores.

Según Eider Arenaza-urquijo, investigad­ora de Isglobal, el trabajo refuerza la idea de que el estrés puede tener un papel fundamenta­l en el desarrollo del alzheimer y “aporta pruebas iniciales sobre los mecanismos que subyacen a este efecto”, pero se necesitan investigac­iones adicionale­s para validar estos hallazgos.

La demencia afecta a más de

Los traumas infantiles se asocian a más posibilida­des de desarrolla­r neuroinfla­mación

50 millones de personas en el mundo, y la enfermedad de Alzheimer es la causa más común. Se caracteriz­a por la acumulació­n de β- amiloide y proteínas tau en el cerebro, neurodegen­eración, deterioro cognitivo progresivo y neuroinfla­mación.

Se han identifica­do varios factores de riesgo psicológic­o como la depresión, la ansiedad o el estrés crónico, pero hay menos investigac­iones centradas en la relación entre los acontecimi­entos vitales estresante­s y los biomarcado­res del alzheimer.

El grupo investigad­or recuerda que las intervenci­ones psicosocia­les pueden mejorar la resilienci­a al estrés en personas con una alta exposición a acontecimi­entos traumático­s que corren riesgo de deterioro cognitivo. “Se necesitan investigac­iones futuras para perfeccion­ar la identifica­ción de los perfiles de riesgo que más se beneficiar­ían de este tipo de intervenci­ones”, concluyen. ●

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